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XV

EL PROLOGO DEL GRAN DRAMA

 

A principios de 1937 el nuevo Estado estaba ya en condiciones para librar la batalla a las fuerzas de la revolución. Hasta entonces su consigna había sido: «Antes que la revolución importa ganar la guerra». La consigna era ahora: «Antes que ganar la guerra hay que aplastar la revolución». Un líder del Partido Socialista Unificado de Cataluña había declarado: «Antes que tomar Zaragoza, hay que tomar Barcelona». Hay que señalar el crédito que prestaban a estas consignas los partidos republicanos, el sector derechista del Partido Socialista y las entidades económicas de la clase media, comprendidos los pequeños comerciantes y propietarios.

La revolución estaba representada por la C. N. T. - F. A. I., el ala izquierda del socialismo y el Partido Obrero de Unificación Marxista. La contrarrevolución abarcaba al Partido Comunista y sus filiales, los partidos republicanos nacionales y regionales y la fracción socialista de derecha que acaudillaba Indalecio Prieto. había en todas estas fuerzas matizaciones y contrastes fundamentales, pero estaban unidas contra el bloque contrario por imperativos de orden inmediato. Comunistas y anarquistas rompieron sus hostilidades el 3 de mayo de 1937.

Hay quienes pretenden ver en aquellos acontecimientos una vasta maniobra para derribar al presidente del gobierno y ministro de la Guerra, Francisco Largo Caballero. La maniobra tenía mayor alcance, pues iba contra la revolución misma y sus fuerzas representativas. Si el objetivo era Valencia, ¿por qué se produjeron los hechos en Cataluña? Porque Barcelona era el feudo de la C. N. T. - F. A. I., cabeza de la revolución. El anarcosindicalismo controlaba el gobierno de la Generalidad, influía poderosamente en la economía (sindicatos y colectividades) y en los destinos de la guerra (industrias de guerra y columnas armadas en los frentes).

Largo Caballero creyó también que la ofensiva comunista iba dirigida contra su sola persona. En su libro Mis recuerdos, escribe: «Los ministros comunistas aprovecharon este incidente [el de mayo] para plantear la crisis [de gobierno] que venían preparando hacía tiempo».

La lucha por la conquista del Estado se hizo sistemática a partir de agosto y septiembre de 1936 en que tomaron posesión de la Embajada y el Consulado General de la U. R. S. S. Marcel Rosemberg y Antonov Ovsenko. El embajador trataba de imponer la política rusa en el gobierno central; el cónsul general hacía lo mismo en el gobierno de la Generalidad. El uno por medio del Partido Comunista; el otro por medio del P. S. U. C. Eran dos operaciones sincronizadas. El aislamiento diplomático del gobierno de la República y la ayuda militar soviética facilitaban esta doble operación. Esta ayuda no era desinteresada. Desde diciembre de 1936 el oro del Banco de España había sido trasladado a Moscú como medida de seguridad y como garantía de las operaciones comerciales entre ambos Estados.

La hostilidad contra Largo Caballero se produjo cuando éste puso resistencia a las intromisiones políticas y militares del embajador soviético. Además el mismo líder socialista rechazaba la proposición de hacer del Partido Socialista y el Partido Comunista un partido único del proletariado que llamaríase Partido Socialista Unificado Español.

En diciembre de 1936 Stalin dirigió una carta personal a Caballero con atrevidos consejos de orden político. Los principales consejos consistían en que se protegiese a la pequeña burguesía y se pusiera término a la revolución. El pretexto era tranquilizar a las potencias democráticas de la No Intervención. En febrero de 1937 Stalin escribió de nuevo a Caballero proponiéndole abiertamente la constitución del Partido Unico del Proletariado. La respuesta a la primera carta había sido cortés y a la par evasiva. La segunda respuesta fue una negativa seca. El Partido Comunista español abrió el fuego inmediatamente.

Después de la experiencia de la fusión de las juventudes marxistas y de la formación en Cataluña del Partido Socialista Unificado, Largo Caballero sabía ya a que atenerse. Los comunistas aprovecharon la primera ocasión para derribar el monumento que ellos mismos habían construido. Largo Caballero, el «Lenin español», desapareció al impacto de las baterías del Agit-Prop. Escribe Caballero en la obra citada: «Las fotografías desaparecieron de todas partes. El ídolo creado por ellos, ellos mismos se complacían en destrozarle».

La ocasión no tardó en presentarse. El 8 de febrero de 1937 Málaga cayó en poder del enemigo. Inmediatamente los comunistas montaron una ruidosa campaña para especular con la emoción producida por aquel desastre militar. Como víctima de la campaña escogieron al general Asensio, lugarteniente de Largo Caballero en el Ministerio de la Guerra. Asensio se había negado a aceptar el carnet del Partido Comunista, contrariamente a lo hecho por los generales Miaja, Rojo, Pozas y otros más. La campaña contra Asensio era para vengarse de los desvíos de éste respecto del P. C. y para minar el prestigio del jefe del gobierno y ministro de la Guerra.

La campaña de desprestigio iba acompañada de otras maniobras encaminadas a aislar a Caballero de su propio partido. A esto se prestaban los enemigos personales de Caballero en el seno del Partido Socialista y de la U. G. T. El 24 de febrero de 1937 los amigos de Caballero hicieron pública la denuncia de que varios militantes socialistas habían sido detenidos sin intervención de la policía oficial. A mediados de abril los periódicos confederales de Madrid denunciaban una serie de asesinatos de campesinos cometidos «por gentuza que lleva el carnet del P. C.». Anteriormente (segunda quincena de marzo) chocaron los campesinos de Vilanesa (Valencia) y la fuerza pública. Motivó estos hechos una protesta de los colectivistas contra la política comercial y arancelaria del gobierno. La policía se excedió en sus funciones y asaltó y destrozó los centros obreros y colectividades. Los campesinos opusieron una fiera resistencia. Por las mismas fechas fue detenido y procesado Francisco Maroto, un anarquista y comandante de milicias en el frente de Granada, acusado de complicidad con el enemigo. El autor de estas acusaciones fue el gobernador civil de Almería, un taimado moscovita que hacia el papel de republicano: Gabriel Morón. Maroto había realizado personalmente incursiones en terreno enemigo y se había introducido algunas veces en la ciudad de Granada que dominaban los rebeldes desde los primeros días de la sublevación militar. Los moscovitas se basaban en estas incursiones para acusarle de alta traición. El Comité Nacional de la C. N. T., saliendo en defensa de Maroto, decía en una nota pública: «Sí Maroto ha entrado en Granada es porque ha sido más capaz que Motón "el héroe de Almería"...» Maroto fue condenado a muerte a raíz de este proceso. Pero le fue conmutada la sentencia. Al terminar la guerra en 1939, Maroto fue fusilado por los vencedores.

El 20 de abril reventaba en Madrid el absceso que minaba la salud de la Junta de Defensa. Esta había sido formada por todos los partidos y organizaciones en noviembre de 1936, al abandonar el gobierno la capital de España. En el seno de la junta el Partido Comunista se libró a su política de intriga y proselitismo desaforados. El consejero de Orden Público de dicha Junta era José Cazorla, joven ex socialista, ahora comunista de las J. S. U., como Santiago Carríllo y otros. Cazorla hizo detener a un joven que resultó ser sobrino del subsecretario de Justicia Mariano Sánchez Roca. Durante unos setenta días se ignoraba el paredero del detenido. El cenetista Melchor Rodríguez, delegado especial de Prisiones, logró descubrir el lugar de secuestro. Se trataba de una «cheka» del Partido Comunista instalada en la calle Fernández de la Hoz. El escándalo dio lugar a otros descubrimientos. Se decía que Cazorla traficaba con los detenidos para recaudar dinero para el Partido. El gobierno aprovechó estas graves denuncias para disolver la junta de Defensa en fecha 23 de abril, instalando en Madrid un Consejo Municipal.

El escándalo de las «chekas» no hacia más que empezar. Por aquellos días se hizo pública otra denuncia de la existencia de otra «cheka» en Murcia. Castilla Libre, diario de la C. N. T., publicaba este suelto:

«Nosotros ni nos hemos opuesto ni nos opondremos a que se fusile a ningún fascista, sea el que sea. Pero nos opondremos siempre a que se atormente a nadie antes de hacer con él la justicia ejemplar que el pueblo precisa y reclama. Pero en Murcia se da el caso de que los atormentados no eran únicamente fascistas. Individuos pertenecientes a organizaciones revolucionarias y a partidos del Frente Popular fueron sádicamente torturados en la famosa ergástula clandestina de Murcia. Y hasta un compañero de la C. N. T. ( ... ) sufrió la horrible tortura de que le sacasen los ojos antes de desaparecer su pobre cuerpo martirizado.»

La prensa del Partido Socialista se unió a la campaña de protesta, pues muchos de sus militantes habían sido también torturados en Murcia.

La disolución de la junta de Defensa de Madrid hizo que arreciara la campaña contra Largo Caballero. Este replicó con unas disposiciones encaminadas a limpiar el cuerpo de Comisarios del proselitismo del P. C. En su libro ya citado escribe Largo Caballero: «Publiqué otra disposición anulando todos los nombramientos de comisarios hechos sin mi firma... Uno de los más responsables era Alvarez del Vayo, afiliado al Partido Socialista, ministro de Estado y comisario [general], que hasta entonces se había manifestado como amigo mío incondicional. Se titulaba socialista pero se hallaba incondicionalmente al servicio del Partido Comunista... Hice comparecer a Alvarez del Vayo; le recriminé por su conducta y por los nombramientos hechos sin mi conocimiento y firma, en número de más de doscientos en favor de comunistas ... ».

A partir de este instante los agitadores empezaron a buscar un sucesor al, presidente del Gobierno. En su libro Agent de Staline, el ex general Walter Krivitsky ha revelado lo siguiente: «En aquel momento Caballero era universalmente considerado como favorito del Kremlin, pero Stachevski había ya escogido a Negrín como el sucedor de aquél [porque] no había favorecido la actividad de la O. G. P. U. que bajo la dirección de Orlov había emprendido en España, como en Rusia, una gran depuración de todos los disidentes, independientes y antiestalinistas, que el partido calificaba en bloque de trotskistas» (página 128).

El proceso contrarrevolucionario seguía una evolución paralela con el proceso político. El 26 de noviembre de 1936 las representaciones nacionales de la C. N. T. y la U. G. T. habían firmado unas bases preparatorias con vistas a un pacto futuro de unidad entre las dos centrales sindiciales. El Partido Comunista acusó el golpe y lanzó la consigna de que se tramaba una conjura sindical contra los partidos políticos y directamente contra el P. C. Los partidos republicanos picaron el anzuelo. El sector derechista del Partido Socialista activó sus negociaciones de cara al Partido Unico del Proletariado.

Seguidamente se fraguaba el primer cisma en el gobierno catalán. Dirigía la maniobra en Cataluña el propio cónsul general de la U. R. R. S. Una nota publicada por este Consulado acusaba a La Batalla, periódico del P. O. U. M., de «prensa vendida al fascismo internacional». La tal nota, que abusaba con descaro de las prerrogativas consulares, contenía en síntesis todo el programa de difamaciones desarrollado seguidamente contra el Partido Obrero de Unificación Marxista. La nota es del 27 de noviembre, y el 13 de diciembre se producía la crisis en el Gobierno de la Generalidad.

El P. S. U. C. condicionaba la solución de la crisis a la eliminación política del P. O. U. M. Era el primer paso para la eliminación física de sus dirigentes y también el primer tiro por alto contra la C. N. T. y la F. A. I. Internacionalmente estaba en desarrollo la depuración «antitrotskista» en el seno de los partidos comunistas, persecución abierta en 1934 cuando el «asesinato» de Kirov.

La hostilidad stalinista contra el P. O. U. M., además de un problema de exclusivismo político, planteaba una cuestión de hegemonía sindical. El P. O. U. M. tenía gran influencia en la U. G. T. catalana, a la que había dado vida con mucha anterioridad a la creación del P. S. U. C. Después del 19 de julio de 1936 sacaron a la U. G. T. catalana de su anonimato todos los partidos que estaban enfrente de la C. N. T. La U. G. T. se nutriría principalmente de todos los elementos de la pequeña burguesía. Interesaba a los stalinistas deshacerse de un temido rival dentro de los sindicatos ugetistas. Por tanto, urgía la eliminación política del P. O. U. M. La crisis de la Generalidad se planteó con este propósito.

La crisis quedó resuelta el 15 del mismo diciembre mediante un «gobierno sin partidos políticos», formado por la U. G. T., la C. N. T., la Unión de Rabassaires y la Izquierda Republicana de Cataluña, este a título de representante de la pequeña burguesía. Las personas apenas cambiaron. Comorera y Valdés, que en el gobierno anterior representaban al P. S. U. C., ahora representaban a la U. G. T. Estos mismos personajes habían sido los que habían planteado la crisis. Se trataba de los mismos perros con diferentes collares. El P. O. U. M., por consiguiente, quedó eliminado.

En el nuevo gobierno se hizo otro reparto de los departamentos o consejerías. La de Abastecimientos pasó de manos del cenetista Domenech a las del comunista Comorera (secretario general del P. S. U. C.), el cual se empleó inmediatamente en una campaña de desprestigio de su antecesor. Se intensificó entonces el racionamiento de los principales artículos alimenticios, especialmente el suministro de pan. La causa era achacada a la escasez de harina (por negligencia del consejero anterior) y al caos producido en la industria de la panificación (a causa de la total colectivización de este servicio). La verdad es que se procedía a la ocultación de importantes depósitos de víveres a fin de avivar la protesta de la población civil. Cuando ésta se producía, agentes comunistas emboscados hacían correr el rumor sobre la responsabilidad de la C. N. T. en la escasez del pan, lo cual daba lugar a manifestaciones anticonfederales dirigidas.

Por aquellos días (20 de enero de 1937) había llegado al puerto de Barcelona un nuevo barco soviético cuyo cargamento oficial eran 901 toneladas de trigo, 882 toneladas de azúcar y 568 toneladas de mantequilla. La gente de la calle bromeó mucho con el Último de estos artículos, pues en la vertiente española del Mediterráneo no se consume apenas mantequilla. Se quería suponer que la llamada «mantequilla» no era otra cosa que cañones y aviones. Y aunque en los medios oficiales se aseguraba que la tal mantequilla era auténticamente de leche de vaca nadie lo creía. Los propios elementos oficiales subalternos acabaron por creer que para burlar el control de la No Intervención los rusos habían disimulado el nombre del material de guerra que enviaban a España. La verdad es que el material de guerra ruso no se descargaba nunca en Barcelona, sino en Alicante o en Cartagena, lejos de donde operaban las columnas anarquistas. Con estos cargamentos de víveres el gobierno ruso contribuía al alza de las acciones del nuevo consejero de Abastecimientos del gobierno catalán.

Otra de las medidas del nuevo gobierno de la Generalidad fue la reorganización de los servicios de policía. El 24 de diciembre, el consejero de Seguridad Interior (Artemío Ayguadé), comunista que se hacia pasar por republicano, daba posesión al nuevo comisario general de policía, Eusebio Rodríguez Salas, afiliado políticamente. al P. S. U. C. El nuevo comisario se apresuró a montar una ruidosa campaña contra los «elementos incontrolados» que a decir suyo realizaban pesquisas y ejecuciones por su cuenta particular. Otra de sus campañas de escándalo fue contra los supuestos «cementerios clandestinos», que no eran otros que los lugares en que habían sido enterrados los elementos facciosos fusilados durante los primeros meses de la revolución. Esta clase de ejecuciones se habían producido en todo el territorio republicano y habían intervenido directa o indirectamente en ellas todos los partidos y organizaciones, principalmente los comunistas. A éstos les interesaba ahora cargar toda la responsabilidad sobre sus rivales políticos. Para mejor impresionar a la galería internacional Rodríguez Salas se dedicaba a desenterrar cadáveres y a promover manifestaciones de duelo con las viudas y demás deudos de los fusilados. Las emisoras facciosas comentaban con delectación las macabras campañas del nuevo comisario de policía, especialmente Radio Sevilla cuyo speaker era el general Queipo de Llano en persona. Estas intrigas iban también dirigidas contra la C. N. T. - F. A. I.

El 23 de enero la U. G. T. catalana, piloteada por el P. S. U. C., celebró un «congreso» de pequeños propietarios del campo. El congreso fue más bien un acto de propaganda contra las colectividades a cargo de oradores comunistas no campesinos.

Estas turbias maquinaciones dieron pronto su fruto entre los pequeños propietarios enemigos de la colectivización. Estos se levantaron en armas en La Fatarella, un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona, siendo duramente reprimidos por las Patrullas de Control, especie de policía móvil formada por todos los partidos y organizaciones en agosto de 1936. La operación punitiva de las Patrullas produjo una treintena de muertos entre los levantiscos y algunos muertos y heridos entre las fuerzas de la represión, en la que habían tomado también parte guardias de asalto de la Generalidad de Cataluña. La responsabilidad era, pues, colectiva; pero los dirigentes del P. S. U. C. trataron de endosarla enteramente a la C. N. T. y al P. O. U. M.

La tirantez entre ambos sectores rivales iba en aumento, y algunos choques aislados se produjeron en las calles de Barcelona al intentar las fuerzas uniformadas de Rodríguez Salas desarmar a todo paisano portador de armas. En medio de esta atmósfera espesa se produjeron a principios de marzo dos sucesos muy significativos. En primer lugar el consejero de Seguridad Interior dictó varios decretos, al parecer muy personalmente, disponiendo lo siguiente: disolución del Consejo de Seguridad Interior, formado por representantes de todos los sectores antífascistas; disolución de los Consejos de Obreros y Soldados, encargados de depurar los cuadros profesionales de los antiguos oficiales del ejército; disolución de las Patrullas de Control; prohibición para los guardias, oficiales y jefes de policía de formar parte de organizaciones y partidos políticos, bajo pena de expulsión, etc. Dichos decretos aparecieron el 4 de marzo y su publicación hubo de producir una nueva crisis en el gobierno de la Generalidad.

Otro de los hechos significativos fue la sustracción de 12 tanques de los depósitos de las industria de guerra de Barcelona. Los sustractores fueron descubiertos y resultaron altos militares del cuartel Vorochilof, controlado por el P. S. U. C. La maniobra fracasó, y sobre ella escribía Solidaridad Obrera el 7 de marzo: «Si no se sustrajeron esos tanques para llevarlos al frente, ¿para qué se realizó operación tan brillante? Presumimos en esto un bosquejo de intento dictatorial contra el que, todos saben, nos alzaríamos inmediatamente. »

La nueva crisis del gobierno de la Generalidad quedó planteada el 26 de marzo. Como formula de solución la C. N. T. exigía una estricta proporcionalidad representativa en los cargos políticos. Por otra parte pedía la anulación de los antedichos decretos de Orden Público. Una nota de la F. A. I. decía: «Desde la consejería de Abastecimientos no deben servirse los intereses de los partidos, sino los del pueblo en general. Y desde Seguridad Interior no debe tratarse de escamotear las esencias de la revolución en marcha.»

La crisis se prolongó un mes y durante su tramitación se produjeron situaciones de peligrosa tensión. El 30 de marzo el Comité Regional de la C. N. T. cursaba instrucciones a sus militantes, federaciones y sindicatos recomendándoles estuviesen vigilantes y en contacto permanente.

Otra de las causas de la crisis fue la campaña comunista contra el consejero de Defensa de la Generalidad, el cenetista Francisco Isgleas. Se le hacía responsable de que en el frente de Aragón no se realizasen operaciones militares ofensivas. Ya se ha dicho en un capítulo anterior que en el frente de Aragón escaseaban las armas y principalmente municiones. Sin embargo, encopetados líderes del Partido Comunista trataban públicamente a los milicianos anarquistas de cobardes.

Lejos de rectificar sus difamaciones las ampliaron a las industrias de guerra de Cataluña, creadas precisamente para proteger a los milicianos de Aragón contra la desidia, a veces intencionada, del gobierno central. Barcelona, con Bilbao, era el primer centro metalúrgico de España. Las industrias de guerra fueron montándose por imperio de las necesidades de la guerra. Sus productos iban destinados a todos los frentes de la República.

Los trabajadores y técnicos de la C. N. T. pusieron en la empresa todo su talento y competencia profesional. Se trataba, pues, de una realización de los sindicatos de la C. N. T.

En un congreso organizado por los jóvenes comunistas en Madrid (principios de abril), los oradores arremetieron contra el frente de Aragón, argumentando que su paralización era debido a que estaba formado por un 75 por 100 de anarquistas . El mismo secretario general de la J. S. U. declaraba gratuitamente que existían en Cataluña fábricas de guerra magníficamente instaladas, empleadas solamente para fabricar munición para pistola. Otros oradores añadieron que en las fábricas de guerra catalanas, en vez de ametralladoras y fusiles, se fabricaban artículos domésticos. Estas propagandas eran amplificadas por los diarios Mundo Obrero (Valencia) y Treball (Barcelona), órganos oficiales del P. C. y el P. S. U. C.

La crisis del gobierno de la Generalidad —como llevamos dicho— duró exactamente un mes. El 26 de marzo quedó resuelta con los mismos personajes del gobierno anterior. Los decretos de Orden Público quedaron en suspenso. Pero los incidentes no habían hecho más que empezar.

El 25 de abril, en una localidad vecina a Barcelona (Molins de Llobregat), se produjo un misterioso asesinato. En un cruce de caminos unos desconocidos dispararon sus armas al paso de un automóvil ocupado por el militante del P. S. U. C. Roldán Cortada. Este resultó muerto. Este atentado dio pretexto para la detención de varios anarquistas de la comarca del Bajo Llobregat.

Para que puedan apreciarse las circunstancias misteriosas de este hecho interesa puntualizar lo siguiente:

1º La comarca del Bajo Llobregat era la más densa en militantes anarquistas de la región catalana. Durante los movimientos revolucionarios del 8 de enero y 8 de diciembre de 1933, en Hospitalet de Llobregat —sede del Comité Comarcal— se había proclamado el comunismo libertario.

2º Los anarquistas de la comarca del Bajo Llobregat se habían distinguido siempre por su extremismo revolucionario. Las fuerzas conservadoras de Barcelona acusaban de anticatalanes a los trabajadores de esta comarca a causa de que afluían a ella emigrantes económicos de todas las regiones de España, especialmente de Murcia. Los anarquistas de Hospitalet de Llobregat eran motejados de «murcianos» («extranjeros» procedentes de Murcia) por los políticos catalanistas.

3º Después del 19 de julio de 1936 en la comarca del Bajo Llobregat se desarrolló un importante movimiento colectivista, de un tipo socializador muy avanzado. (Véase el capítulo X de este libro.)

4º Al iniciarse la etapa de colaboración gubernamental por la C. N. T., los militantes del Bajo Llobregat, fieles a su extremismo anarquista, se constituyeron en movimiento de oposición a la participación de la C. N. T. - F. A. I. en los gobiernos, y contra la militarización de las milicias. En Hospitalet de Llobregat se publicaba el periódico Ideas, de oposición y crítica al desviacionismo libertario.

5º A pesar de las activas pesquisas de la policía no pudieron ser hallados los culpables del asesinato de Roldán Cortada. Sin embargo, fue detenido Luis Cano, consejero de Defensa del Consejo Municipal de Hospitalet de Llobregat, el cual, junto con otros militantes anarquistas, fue procesado. El juzgado competente no pudo retener contra Cano y sus compañeros ningún cargo de culpabilidad en el asesinato, limitándose el juez a declarar: «Con respecto a la investigación del sumario que podríamos llamar principal, ni el citado Cano ni los seis detenidos que fueron puestos en libertad, tuvieron la menor intervención directa ni indirectamente en el asesinato de Cortada.» Cano solamente fue procesado «por ejercer funciones privativas del consejero de Seguridad Interior».

6º Veamos ahora quién era Roldán Cortada. Antiguamente había sido militante de la C. N. T. Cuando la dictadura de Primo de Rivera se había refugiado en Francia como tantos militantes. De Francia pasó a Suiza, posiblemente expulsado de aquel primer país como tantos compañeros de organizaciones que dedicábanse a conspirar contra la dictadura española en país galo. En vísperas de la caída de la dictadura, Roldán Cortada volvió a España junto con otros emigrados para activar la lucha clandestina contra el régimen militar. Durante los primeros años de la República, Cortada actuó intensamente en el Sindicato de la Construcción de Barcelona, y al producirse en 1931 la escisión confederal fue uno de los firmantes del manifiesto disidente llamado de los Treinta. Finalmente, después del levantamiento militar del 19 de julio, Roldán Cortada ingresó en el P. S. U. C., distinguiéndose por sus ataques a sus antiguos compañeros.

Con estos elementos de juicio podríamos aventurar la siguiente hipótesis: Roldán Cortada pudo haber sido asesinado por los propios elementos stalinistas para crear un hecho explosivo en perjuicio de la C. N. T. El lugar escogido para el atentado (un foco extremista confederal) haría evidentes los móviles Políticos del asesinato. Con mayor motivo si Roldán Cortada era un tránsfuga que al pasar a las filas comunistas había traicionado los secretos de su antigua organización.

La tesis contraria es difícil de sostener. El juez instructor del sumario no pudo sostener ninguna prueba de la participación anarquista en el atentado. Por otra parte, en la historia de la C. N. T. se han dado pocos casos de represalia contra los tránsfugas. Las únicas represalias fueron dirigidas contra los pistoleros del Sindicato Libre que en 1919-23, a sueldo del Gobierno Civil, habían asesinado a muchos cenetistas, tales como Salvador Seguí, Evelio Boal, José Comas, Francisco Layret (éste abogado de la C. N. T.) y otros. Estas represalias se produjeron en las primeras semanas de la revolución, y las principales víctima fueron Ramón Sales e Inocencio Feced, a los cuales ya conocemos.

Por el solo hecho de haberse pasado al partido contrario no hubo nunca represalias. Algunos jefes comunistas habían sido antes anarquistas. Vamos a señalar algunos casos.

Joaquín Maurín y Andrés Nin habían sido los fundadores del Partido Comunista en Cataluña, aunque más tarde se separaron de la línea ortodoxa. Ramón Casanellas se había refugiado en Rusia después de su participación en el atentado que causo la muerte al presidente del Consejo de Ministros Eduardo Dato. Al regresar a España en 1931 se había convertido en un jefe comunista y realizó impunemente campanas insidiosas contra la organización confederal. Otro de los grandes tránsfugas fue Rafael Vidiella, que en 1922 había sido redactor de Solidaridad Obrera y fue uno de los principales fundadores del P. S. U. C. Otro de los dirigentes del Partido Comunista español fue Manuel Adame, ex cenetista, que al proclamarse la República escindió a la C. N. T. en Andalucía y otras provincias. El propio José Díaz, secretario general del Partido Comunista español durante la guerra civil, procedía también de las filas confederales andaluzas.

Está demostrado que nunca hubo represalias contra los que cambiaban de credo político habiendo sido militantes de la Confederación. Las luchas violentas entre anarquístas y comunistas (especialmente en Sevilla, Málaga, Córdoba, Granada, etc.) lo fueron por la hegemonía en la dirección que unos atacaban y otros defendían; luchas entre grupos rivales, jamás con fines de represalia contra el tránsfuga.

El asesinato de Roldán Cortada fue explotado por el P. S. U. C. como un hecho de venganza política, para envenenar el clima de hostilidad ya creado contra la C. N. T. y con vistas a la gran provocación que no tardaría en producirse. Con ocasión del entierro del cadáver, el P. S. U. C. organizó una imponente manifestación a la que se «sumaron» fuerzas armadas militares y de policía que desfilaron provocativamente por las principales calles de Barcelona durante varias horas gritando consignas amenazadoras contra los anarquistas. Cortada fue el Calvo Sotelo, el protomártír de la cruzada comunista.

Estas amenazas no tardaron en hacerse efectivas. Dos días despues del atentado de Molins de Llobregat, elementos stalinistas revueltos con tropas de carabineros del gobierno central ocuparon la frontera con Francia y entraron en colisión con las milicias de la C. N. T. que desde el 19 de julio de 1936 se encargaban allí de asegurar el control. En una emboscada cerca de Puigcerdá resultaron muertos tres militantes de la C. N. T. La agitación se extendió a toda aquella comarca fronteriza al acudir refuerzos confederales desde Lérída, Aragón y la Seo de Urgel. Los agresores quedaron bloqueados durante unos días. El incidente quedó apaciguado por intervención de los comités cenetistas de Barcelona, dando por resultado la entrega de la plaza de Puigcerdá a las fuerzas del gobierno central.

Y llegó el 1 de mayo, fecha tradicionalmente festejada en España en recuerdo de los mártires de Chícago. La electricidad que saturaba la atmósfera malogró la celebración en un ambiente de fraternidad revolucionaria. El gobierno central, so pretexto del drama que se vivía en los frentes, y de la necesidad de intensíficar la producción de guerra, declaró la jornada «día de trabajo». En Cataluña la fuerza pública «trabajó» mucho molestando a los ciudadanos con cacheos por las calles y otras pesquisas. Los afiliados de la C. N. T. eran desarmados y detenidos. El carnet y otras contraseñas confederales eran destruidos en presencia de los poseedores, quienes, además, eran objeto de groseros improperíos.

El 2 de mayo Solidaridad Obrera amonestaba en estos términos:

«La garantía de la revolución es el proletariado en armas. Intentar desarmar al pueblo es colocarse al otro lado de la barricada. Por muy consejero o comisario que se sea no se puede dictar orden de desarme contra los trabajadores que luchan contra el fascismo con más generosidad y heroísmo que todos los políticos de la retaguardia, cuya especialidad e impotencia nadie ignora. ¡Trabajadores: que nadie se deje desarmar por ningún concepto! ¡Esta es nuestra consigna!»

Era el prólogo del gran drama.


 

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