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XIX

EL CONSEJO DE ARAGON

 

Ya hemos señalado que el 15 de septiembre de 1936 había tenido lugar en Madrid un Pleno Nacional de Regionales de la C. N. T., acuerdo del cual fue proponer a todos los sectores políticos y sindicales del Frente Antifascista la formación de Consejos Regionales de Defensa vinculados federativamente a un Consejo Nacional de Defensa que haría las funciones del gobierno central.

Este Pleno se repitió el 28 del mismo mes, después de una intensa campaña oral y escrita, para constatar el resultado negativo de aquella iniciativa. El día 27 se reorganizaba el gobierno autónomo de Cataluña con el nombre de Consejo de la Generalidad, y a mediados de octubre se constituía oficialmente, en la ciudad de Fraga (Huesca), el Consejo de Aragón, compuesto íntegramente de militantes anarquistas (Joaquín Ascaso, Adolfo Ballano, José Mavilla, Miguel Jiménez, Francisco Ponzán, José Alberola, Adolfo Aznar y Miguel Chueca). Sabemos que la parte liberada de Aragón estaba, en su mayor parte, ocupada por las milicias de la C. N. T.-F. A. I., bajo cuya protección nacía el Consejo como habían surgido las Colectividades agrícolas.

El Consejo de Aragón aparecía como un hecho consumado impuesto al gobierno central presidido por Largo Caballero, quien, si bien no le ponía reparos, no le daba tampoco su reconocimiento. Los comunistas, sin embargo, abrieron inmediatamente contra el Consejo el fuego de sus baterías, tildándolo de «cantonalista» y «faccioso». El Consejo de Aragón se sentía apoyado por la gran mayoría de los campesinos aragoneses que en aquellos momentos realizaban una atrevida experiencia económica y social al amparo de las columnas militares anarquistas.

En una proclama el Consejo de Aragón aludía a las milicias comunistas de ambas tendencias (P. S. U. C. y P. O. U. M.), y también republicanas, lamentándose de sus desafueros. En la conducta de estos sectores trataba el Consejo de justificar su existencia:

«Se destituyen comités creados por elección popular; se desarma a hombres que dan su vida por la revolución; se amenaza con el fusilamiento, la cárcel y el castigo corporal; y como corolario se imponen nuevos comités creados a hechura del credo político del que comete, estos desmanes. De manera alocada, sin control de ninguna clase, se llevan a cabo requisas de víveres, ganado y objetos de toda clase, en toda la región, que al realizarse de manera tan absurda traerán consigo la ruina de toda la región... Aragón tiene hoy necesidad de sembrar y no tiene grano, abonos ni maquinaria para ello. Sin embargo, todo eso se encuentra en otras regiones; pero para su adquisición se precisa dinero o género intercambiable, y no teniendo lo uno ni lo otro se prevé la negra perspectiva, no sólo para el pueblo aragonés, sino también para todos los españoles que luchan por una sociedad mejor... »

En los primeros días del mes de noviembre Joaquín Ascaso, presidente del Consejo de Aragón, se trasladó a Madrid en pos de un reconocimiento oficial. La petición es expuesta en un extenso documento divulgado simultáneamente por la prensa. En este documento se motivan las necesidades políticas a las cuales obedece la creación del Consejo:

«Las circunstancias de anormalidad por que atraviesa la región aragonesa han hecho sentir la necesidad apremiante de constituir un organismo rector de las actividades sociales, económicas y políticas de este sector del territorio nacional... La inexistencia del Gobierno Civil, Diputación Provincial y todos los organismos regidores de las actividades de las tres provincias aragonesas, y la ocupación de parte de esta región por columnas [militares] no todas sometidas al control de una disciplina ( ... ) han dado origen a una situación caótica que amenaza producir la ruina económica de este territorio... [Fue pues necesaria] la creación de un organismo que viniera a recoger, en primer término, todas las funciones públicas abandonadas... La creación de este organismo tiene hoy el asentimiento pleno del pueblo liberal de Aragón ... »

Adelantándose a las reservas del gobierno, el documento señalaba el propósito de dar participación en el Consejo a los demás sectores políticos de Aragón, inexistentes, improvisados o poco brillantes hasta aquel momento y cuya intervención en los acontecimientos revolucionarios de todo orden había sido más que discreta:

«Y este Consejo, en el que han de tener participación todos los sectores sociales y políticos ( ... ) desea, para obrar con la máxima autoridad, el aval del gobierno de la República...»

Después de expresar «su absoluta identificación con el gobierno de la República y su firme propósito de hacer cumplir todas las disposiciones que de éste emanen» se esboza el alcance de la nueva estructura del Consejo, que será a base de consejeros representantes de todos los partidos y organizaciones sindicales «designados proporcionalmente a los efectivos con que cuentan en aquella región ... »

El Consejo de Aragón abarcará los siguientes aspectos:

«1) Las funciones que competen a los Gobiernos Civiles y Diputaciones Provinciales. 2) Aquellas que le sean delegadas por el Gobierno central, 3) Aquellas que impongan las circunstancias anormales porque atraviesa la región.»

En términos concretos el Consejo de Aragón recababa las siguientes funciones: orden público, reconstrucción económica de la industria y la agricultura, ayuda al mando militar para mayor eficacia de las operaciones de guerra.

El reconocimiento oficial del Consejo de Aragón no se produjo hasta el 17 de diciembre, después de largos y trabajosos trámites. En la nueva organización los libertarios se reservaban 7 puestos, comprendida la presidencia. Izquierda Republicana, U. G. T. y el Partido Comunista obtuvieron 2 puestos para cada uno. El Partido Sindicalista, 1 puesto. Durante el desarrollo posterior de los acontecimientos el delegado sindicalista resultó un libertario más; Izquierda Republicana y la U. G. T. se transformaron en agentes camuflados del comunismo.

El reconocimiento oficial del Consejo de Aragón fue una concesión a corto plazo. La marea contrarrevolucionaria no podía echarle de menos. La marca la empujaban  los comunistas y arrancaba del epílogo desgraciado de los sucesos de mayo.

A últimos de julio los periódicos comunistas iniciaron una operación política de gran estilo. Empezaron denunciando proyectos de atentados terroristas de los anarquistas. «Si no se prueba [la acusación] el anatema tajante de traidor caerá sobre el difamador», afirmaba la C. N. T. Detalle sintomático: por aquellos días resultó ileso de un atentado el presidente de la Audiencia de Barcelona.

La orquestación comunista tomó entonces otro tema: la defensa de la Unión Soviética atacada por Federica Montseny, en el mitin del Olimpia de Barcelona conmemorativo del 19 de julio («La revolución rusa siguió adelante rebasando el período del gobierno de Kerenski; el pueblo destruyó la tiranía de los zares, pero creó la tiranía de Stalin. Siguen los fusilamientos ... »)

Solidaridad Obrera del 4 de agosto replicaba a los vestales moscovitas:

«Nuestro agradecimiento a la U. R. S. S. por el apoyo prestado a España es infinito. Pero eso no quiere decir que los que en España representan al partido que detenta el poder en Rusia se crean en el derecho a todo por lo que la U. R. S. S. ha hecho en favor de España. Si tal cosa ocurriera perdería inclusive la Unión Soviética el derecho a nuestro agradecimiento. Porque se agradece lo que se recibe, lo que se da generosamente, no lo que se vende ni lo que se compra.»

Cuando la controversia parecía terminada se produjo otro ataque por un flanco distinto. El día 8, en un mitin celebrado en Valencia, el jefe del P. S. U. C., Juan Comorera, arremetía destempladamente contra los anarquistas de Cataluña:

«El proletariado estaba influenciado por el anarquismo y por los partidos de izquierda. Con las unión de los cuatro partidos marxistas de Cataluña comenzó a variar y se luchó contra el dominio casi absoluto del anarquismo y contra las influencias de los partidos de izquierda. Hoy hemos vencido nosotros y hemos acabado con las provocaciones y con los fascistas... Hemos vencido las dificultades y hemos eliminado a los valientes de las carreteras pero cobardes en los frentes ... »

Por los acontecimientos que vamos a relatar podrá apreciarse que todas estas campañas no eran más que una preparación artillera con vistas a operaciones de gran alcance político. El objetivo del ataque era el Consejo de Aragón. Los comunistas creían haber aplastado el foco anarquista de Cataluña. Ahora se proponían apagar el foco libertario de Aragón.

El 19 de julio de 1937, en su discurso conmemorativo, el presidente de Aragón abundó en presagios de la peor especie. Aquel discurso estaba llamado a ser una especie de canto de cisne: « ...sería lamentable que hubiera quien pretendiera jugar con él [Consejo de Aragón], porque se le obligaría a sacar las uñas de hierro y sus acerados dientes».

El presidente hizo seguidamente el balance de las realizaciones de un año de gestión: se había suprimido la especulación y la usura; se habían construido infinidad de caminos y carreteras con ayuda desinteresada de los milicianos; se inauguraron líneas de transporte y viajeras; se tendieron líneas telefónicas; se empezó a poner en práctica la construcción de un ramal de ferrocarril, cuyo proyecto yacía olvidado hacía 16 años; los municipios habían asumido su verdadera función soberana; las colectividades aragonesas eran, a pesar de las deficiencias, la maravilla de la revolución, etc.

«Es la hora —decía— de señalar defectos, errores, y de apuntar rectificaciones que las hermoseen mas. Combatirlas en el mitin y en la prensa, con el afán de atraerse adeptos descontentos, muestra de manera clara la contextura moral y la firmeza ideológica de quienes tales cosas realizan.»

El orador, muy especialmente, señaló en su discurso el pacto firmado por los representantes de todas las fuerzas políticas y sindicales de Aragón, una de cuyas cláusulas decía:

«El Consejo hará respetar la voluntad de los campesinos para trabajar la tierra individual o colectivamente, a fin de evitar el descontento que pudo crearse acaso por las rápidas transformaciones de los primeros momentos. Pero aunque el Consejo de Aragón será defensor de la pequeña propiedad, habrá de mantener incólumnes los acuerdos de las dos sindicales —U. G. T. y C. N. T.— para evitar que se pueda volver al sistema despreciable anterior al 19 de julio.»

Otras de las cláusulas del pacto se refería al orden público en la retaguardia y al esfuerzo de colaboración en la guerra:

«El Consejo de Aragón, que ha de ser un entusiasta colaborador del gobierno legítimo de la República, intensificará la producción en la retaguardia, movilizará todos los recursos de la región para el mejor desarrollo de la guerra, [avivará] el espíritu, antifascista de las masas ( ... ), desarrollará una intensa depuración de las zonas liberadas, imponiendo un orden implacable y persiguiendo a los fascistas emboscados, a los derrotistas especuladores ...»

A principios de agosto se había reunido en Barbastro el llamado Frente Popular de Aragón, formado por el Partido Comunista, la U. G. T. e Izquierda Republicana ya vinculados a la consigna soviética. Los asambleístas coincidieron en que «la política del Consejo de Aragón era equivocada y opuesta a los intereses de la economía de la región». Acordaron, pues, proponer al gobierno la designación de un «gobernador federal» que ejerciera una verdadera autoridad.

El 2 de agosto, en réplica a la asamblea de Barbastro la C. N. T. celebró un Pleno Regional en Alcañiz. Destacamos un pasaje muy significativo de su resolución:

«En Aragón la C. N. T., consciente y segura de su responsabilidad, dice: Que así como desea que no se destroce el frente antifascista por apetencias políticas, ni se traicionen los acuerdos de un pacto que aún tiene la tinta fresca, tampoco está dispuesta, y lo afirma sin jactancia de ninguna clase, a dejarse arrebatar las conquistas logradas en el aspecto político, social y económico.»

El 7 de agosto se celebró un mitin en el mismo Alcañiz. Habló Federica Montseny y con su discurso —el último de una serie que había pronunciado por diversas localidades de Aragón— se esforzó en disipar la impresión de la campana comunista contra el Consejo. No obstante, la oradora señaló que el Frente Popular había nacido tarde y con daño, opuesto al Frente Antifascista.

El primero había sido creado en febrero de 1936 con miras electorales, por los partidos políticos exclusivamente; el segundo nació en las barricadas del 19 de julio y abarcaba a todos los sectores políticos y sindicales. La resurección del Frente Popular era una maniobra de los comunistas para eliminar a la C. N. T. de los puestos de dirección. En Aragón la reconstrucción del Frente Popular perseguía la destrucción del Consejo.

Así las cosas, el 11 de agosto se produjo el gran trueno. Un decreto del gobierno, formado por dos artículos y un corto preámbulo, proclamaba disuelto el Consejo de Aragón y cesantes su presidente y consejeros. El preámbulo hablaba de crisis de autoridad en Aragón y de la necesidad imperiosa de concentrar la autoridad del Estado. Seguidamente fue nombrado un gobernador general en la persona del criptocomunista Ignacio Mantecón que figuraba en el difunto Consejo como republicano. Mantecón siguió perteneciendo a la política comunista durante todo el período de la guerra sin abandonar su disfraz de republicano. La careta fue arrojada una vez en el exilio.

La solución del Consejo de Aragón se produjo cuando el Frente Popular aragonés se había comprometido a defenderlo. Pero antes de publicar el decreto de disolución el ministro de Defensa (Prieto) había despachado hacia Caspe a la 11 División, mandada por el famoso jefe comunista Líster. Estas fuerzas instalaron al gobernador general con la protección de sus bayonetas. Pero no terminó aquí su tarea. Las colectividades campesinas fueron asaltadas militarmente. Las tierras y herramientas de los colectivistas fueron entregadas a los viejos propietarios expropiados. Más de 600 militantes de la C. N. T. fueron detenidos, hubo entre ellos muertos y heridos, y más de un millar tuvieron que emigrar a otras regiones o buscar refugio en las trincheras amigas.       

Los pequeños propietarios se repartieron las tierras, las semillas y las cosechas protegidos por los soldados y la policía. Las colectividades fundadas por acuerdo mutuo entre pequeños propietarios, quienes se limitaron a juntar las tierras de su propiedad, también fueron destruidas. La 27 División. (P. S. U. C.) y la 30 División (separatistas catalanes) siguieron el ejemplo de la 11 División en sus respectivas zonas de influencia. Las divisiones anarquistas (25, 26 y 28) fueron intimadas a no abandonar el frente por los comités superiores de la C. N. T.-F. A. I. Los nuevos vándalos asaltaron también los locales de las organizaciones libertarias.

Táctica favorita de los comunistas ha sido unir la difamación al ataque traicionero. Frente Rojo, órgano comunista de Valencia, el 12 de agosto aplaudía la represión con lenguaje salpicado de bajas calumnias:

« ... regía caprichosamente los destinos de Aragón leal uno de esos gobiernillos incontrolados... El malestar de la población antifascista evidenció su profundidad en la última reunión del Frente Popular aragonés. Los representantes del pueblo comprobaron el reinecillo de la tropelía y la sometida protesta de las masas populares... Los campesinos aragoneses, el pueblo de esta región leal, al respirar como al salir de una cárcel, vibran como al despertar de una pesadilla... Hay un sistema bien claro y bien triste de lo que significaba ( ... ) el disuelto Consejo de Aragón: el procedimiento de su presidente: es procesado por contrabando de joyas...»

Prueba de esta calumnia es que Joaquín Ascaso, detenido con los consejeros anarquistas, fue puesto en libertad al cabo de un mes, aproximadamente, por no haber podido ser retenida contra él tal acusación.

Las fuerzas militares comunistas invadieron la retaguardia de Aragón en plan de conquistadores. Al irrumpir en un local de la C. N. T. de Caspe destrozaron un retrato de Durruti entre risas y exclamaciones soeces. El diario Nuevo Aragón, órgano oficial del Consejo, fue suprimido y en su lugar apareció El Día, periódico comunista. Al invadir Alcañiz hicieron presos a los componentes del Comité  Regional de la C. N. T. Durante varios días no se supo de su paradero. El Comité Nacional confederal intervino enérgicamente cerca del gobierno, y gracias a su mediación no pudieron llevarse a cabo las prometidas ejecuciones.

Entre los presos del Comité Regional los había que se habían evadido de la zona facciosa durante los primeros meses de la guerra. Los jueces militares (no hay que decir que comunistas) insistieron mucho en acusarles de mantener relaciones con el enemigo. Finalmente no hubo mas remedio que ponerles en libertad.

Bajo el régimen de ocupación militar los Consejos Municipales fueron disueltos y cambiados por comisiones gestoras, como en los buenos tiempos del bienio negro, después de la revolución de octubre de 1934. Los nuevos consejeros eran comunistas ortodoxos o compañeros de viaje. Los consejeros cenetistas habían sido detenidos, sus domicilios asaltados, sus habitaciones desvalijadas, incluso de ropa de uso personal; en los locales de la C. N. T. eran muy codiciadas las máquinas de escribir y los archivos de la organización.

Pasemos ahora a ocuparnos de los atropellos realizados por las demás fuerzas contrarrevolucionarias (27 y 30 Divisiones) en las respectivas zonas. Fuerzas de la 27 División penetraron en Esplús disparando sus armas sobre los campesinos que trabajaban las huertas. Practicaron varias detenciones. Las mismas fuerzas tomaron por asalto el pueblo de Alcolea de Cinca. Detuvieron a los miembros del Consejo Municipal y se apoderaron de gran parte de los víveres destinados a suministrar al pueblo. Instalados en los locales de la C. N. T.-F. A. I. , izaron la bandera soviética en el balcón.

En Barbastro fuerzas de policía y paisanos comunistas asaltaron la casa confederal, se incautaron de ella y practicaron setenta detenciones.

Fuerzas catalanistas de la 30 División penetraron en Angües, invadieron la sede de la C. N. T. y practicaron destrucciones e incautaciones. Fueron detenidos cuatro consejeros del Municipio, de filiación anarquista. Soldados de la 28 División, allí estacionados, rechazaron a los agresores, que en su retirada llevaron consigo cuanto pudieron, incluso aves de corral 1 .

1 Lo expuesto no es más que un pálido reflejo de la realidad. Algunos días después de estos hechos el autor tuvo ocasión de sostener un diálogo con uno de los soldados que a las órdenes de Líster habían intervenido en los sucesos. «Nuestra Brigada —decía aquél— acaba de liberar de las garras del fascismo unos treinta pueblos y ciudades.» Extrañados de que el ejército popular hubiese realizado tan fantásticos avances, pedimos detalles al héroe, resultando que entre las plazas conquistadas al fascismo figuraban Alcañiz y Caspe.

El 14 de agosto, terminada la operación contrarrevolucionaria, Frente Rojo ponía a aquel drama el siguiente epílogo:

«El gobierno del Frente Popular ha hecho una entrada verdaderamente triunfal en Aragón. Los campesinos le saludaron alborozados y llenos de esperanza. Aragón comienza a respirar... Ha terminado, sin duda, una época odiosa y trágica. Bajo el reinado del extinguido Consejo de Aragón ( ... ) ni los ciudadanos ni la propiedad contaban con la menor garantía. El arbitrio y la arbitrariedad de un puñado de nuevos autócratas habían sido elevados a la categoría de sistema de gobierno. Y ese sistema se había impuesto mediante el ejercicio del terror... Aragón es un gigantesco arsenal. El gobierno se han encontrado con gigantescos arsenales de armas y municiones, con depósitos de millares de bombas y centenares de ametralladoras del último modelo. Con cañones y tanques. Y todo este material estaba reservado, no precisamente para combatir en los frentes de batalla, sino como propiedad de quienes quisieron hacer de Aragón un baluarte para las luchas contra el gobierno de la República. La mejor prueba es que las mejores trincheras de Aragón no apuntaban hacia las del traidor Cabanellas 2, sino hacía el lado opuesto... En cuanto a las colectividades diremos que no hay un solo campesino aragonés que no haya sido forzado a entrar en las mismas. El que se resistía sufrió en su carne y en su pequeña propiedad la sanción terrorista. Miles de campesinos han emigrado de la región prefiriendo desertar a soportar las mil medidas torturantes que el Consejo impuso. .. » 3

2 El general Miguel Cabanellas, capitán general de la guarnición de Zaragoza en tiempos de la sublevación militar, después jefe de la junta facciosa de Burgos.

3 Por aquella época en Rusia se colectivizaba a sangre y fuego por Stalin, gran patrón de los redactores de Frente Rojo, y los no colectivistas no podían ni siquiera escapar sino que poblaciones enteras de campesinos rebeldes eran deportadas a Siberia. La única diferencia entre unas y otras colectividades era que las rusas desconocían la libertad por ser engranajes del Estado.

El libelo terminaba con una frase muy significativa: «Bien pronto el frente del Este emulará al glorioso frente del Centro y ésta no será una de las pequeñas victorias del gobierno».

No será necesario decir que los comunistas, que detentan en todos los meridianos la imbatible marca del cinismo y la maledicencia, no pudieron probar nunca las mayúsculas falsedades que propalaban a sabiendas. Los periódicos de la C. N. T. les retaban constantemente a que presentasen pruebas sobre esos fantásticos arsenales encontrados en la retaguardia aragonesa. Pero los calumniadores respondían siempre con evasivas y salidas por la tangente.

Contra todas las apariencias la guerra no había terminado todavía victoriosamente para las armas republicanas; no había llegado aún el momento de repartirse la piel del oso. Contra todas las apariencias, repetimos, por aquellos mismos días se jugaba precisamente la suerte de la resistencia en el Norte. Bilbao se había perdido para la República el 19 de junio. Santander cayó a su vez el 25 de agosto y caería Gijón el 20 de octubre, con lo que quedaría liquidada toda la zona cantábrica leal a la República. Los ejércitos de Franco, libres de aquella pesadilla que les tuvo en jaque durante 16 meses, estarían muy pronto en condiciones para concentrar sus poderosas fuerzas de cara al Mediterráneo, dispuestos a escoger el punto débil donde asestar el golpe definitivo .

En apoyo a la crítica situación militar del Norte se montaron operaciones por el mando republicano con acierto muy discutible. La de Brunete (del 6 al 28 de julio) costó al ejército popular alrededor de 25.000 bajas sin ningún resultado práctico. El mismo día que se perdía Santander se inició otra ofensiva en el Sur-Ebro (sector de Belchite), apoyada por otra en el sector de Huesca. El objetivo era Zaragoza. Aunque los hechos contrarrevolucionarios que hemos narrado tenían en carne viva el resentimiento de las fuerzas confederales  éstas, solicitadas en la operación, llevaron valientemente el peso de la batalla. Las divisiones confederales participantes fueron: en el Sur-Ebro, la 25 División y la 153 Brigada, que se distinguieron en la toma de Belchite. En la parte norte del frente, la 28 División, que avanzo siguiendo el cauce del río Gallego. En el centro, la 26 División debía profundizar a partir del momento en que se insinuase el repliegue enemigo, golpeado por los flancos. Pero la ofensiva principal por el Sur-Ebro fue parada a pocos kilómetros de Zaragoza. La 28 División, situada en condiciones desfavorables, tuvo que regresar a las posiciones de partida.

Los comentaristas no se han puesto de acuerdo sobre sí los fines de estas ofensivas eran militares o políticos. La ofensiva sobre Brunete ha sido por unanimidad tachada de absurda. Desde hacía tiempo se había proyectado (por el estado mayor de Largo Caballero) la rotura del frente enemigo por Extremadura. Los consejeros rusos hicieron fracasar este proyecto y montaron la ofensiva de Brunete. La operación sobre Zaragoza, escogida en un lugar de máximas facilidades para el reagrupamiento de los refuerzos enemigos, no era menos absurda. Posiblemente fue escogido este frente para balancear el poder de las milicias anarquistas, acusadas de inactividad voluntaria, y para acabar con su influencia en la retaguardia aragonesa. El pretexto de la operación facilitaría ambas cosas: el traslado al frente de Aragón de abundantes fuerzas comunistas y la destrucción de las colectividades revolucionarias. Que los comunistas estaban en el secreto de la operación militar está demostrado por el artículo de Frente Rojo que hemos extractado. Decía aquél en el último párrafo: «Bien pronto el frente del Este emulará al glorioso frente del Centro y ésta no será de las pequeñas victorias del gobierno».

Militan en pro de la maniobra política las propias manifestaciones de la prensa comunista cuando proclamaba que el victorioso avance por el Sur-Ebro se debía a la desaparición del Consejo de Aragón y a que los arsenales clandestinos de armas ocultos en la retaguardia habían sido trasladados al frente. La verdad es que por primera vez los milicianos libertarios de Aragón habían recibido el armamento y apoyo táctico necesarios que venían reclamando inútilmente desde los primeros días de la guerra. Y tan bien habían sabido utilizar estos elementos bélicos que mientras gran parte de la 11 División se limitó a ejercer funciones de policía al servicio del gobernador Mantecón, la 25 División y la 153 Brigada asaltaban frontalmente y rebasaban la fortaleza del Belchite.

De que los honores a estas fuerzas no fuesen demasiado lucidos se encargó el propio Líster, escamoteándoselos, y atribuyéndolos a sus propios subordinados. En el momento crítico de las operaciones, Líster cursó un telegrama al general Miaja que publicó al mismo tiempo toda la prensa:

«En el momento histórico en que nuestro glorioso ejército avanza sobre Aragón, contrarrestando así la brutal ofensiva del invasor en el Norte, envió un saludo cariñoso en nombre de todos los combatientes de la 11 División, que ha puesto en el combate el mismo ardor y entusiasmo que demostraron en el frente de Madrid.»

Del 6 al 11 de septiembre fue autorizada la C. N. T. aragonesa para celebrar un Pleno Regional de Sindicatos. Tuvo lugar en Caspe a la sombra de las bayonetas de la 11 División. Allí se adoptó una moción que reclamaba la libertad de los presos no sometidos a proceso; la tramitación rápida de los procesos; el cese de las persecuciones; la reapertura de los sindicatos; facilidades para la reorganización de las colectividades y reorganización de los Consejos Municipales.

A este Pleno acudieron 200 delegados, la mayor parte colectivistas. Prácticamente era un pleno de colectividades, como demuestra este otro dictamen:

«Considerando que nuestra vida de relación, tanto en el orden sindical como en el económico, tiene que tender a simplificarse, estimamos procedente que junto al Comité Regional de la C. N. T., funcione una comisión ( ... ) de relaciones colectivistas, que asuma idénticas funciones que el actual Comité Regional de Colectividades.»

Al primer Congreso de Colectividades de Aragón, celebrado en febrero de aquel mismo año, habían acudido 500 delegados (había entonces 450 colectividades registradas en la región), lo que puede servir de dato para constatar el alcance de la represión.

De todas maneras las colectividades volvieron a tomar un incremento considerable. Pero se desenvolvieron con mayores dificultades y eran menos los colectivistas. La colectividad de Peñalba, que a principios de la revolución estaba compuesta por todo el pueblo (1.500 habitantes), quedó reducida a 500 colectivistas. No hay datos completos sobre las repercusiones de la represión en esta segunda etapa de colectivización, pero la cifras de aistentes a los dos congresos de Caspe (500 y 200, respectivamente) pueden servir de comparación. Es muy posible que en esta segunda etapa la colectivización reflejase más fidedignamente la sinceridad de convicciones de sus componentes. Estos habían sido sometidos a dura prueba, y los que fueron capaces de resistirla eran colectivistas a prueba de todas las adversidades. Sería, sin embargo, ligereza calificar de anticolectivistas a todos los que abandonaron la colectivización en esta segunda etapa. El temor, la coacción, la inseguridad del porvenir hicieron mucho peso en la decisión de un importante sector del campesinado aragonés.

En cuanto a la benevolencia del gobierno, que había permitido el nuevo agrupamiento de los colectivistas, no ofrece ninguna sorpresa. La política agraria del ministro Vicente Uribe (miembro del Comité Central del Partido Comunista) se había distinguido siempre por una serie de virajes bruscos. No hay más que examinar el tono de sus decretos y órdenes para comprobarlo. El fondo del decreto del 7 de octubre de 1936 era anticolectivista. Este decreto fue atenuado por una orden dada en el verano de 1937, encaminada a enmendar el caos producido por el decreto. Había que salvar la cosecha a toda costa. La orden era un plazo dado a los colectivistas para que legalizasen sus empresas con arreglo a unas normas legales, tan complicadas como vejatorias. Las colectividades que no estuviesen en regla el 31 de octubre próximo serían disueltas y las tierras entregadas a sus antiguos poseedores .

Pero una vez salvada la cosecha de 1937, que era el propósito verdadero de la orden, se produjo la represión en Aragón y la destrucción de sus colectividades. La danza macabra de comunistas y propietarios reaccionarios trajo como consecuencia la ruina de la agricultura aragonesa. Los colectivistas que no estaban en las cárceles se hallaban perseguidos o se habían refugiado en otras regiones o buscado amparo en el seno de las divisiones confederales. En estas condiciones llegó la hora de preparación de la próxima cosecha. Los pequeños propietarios triunfantes no podían trabajar con sus propios brazos las fincas en que se habían instalado. Los campesinos desposeídos, colectivistas intransigentes, se negaban a trabajar en régimen de propiedad y con mayor motivo a alquilar sus brazos por un salario.

Ante tan delicada situación, calibrando las repercusiones económicas, el gobierno, dispuesto a asegurar las labores de otoño con vistas al próximo año agrícola, no tuvo más remedio que transigir nuevamente. Las colectividades fueron otra vez autorizadas. Los presos fueron puestos en libertad. La colectivización se puso en marcha. Se prepararon las nuevas siembras. Pero la cosecha esta vez la hizo Franco. En la primavera de 1938 todo Aragón y parte de Cataluña y Valencia serían invadidas por los ejércitos fascistas.

No se puede jugar impunemente a desmoralizar un frente y su retaguardia. La referida frase de Frente Rojo («Bien pronto el frente del Este emulará al glorioso frente del Centro») tomaba proporciones de sarcasmo. Efectivamente, el derrumbamiento del frente del Este anularía en pocos meses las glorias de todos los frentes.


 

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