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XXII

LA CRISIS DEL MOVIMIENTO LIBERTARIO

 

Hemos podido comprobar en el curso de esta narración la casi completa subordinación de la F. A. I. a la C. N. T. desde que se iniciaron las hostilidades revolucionarias del 19 de julio de 1936. Las cosas, sin embargo, iban a cambiar. Una crisis sorda latía en el seno del Movimiento Libertario desde los sucesos sangrientos de mayo de 1937. La «pacificación» de aquellos sucesos por el « ¡alto el fuego! » de los comités superiores ofendió profundamente a los militantes revolucionarios que en dicha ocasión estuvieron dispuestos a ir a fondo en la lucha de exterminio contra los incorregibles adversarios y sus aliados. El «alto el fuego» no sólo era un respiro para ese adversario, sino que cambiando el equilibrio de fuerzas le haría crecerse después de haber descubierto el punto débil de las organizaciones libertarias. Este punto débil era la incapacidad de resistencia de los elementos oficiales de la C. N. T. - F. A. I. Al provocar aquellos luctuosos sucesos, los provocadores se habían propuesto confirmar el grado de impunidad de sus futuras ofensivas contrarrevolucionarias. La reacción entre los militantes anarquistas nacía del presentimiento que tenían de un descenso vertiginoso de su influencia como Movimiento. Efectivamente, lo que siguió desde el mes de mayo de 1937 es una demolición sistemática de las posiciones anarquistas heroicamente conquistadas el 19 de julio.

Sin embargo hubo por algún tiempo esperanza de que la guerra sería ganada por las milicias populares. Pero al producirse el desastre de Aragón (primavera de 1938) el futuro se fue perfilando ante ellos con toda su trágica realidad. Tímidas reacciones fueron produciéndose incluso entre los más optimistas temperamentos. Persistía todavía la costumbre de censurar en escritos y discursos el menor síntoma de vacilación en la moral de victoria cuando empezaron a recibirse tan fuertes golpes como la pérdida completa del Norte, la reconquista de Teruel por el enemigo y el desastre de Aragón seguido de las invasiones alarmantes de Cataluña y Valencia. Los que tanto habían transigido en sus convicciones anarquistas en aras de la lucha común contra el fascismo empezaban a preguntarse si valía la pena ofrendar nuevos sacrificios.

A medida que la certidumbre de que la guerra se perdía iba afianzándose se producían controversias borrascosas entre la élite de los militantes. Dos tendencias se iban perfilando: la del Comité Nacional de la C. N. T., que lo había sacrificado todo por la guerra y que ahora, quizá para sustraerse a la tortura de la duda, buscaba un optimismo necesario entregado a la droga negrinista, que preconizaba la resistencia a ultranza. Decía el C. N. en su Circular número 12 del 10 de mayo de 1938: «y tapemos la boca a los derrotistas, a los pesimistas, a quienes no quieren razones y aprovechan motivos y detalles para hablar de pérdidas revolucionarias, de hundimientos, de traiciones y de liquidaciones».

Esta acusación iba dirigida al C. P. de la F. A. I., por cuya mediación un cierto círculo de militantes, especialmente de Cataluña, se proponía hacer lo posible para salvar el prestigio del anarquismo. Ocupémonos del proceso de esta oposición.

Desde la firma de las bases de unidad con la U. G. T., el C. N. intensificó su campaña de reivindicaciones políticas con el apoyo de la organización anarquista. La Circular número 7 del C. P. de la F. A. I. (1 de abril) reclamaba la «integración al Frente Popular Nacional de la C. N. T. y la F. A. L» y la «inmediata incorporación de la C. N. T. a la gestión gubernamental». La segunda de estas peticiones fue atendida por el Dr. Negrín el 8 del mismo mes. El gobierno fue reorganizado y pasó a formar parte un ministro de la C. N. T. Es posible que el gobierno fuese reorganizado por el deseo de expulsar de él a Indalecio Prieto, otro pesimista que no se ocultaba de predecir el fin desastroso del ejército republicano (Prieto era nada menos que ministro de Defensa). Por otra parte, la política de resistencia y falso optimismo formaba la base de la dictadura de Negrín y los comunistas 1.

1 La fuente documental que utilizaremos en adelante es una serie de informes inéditos pertenecientes a los archivos de la C. N. T. y la F. A. I. que sobrevivieron a la catástrofe, una de cuyas copias me fue posible consultar.

Aunque abandonó también el gobierno el comunista Jesús Hernández, a cambio de un alto destino en el Comisariado General, comunistas y socialistas seguían dominando el gobierno desde los principales ministerios. La forma en que había sido designado el representante de la C. N. T. no podía ser más humillante. Negrín había pedido a la C. N. T., tres nombres entre los cuales escogería él el ministro. Los nombres facilitados fueron los de García Oliver, Horacio M. Prieto y Segundo Blanco. El último fue el escogido. La F. A. I. acusó esta afrenta.

Desde los días del derrumbamiento del frente de Aragón empezó a tomar importancia el denominativo de «Movimiento Libertario» relativo al conjunto de las tres ramas formadas por la C. N. T., la F. A. I. y la F. I. J. L. Aunque el C. N. de la C. N. T. tendió siempre a concentrar en sus manos a las otras dos organizaciones hermanas, el Movimiento Libertario nació más bien en la región catalana durante las trágicas semanas del desastre aragonés. Sin embargo, no es menos cierto que todos los comités nacionales de los partidos y organizaciones habían seguido al gobierno cuando éste se trasladó a Barcelona en noviembre del año anterior. Lo mismo hizo el C. N. de la C. N. T.

El 2 de abril de 1938, en vísperas de quedar separada Cataluña del resto de la zona republicana, se celebró en Barcelona un Pleno Regional extraordinario de sindicatos, grupos anarquistas, juventudes Libertarias y militantes. García Oliver hizo un patético informe de la desastrosa situación militar, consecuencia del cual fue la creación de un organismo excepcional nombrado Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario de Cataluña. Sus atribuciones eran: intensificar la guerra hasta la victoria final; aceptar la militarización con todas las consecuencias; acción contra los desertores y prófugos; lo mismo contra los perturbadores y saboteadores; favorecer sólo a los compañeros presos cuya irresponsabilidad fuese probada; participación de la C. N. T. en los gobiernos de la República y de la Generalidad; igual participación en todos los organismos políticos y administrativos del país. Dicho Comité Ejecutivo «de acuerdo con los comités del Movimiento» estaba facultado para expulsar a los individuos, grupos, sindicatos, federaciones o comités «que no acaten las resoluciones generales del movimiento y que en sus actuaciones produzcan daño al mismo», se hallasen en el frente o en la retaguardia.

Más adelante iremos viendo que la fórmula del Movimiento Libertario se fue adoptando rápidamente en la zona Centro-Sur. En octubre se celebraría el primer Pleno Nacional de Regionales del Movimiento Libertario, y en Francia, después de la derrota, se formaría el Consejo General del Movimiento Libertario, éste como un todo compacto y homogéneo.

El Movimiento Libertario, en el período de su formación, permitía la manifestación de cada rama por separado. Había una resistencia a dejarse absorber en aras de un denominador común. Pero lo más curioso es que en medio de este ambiente de centralización orgánica es cuando precisamente empezaron a manifestarse con más insistencia las tendencias y un acusado desvío entre el C. N. dela C. N. T. y el C. P. de la F. A. I.

La F. A. I. había sido admitida en el Frente Popular Nacional. Pero a primeros de mayo (1938) el gobierno hizo pública una declaración de sus fines de guerra. El documento había sido presentado a un Consejo de Ministros por el propio Dr. Negrín. No quiso que se sometiese a los representantes del Frente Popular so pretexto de que urgía su publicación. Por aquellos días se reunía el Parlamento inglés y se quería dar armas a la oposición. Además Inglaterra y Francia estaban negociando con Italia el reconocimiento de su conquista de Abisinia a cambio, decíase, de la retirada de sus voluntarios de España.

La declaración desarrollaba un programa en 13 puntos: independencia e integridad del territorio nacional (conservando inclusive las zonas del Protectorado de Africa); nueva estructura constitucional de la República según un plebiscito que tendría lugar tan pronto terminase la guerra; garantía para las libertades regionales sin menoscabo de la unidad española; respeto a los derechos ciudadanos y a la propiedad individual; impulso a la pequeña propiedad y reconocimiento de sus intereses a los extranjeros que no hubiesen colaborado con el fascismo; libertad para la práctica religiosa; profunda reforma agraria para la liquidación de la propiedad semifeudal; democracia campesina según la cual el campesino sería dueño de la tierra que trabajase; legislación social avanzada; el ejército al servicio de la nación; renuncia a la guerra como política nacional; aspiración de España al rango de potencia mediterránea; desarrollo de la defensa nacional; amplia amnistía para todos los españoles dispuestos a colaborar al engrandecimiento de España; garantía a los vencidos de que no se ejercería sobre ellos ninguna venganza.

El C. P. de la F. A. I. tomó posición inmediatamente contra la declaración. En su Circular del 3 de mayo lo denunciaba como «vuelta al régimen existente el 19 de julio».

«Se trata de hacer ofrecimientos —añadía— más o menos precisos al capitalismo franco-británico para lograr ese viraje que se espera. Pero no cabe duda que responde bien a los deseos abrigados desde hace tiempo por los actuales gobernante de anular lo que hubiera de transformación revolucionaria en España.»

Terminaba la Circular reprochando a la C. N. T. que hubiese compartido la responsabilidad de aquella nota, mientras que la F. A. I. «libre de tales compromisos debe y puede seguir representando el vehículo de las aspiraciones y ansias revolucionarias del anarquismo».

En la Circular siguiente el C. P. volvía a la carga:

«Significativo en el documento es, sobre todo, lo que falta en él. No hallamos ni la más discreta alusión al 19 de julio, a las fuerzas contrarrevolucionarias que entonces se levantaron en armas contra el pueblo y que fueron eliminadas radicalmente en la vía pública; ni tampoco encontramos una fórmula que garantice las conquistas de la clase trabajadora y campesina... En cambio, el Estado se compromete a garantizar la propiedad, la iniciativa individual y el libre ejercicio de las prácticas religiosas, impulsar el desarrollo de la pequeña propiedad, indemnizar al capitalismo extranjero, etc.»

El Comité Nacional de la C. N. T. cargó con la pesada tarea de defender al gobierno. En su Circular número 12 analizaba cada uno de los puntos del programa de Negrín para refutar «las afirmaciones negativas de los derrotistas».

«En el Pleno de septiembre de 1937 —afirmaba— se acordó hacernos nuestra y defender la tesis de la consulta electoral bajo los auspicios de "República Socialista y Federal". En las bases presentadas por nosotros a la U. G. T. y aceptadas por el Pleno Nacional de Regionales, incluimos un apartado que expresaba el acuerdo de septiembre. La declaración del gobierno ( ... ) habla de República Popular, lo que no se opone a nuestra tesis... Es obligado en una declaración programática dejar constancia de nuestro respeto a los cultos, cuando sabemos hoy que juegan importante papel, especialmente en Inglaterra y Norteamérica. En ambos países, decantar a nuestro lado la opinión católica tiene enorme importancia... No podemos desconocer ( ... ) que ni Inglaterra ni Francia ni América ni ninguna democracia puede socializarse, ver con buenos ojos ni ayudar al triunfo de un régimen de Colectivizaciones, de socialización y ni siquiera de nacionalización regida por los obreros, por lo que ello representa como precedente ... »

El Comité Nacional reiteraba en su Circular que la mayoría de los puntos de la declaración de Negrín son sólo de una importancia «fachadista». A pesar de todo, la guerra de Circulares entre ambos comités daría lugar a un careo personal. En fecha 10 de mayo el C. N. invitaba al C. P. a una reunión:

A la vista de las últimas Circulares remitidas por el Comité Peninsular de la F. A. I. a sus Regionales, este Comité Nacional se ve obligado a tratar el problema de la orientación de los militantes. No es posible que se siga por el camino emprendido de querer enfrentar un Comité con otros, queriendo aparecer unos como más revolucionarios y consecuentes que los demás, porque ello se traducirá en divisiones peligrosas para la integridad del Movimiento Libertario ... »

La carta terminaba invitando al C. P. a una reunión junto con los demás representantes del Movimiento Libertario. La reunión tuvo lugar al día siguiente, y parece que dado el encono de ambos antagonistas la F. I. J. L. vióse obligada a hacer de elemento moderador. Al fin se pudo llegar al acuerdo siguiente: que para evitar el quebrantamiento de la unidad del Movimiento Libertario era conveniente que los comités se abstuviesen de informar a sus respectivos afiliados de conflictos en los que se señalasen ataques recíprocos. La solución era tratar de resolver estas cuestiones en privado, mediante reuniones de conjunto, para que prevaleciera una línea de actuación homogénea. Se encargaba a la Sección Política del C. N., compuesta por elementos de las tres ramas, el establecer las orientaciones a seguir por los comités respectivos.

A pesar de este acuerdo, en un informe la F. A. I. decía estar determinada a «no aceptar control sobre nuestras actitudes y posiciones, ya que nuestra organización es la única llamada a decirnos lo conveniente o inconveniente de la actitud asumida por el Comité Peninsular». Su participación en la Sección Política del Comité Nacional lo subordinaba a que fuese «un órgano verdaderamente eficiente».

Un nuevo incidente tuvo lugar al disponerse el Frente Popular Nacional a apoyar públicamente los 13 puntos del Dr. Negrín. La F. A. I. se declaró en rebeldía, y en una Circular (la número 23) exponía sus razones: «exigir de nosotros una adhesión incondicional a esta declaración, cuando para nada se nos consultó antes de su confección y divulgación por parte del gobierno, nos parece demasiada exigencia... Ya es bastante que toleremos sin protesta pública dicha declaración».

No obstante, para salvar su responsabilidad, sometió su decisión a consulta de las Regionales. Se les daba un plazo de tres días para que contestasen por telegrama. Cataluña lo hizo en términos un tanto vagos. Las demás Regionales disentían unas de otras. En una reunión de conjunto ante la Sección Política del C. N. se tomó una decisión. Un informe del C. P. del 27 de mayo se refiere a la reunión en que se zanjó el incidente:

«Fuimos a la reunión citada y nos encontramos con que todas las delegaciones representadas defendían la conveniencia de que el C. P. de la F. A. I. no negase su firma a la nota del Frente Popular Nacional apoyando los 13 puntos... Pero dada la insistencia de las delegaciones representadas, aun no compartiendo sus opiniones, y salvando la responsabilidad de la F. A. I. en todo lo manifestado, y sin perjuicio de suscitar el problema cuando fuera oportuno, declaramos que firmaríamos la nota ... »

Dicha nota fue publicada el 19 de mayo. Su último párrafo decía:

«Las filiales del Frente Popular tienen en esta nota del gobierno una excelente norma de orientación y de trabajo. La actividad de los antifascistas españoles debe tender a que todos comprendan y practiquen tal guión de conducta. A ello les invita con todo interés el Comité Nacional.»

Había pasado otra tempestad, pero no sería la última. El 11 de agosto se produjo una crisis de gobierno. Los ministros que representaban a las regiones autónomas (el vasco Manuel Irujo y el catalán Jaime Aiguadé) se retiraron del gabinete a causa de unos decretos sobre intervención de las industrias y militarización de puertos que lesionaban el régimen autonómico. Lesionaban aún más los intereses de los trabajadores, pero el C. N. de la C. N. T., con su silencio, sancionaba aquellas medidas. Por otra parte, dichas medidas centralizadoras estaban implicadas en el pacto con la U. G. T.

La F. A. I. volvió a levantar su voz: «Los decretos aprobados por el Consejo de Ministros significan un atentado a las libertades y a los derechos del pueblo español ... [la F. A. I.] exhorta a todos los partidos y organizaciones ( ... ) a manifestar su repudio a la política que esos decretos suponen...»

El pacto C. N. T.-U. G. T. permitía la incautación de las industrias de guerra por la Secretaria de Armamento del gobierno central y asimismo la centralización de las materias primas; la nacionalización de los transportes, ferrocarriles y navegación de altura, la industria pesada y la Banca. A cambio de esta extensión del poder gubernamental se preveía un control mixtificado de los organismos sindicales. Los llamados a controlar eran a su vez controlados. Antes de que se pensase en la organización del control el gobierno ponía en práctica sus incautaciones incontroladamente.

Esta ofensiva centralista del gobierno fue contrariada por los trabajadores, especialmente en Cataluña, donde habían creado las industrias de guerra en los críticos primeros meses de la guerra, en que el gobierno no pensaba más que en reconstruir el aparato burocrático del Estado y en organizar nuevamente la policía. Después de la incautación de las fábricas de guerra por el gobierno (la inmensa mayoría de las fábricas trabajaban para la guerra) los trabajadores de mayor buena fe se dieron pronto cuenta de la plaga de burócratas que les había caído encima. Lo peor era su incapacidad técnica y administrativa como no fuera para hacer proselitismo. Algunos de los supuestos técnicos eran soviéticos con más celo para apoderarse de los secretos de producción de guerra que competencia. El favoritismo de partido había promovido a aquella nueva casta burocrática.

La crisis interna del Movimiento Libertario reventó en la intimidad orgánica durante la segunda quincena del mes de octubre. Del 16 al 30 de este mes se celebró en Barcelona el primer Pleno Nacional de Regionales del Movimiento Libertario. Este se propuso examinar su gestión desde el 19 de julio de 1936, decidir las orientaciones a seguir en lo sucesivo y ver la forma de coordinar estrechamente las actividades de las tres organizaciones qué lo componían.

En este Pleno (sin duda la más amplia confrontación orgánica desde el último congreso de la C. N. T.) liberáronse las energías comprimidas, que se habían polarizado en el C. N. de la C. N. T. y en el C. P. de la F. A. I. El primero se manifestó aferrado al fatalismo circunstancialista más absoluto, y no desaprovechó la ocasión para menospreciar el «lastre ideológico» que frenaba a la C. N, T. en su marcha hacia la hegemonía; el segundo hizo una atrevida autocrítica de las claudicaciones del Movimiento e insinuó una cierta tendencia a la rectificación. Ambos con tendientes se hicieron durísimos reproches e implacables acusaciones.

El secretario general de la C. N. T. manifestó en una de sus intervenciones:

«Precisamos arrojar nuestros bagajes literarios y filosóficos que son un lastre para podernos situar y conseguir mañana la hegemonía. La actual debilidad del Movimiento arranca de los escrúpulos que sintieron los compañeros por la militarización desde el principio. Las Colectividades debían de haber aceptado la tutela oficial, con lo que se hubieran beneficiado de los créditos financieros del gobierno.» Crítica la gestión de García Oliver como ministro y la de Joaquín Ascaso como presidente del Consejo dé Aragón, calificando a éste de «quijotesco». Calificó de pacto de «no agresión» el que firmó la C. N. T. con Largo Caballero, al mismo tiempo que exalta las virtudes del pacto C. N. T. U. G. T. del 18 de marzo de aquel mismo año, que según el orador tuvo la virtud de detener el avance del enemigo. La misma virtud milagrosa concedía al reingreso de la C. N. T. en el gobierno y en el Frente Popular Nacional. Exaltó la figura del Dr. Negrín y afirmó que no había, hombre capaz de sustituirle con ventaja. En opinión del orador el gobierno de Negrín se había enfrentado con éxito con los comunistas.»

La mayor parte de este discurso fue dedicado a atacar al Comité Peninsular de la F. A. L, uno de cuyos documentos calificó de ridículo y de haber incurrido en el delito de alta traición 2. Acusó también a la F. A. I. de maniobrar con Azaña con el propósito de liquidar la guerra 3.

2 Este documento de la F. A. I. a que se alude señala errores militares y combate la influencia comunista en el ejército, la de los técnicos rusos en los estados mayores y los escandalosos abusos del S. I. M.

3  Convencida la F. A. I. de que altas personalidades compartían su punto de vista sobre la necesidad de desembarazarse de Negrín, concertó una entrevista con el presidente Azaña para sondear su estado de ánimo. A. García Birlán, que preparó la entrevista, ha confiado al autor: «Fue una empresa exclusivamente nuestra (de la F. A. L): Federica Montseny, Santillán y yo, fuimos a decirle crudamente lo que pensábamos de Negrín y de él, al que invité a desembarazarse del dictador, pero estaba ya verdaderamente acobardado.» Araquistain ha escrito después que Azaña había intentado destituir a Negrín, pero éste replicó: «Usted no me destituye, y si lo intenta resistiré al frente de un movimiento de masas y del ejército, que está conmigo.»

El Comité Peninsular no se quedó corto en su réplica:

«Es preciso salir al paso de quienes menosprecian nuestros principios. Quien no tenga ideas no debe estar al frente de nuestro Movimiento. El "bagaje doctrinal" y la "literatura trasnochada" a que se ha aludido no pueden ser motivo de desconsideración por los anarquistas que aún se precian de serlo. Si alguien desprecia nuestras doctrinas ( ... ) que se vaya de nuestro lado. Esta tendencia a justificarlo todo es nefasta y nos lleva a posturas poco gallardas... Somos optimistas porque confiamos en lo que hemos creado, y las debilidades presentes hay que superarlas poniendo fuera de la dirección de nuestro Movimiento a los que no creen ya en la Organización por ignorancia o por apostasía. Es preciso decir la verdad en nuestros medios. Engañar a los militantes es una traición. Tener arraigado el concepto de la responsabilidad es un deber para los que, además de hombres, se llaman anarquistas. Tampoco podemos justificar los errores del presente por los pretéritos. Si se cometieron sólo hemos de recordarlos para no incurrir de nuevo en ellos... Somos partidarios del pacto C. N. T. - U. G. T.; ahora bien, con las suficientes garantías de consecuencia revolucionaria que ahora no tiene. No le reconocemos la virtud de haber detenido la caída del frente del Este. No merecen tal desconsideración los compañeros que emplearon su heroísmo en contener al enemigo. Nuestra entrada en el Frente Popular tampoco resolvió nada. Fue debida a una sugerencia de los comunistas. Tampoco puede considerarse como un éxito nuestra entrada en el gobierno, colofón obligado de una etapa en que se estuvo mendigando el Poder. Este no se pide: o se toma porque se tiene fuerza, o se nos entrega por conveniencia... Para nuestro Movimiento la ética no es un articulo de lujo, sino algo imprescindible que nos distingue de los demás sectores... Hay que recobrar nuestra inmensa fuerza trabajando en el seno de nuestra Organización, considerando, como cosa circunstancial que es, la acción gubernamental. No hemos de olvidar por un solo momento nuestros objetivos revolucionarios. El Movimiento Libertario ha de recobrarse. A éste, aquí reunido, le toca señalar las soluciones. Nosotros somos un comité de una organización anarquista y sabemos hasta donde alcanza nuestra misión. Nos debemos a nuestros militantes, y no somos los que hemos de dar órdenes.»

Otra de las atracciones del Pleno fue que entre la corriente fatalista del C. N. y la reacción esporádica del C. P. había surgido una tercera posición mucho más decidida a echar por la borda los «bagajes filosóficos». La representaba el destacado militante Horacio M. Prieto, de quien se decía era la eminencia gris del secretario general de la C. N. T. A juzgar por sus exposiciones, Horacio M. Prieto había logrado sacar todas las conclusiones lógicas del dictamen de la F. A. I., aprobado en su Pleno Nacional de Regionales de julio de 1937. Las líneas generales de su tesis se proponían convertir a la F. A. I. en el partido político de la C. N. T. Aquella asumiría toda la responsabilidad de una franca rectificación de tácticas y principios 4.

4 Del carnet de notas de un delegado a este pleno son las intervenciones que se citan textualmente.

«La organización sindical —escribía Prieto en un estudio polémico publicado entonces— no puede tener otra línea que la del intervencionismo directo y, si se quiere, auxiliar, por ser una corporación de clase con intereses y aspiraciones muy unilaterales. Hacer de la C. N. T. un cuerpo político-sindical significa tanto como iniciar inconscientemente su decadencia, si se hace de la política un distintivo constante. O al vado o a la puente. Si la C. N. T. ostenta la representación política del Movimiento Libertario, la F. A. I. está de más. Si el Movimiento quiere distinguir entre lo político y la razón de clase, la F. A. I. es la que ha de llevar la dirección política ... » 5.

5 Revista Timón, Barcelona, septiembre 1938.

Después de los tempestuosos debates fue la calma del trabajo de las ponencias. La discusión del primer punto del orden del día había consumido doce sesiones. Apoyaron la gestión del Comité Nacional todas las delegaciones de la C. N. T. y de las juventudes Libertarias, a excepción de la C. N. T. - F. A. I., F. I. J. L. de Cataluña. Refutaron la herejía de Horacio M. Prieto estas últimas delegaciones, más Andalucía y Levante F. A. I. Algunos delegados que no se nombran en la documentación consultada se manifestaron de acuerdo con esta tesis.

Parece ser que en general las delegaciones juveniles carecieron de relieve. Levante F. I. J. L. apoyó siempre al Comité Nacional. Lo mismo hizo Norte F. A. I. (Horacio M. Prieto), que coincidió con el secretario de la C. N. T. contra las delegaciones de Cataluña, a las que acusaban de catalanismo algunos delegados. Al final de la última sesión Mariano R. Vázquez declaró incompatible el C. N. con el Comité Peninsular. Pero el Pleno esquivó la cuestión de gabinete. El mismo secretario general de la C. N. T. había propuesto que a cada organización le fuere señalada su misión especifica. El Pleno rechazó esta pretensión por dos veces. En fin, durante la 21 sesión el Pleno hizo un duro reproche al Comité Regional de la F. I. J. L. catalana por la labor de crítica e indisciplina de su periódico Ruta. Se acordó poner remedio a este caso en uno de los dictámenes.

El dictamen sobre análisis de actividades llegaba a la conclusión de que «la intervención directa en los organismos directivos de la vida política, económica y militar ( ... ) ha sido motivada por nuestro alto sentido de responsabilidad y la necesidad de nuestra cooperación en la lucha contra el fascismo ( ... ) para facilitar la victoria ( ... ) lo que no ha sido una rectificación de tácticas sino una ampliación circunstancial inteligente de métodos de acción, que hay que considerar respondieron a una situación de anormalidad en la vida de los pueblos ... »

Se hizo una pintoresca afirmación de principios: «El Movimiento Libertario, al intervenir excepcionalmente en política declara: que el Poder político, el Estado, será siempre la antitesis de la Anarquía, y que su participación circunstancial en el Poder ha sido ( ... ) para oponerse desde el mismo Poder y en todas partes, el máximo posible, al estrangulamiento de la revolución ... »

Se reconoció la existencia de diferentes corrientes, pero atenuando su importancia: «El Movimiento Libertario, en la trayectoria seguida desde el 19 de julio de 1936 a la fecha, observa a través de estos dos años, diferencias de interpretación en su seno que las considera hijas de la preocupación para superar las condiciones de lucha del pueblo español ( ... ) aunque estas diferencias, al celebrarse este Pleno, quedan superadas al adoptar los acuerdos unánimes que se toman» 6.

6 El Pleno había decidido que los acuerdos serían adoptados por unanimidad. En el caso de que no fuese posible ésta habría que someterse a referéndum de la base de la organización.

A la pregunta: «¿Debemos continuar interviniendo circunstancialmente en política?», el Pleno respondió: «que podrá seguir interviniendo en la política circunstancialmente, en tanto que los Plenos Nacionales conjuntos de las tres ramas del Movimiento Libertario ( ... ) lo consideren necesario ... »

La pregunta siguiente era: « ¿Debe ser la C. N. T. la que siga interviniendo en el gobierno?» He aquí la respuesta: «En tanto no se produzcan nuevas etapas de evolución política, que obliguen al Movimiento Libertario a apreciarlas como tales a través de sus Plenos regulares, consideramos que la C. N. T. es la que debe representar gubernamentalmente al Movimiento Libertario.» Es decir que: «La C. N. T., al intervenir en el gobierno, representa al Movimiento Libertario en su conjunto, sin perjuicio de que las otras ramas del Movimiento Libertario puedan intervenir igualmente, si esto resulta necesario a los fines de que el Movimiento Libertario tenga en la política la representación proporcional que por su importancia le corresponde en comparación a los sectores marxistas y republicanos» 7.

7 Los partidos estaban representados en el gobierno en la proporción siguiente: 4 socialistas comunizantes, 4 republicanos, 2 republicanos autonomistas, 1 comunista y uno de la C. N. T. El Partido Comunista cobró un nuevo puesto cuando la crisis de agosto en la persona de José Moix (P. S. U. C.), que pasó a suplantar al republicano catalán Jaime Aiguadé, Otro republicano autonomista (Tomás Bilbao) sustituyó al dimitido Manuel Irujo.

Hubo, pues, tres posiciones bien marcadas: a) Aquella según la cual en caso necesario todas las ramas del Movimiento Libertario debían intervenir en política (sostenida por la mayoría). b) La de Horacio M. Prieto, según la cual, la F. A. L, convertida en partido político de la C. N. T., debla representar al Movimiento Libertario en el gobierno. c) Una débil tendencia a renunciar a toda intervención gubernamental, representada por las Juventudes Libertarias de Cataluña 8.

8 Durante una de las sesiones, Cataluña FIJL había manifestado: «Pretender introducirse en el Estado para destruirlo es como sí para abolir la prostitución llevásemos a nuestras mujeres y hermanas a los burdeles.»

El dictamen, como puede verse, dejaba la puerta abierta paro. que todas las ramas del Movimiento Libertario pudiesen intervenir en política directamente en caso necesario. La adopción de este extremo provocó enérgicas protestas debido a la oposición cerrada de la F. A. I. y F. I. J. L. de Cataluña 9. Prueba de que los acuerdos no fueron tomados por unanimidad. Tomado un acuerdo por mayoría, la minoría le era sacrificada para que no fuese dicho que había habido discrepancias. Esta norma parece más bien inspirada en los procedimientos electorales de los partidos comunistas que en las prácticas anarquistas tradicionales.

9 José Xena, de Cataluña F, A. l., provocó un incidente al negarse que constase en el dictamen que la F. A. I. podía intervenir en política. Llegó a abandonar el salón, y al ser conducido nuevamente a él siguió protestando sin conseguir otra cosa que figurase en acta su protesta.

Como orientación a seguir en el inmediato futuro se establecía que la propaganda sería rigurosamente coordinada: «La propaganda hablada y escrita del Movimiento Libertario ha de ser lo mejor compenetrada, coordinada y responsabilizada posible, con margen amplio de exposición y también de crítica noble y ponderada... La calumnia y la difamación, la crítica baja y ruin, cuando se mantenga será sancionada, lo mismo si incurre en ella un compañero, comité u organismo, con sanciones que podrán llegar hasta la expulsión. Cuando algún compañero o comité se manifestara en forma dañosa para los intereses del Movimiento, se le llamara la atención por los organismos respectivos, y escuchadas las razones del afectado, se procederá en consecuencia» 10.

10 Este último párrafo fue expresamente introducido en el dictamen para sancionar la indisciplina del periódico juvenil Ruta y cuantos casos similares pudiesen presentarse.

He aquí otros aspectos del plan de actividades futuras: reivindicar la representación proporcional según las fuerzas en presencia cuando se tratase de desempeñar cargos públicos. Los compañeros que ocupasen estos cargos, fuesen políticos o militares, debían acatar completamente las consignas de los comités. No podrían ostentar cargos en los comités nacionales del Movimiento aquellos compañeros que no poseyeran la confianza de su organización regional respectiva. Los militantes expulsados de la C. N. T. no podrían ser admitidos en la F. A. I., o en las Juventudes Libertarias, ni viceversa. Se creó asimismo un Comité Nacional de Enlace del Movimiento Libertario que «tendrá carácter de asesoramiento político en todos los aspectos, aunando los diversos criterios que sean sostenidos por los respectivos Comités Nacionales ( ... ) tomados en sus comicios regulares por cada organización. Si bien se atenderá en todo a los acuerdos soberanos tomados por el presente Pleno... »

A pesar de la «unanimidad» con que fueron tomados los acuerdos no se desvaneció el antagonismo de tendencias que fermentaba en el seno del Movimiento Libertario. El Pleno fue un intento desesperado para concentrar las tres organizaciones libertarias mediante la adopción de acuerdos draconianos, la creación de sólidos órganos de coordinación, el establecimiento de una línea única para todos, la voluntad de reprimir severamente cualquier discrepancia, y llevar a la convicción de todos y cada uno que el oportunismo circunstancial no contradecía la permanencia en la senda de los principios anarquistas.

Sin embargo, este oportunismo circunstancial era cada vez más permanente si se tienen en cuenta ciertos acuerdos del Pleno, aquellos por los cuales el Movimiento Libertario se propone reformar el Parlamento, la estructura del gobierno, las embajadas, la jurisprudencia, el cuerpo constitucional del Estado, reformas que más eran de forma que de fondo. Lo que demuestra que no se había perdido la manía de ergotizar con las palabras. A esa nueva estructura constitucional, que no iba más allá de cualquier programa republicano liberal, se le llamaba República Democrática Federal.

La cuestión de fondo era mucho más importante de lo que dejan traslucir los resúmenes revelados de los debates. El antagonismo C. N.-C. P. estaba en relación con las trágicas perspectivas de la guerra y la política de resistencia del Dr. Negrín.

En su libro Por qué perdimos la guerra, Diego Abad de Santillán (del C. P. de la F. A. I.) lanza esta atrevida insinuación: «Y nuestras disidencias han crecido en la medida que vimos seguir a la C. N. T. la línea de conducta trazada por el Partido Comunista» (pág. 181).

Aunque en la reseña que utilizamos para esta narración hay una nota sobre la 23 sesión que dice: «Lo más interesante de esta sesión ha sido la pugna sostenida entre el Comité Peninsular de la F. A. I. y el Comité Nacional de la C. N. T. con relación al Partido Comunista, que ataca crudamente el primero y defiende el segundo», no creemos en una influencia directa del Partido Comunista sobre el C. N. de la C. N. T. Pero sí está evidenciada la influencia de la política de resistencia a ultranza del Dr. Negrín sobre dicho comité, o más concretamente, sobre su secretario general, Mariano R. Vázquez. Los cambios de golpes a que se libraron a este respecto en el Pleno los dos comités rivales no dan lugar a la duda. Sin embargo, lo que en el jefe del gobierno no eran más que devaneos del aventurero político que él era, fue una convicción honradamente sentida en el secretario de la C. N. T. Creía éste sinceramente en algo muy popular en aquellos días: la necesidad de prolongar la resistencia con la esperanza de poder empalmar la guerra civil con el conflicto internacional, que tanto se mascaba entonces.

El Comité Peninsular era escéptico a este punto. Creía tal vez que mientras continuase la guerra civil española, de la que tanto estaban aprendiendo las potencias militares interventoras cada una a su manera, no habría peligro de que se generalizase el conflicto. Esta tesis la valoraban los hechos siguientes: durante el año 1938 se plantearon sin consecuencias los casus belli de Austria y Checoeslovaquia. Contra la tesis de resistencia a ultranza y temiendo más bien un súbito hundimiento de las defensas republicanas, la F. A. I. se orientaba hacia una paz negociada mediante .los reiterados buenos oficios de la Gran Bretaña.

Las batallas de desgaste que en aquellos días se libraban en el Ebro y en el Segre darían muy pronto cuenta de todos los falsos optimismos. 


 

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