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XXV

E P I L O G O

 

Producto de la cobardía y el maquiavelismo de las potencias internacionales, el régimen franquista persiste, todavía por obra y gracia de ese mismo maquiavelismo y cobardía. Franco debe su victoria a la no intervención aplicada en un sentido unilateral. Y debe también su persistencia en el Poder al mismo principio de no intervención. Durante la guerra civil las grandes potencias democráticas excusaron su aparente neutralidad en el temor a provocar una guerra internacional. La victoria de Franco precipitó esta guerra internacional. Las mismas potencias democráticas se atrincheran actualmente, para no molestar a Franco, en el principio de la no intervención en los asuntos internos de un país soberano.

La verdad es que la no intervención de 1936-39 fue inventada por el odio y el pánico a la revolución desencadenada por el pueblo español como replica a la sublevación militar fascista. La no intervención que siguió persistiendo al terminar la segunda guerra mundial obedece al mismo complejo antirrevolucionario. Conscientes las potencias capitalistas de que el vacío que fatalmente deja toda dictadura (tanto más profundo el vacío cuanto más duradera y férrea la dictadura) han de llenarlo torrencialmente las aguas al volver a su lecho, se esfuerzan desesperadamente por aplazar el no menos fatal desenlace.

¿Con qué finalidad? ¿En espera de una lenta democratización del franquismo? ¿Creidos de que los actores del gran drama de 1936-39 con el tiempo se consuman revueltos en la tumba y así sus prejuicios, complejos y odios? Del mismo modo que la victoria de Franco de 1939, lejos de evitarla precipitó la contienda internacional, los años y las décadas no consiguen liberalizar el régimen falangista, ni aplacar los odios. A medida que se aplaza su caida, el régimen de Franco reverdece sin cesar esos mismos prejuicios, complejos y odios. El eje de la propaganda de la dictadura franquista consiste en no dejar extinguir los odios. La prensa mercenaria tiene la consigna de martillear constantemente a los lectores con el tema de los crímenes horrendos cometidos, durante el terror rojo.

Con el aplazamiento constante de la solución española, al cabo de más de un cuarto de siglo de su planteamiento, las democracias confiesan implícitamente el fracaso de su terapéutica. Actualmente sienten el mismo pánico al solo suponer una crisis galopante del franquismo. Cualquier solución pacífica deseable se detiene ante el interrogante oculto detrás de los rostros enigmáticos de millones de españoles. Los árbitros del orden occidental temen hoy tanto como ayer, y mañana más que hoy, la ruptura del cinturón infernal franquista.

El desarrollo ulterior del problema, a partir del fin militar de la guerra civil española, podría ser descompuesta en varias etapas:

1. Hasta el fin de la segunda guerra mundial, España fue una continua orgía homicida. No se tienen datos precisos sobre la cuantía de vidas humanas inmoladas por la represión. Esta fue especialmente cruenta en los pueblos. Los soldados desmovilizados y los centenares de miles de personas desplazadas, recibieron la orden de reintegrarse a sus lugares de origen o a sus domicilios de antes de la guerra. Así pudieron ser mas conocidas y mejor averiguadas sus actuaciones de antes y durante la contienda. Esta medida, especialmente en los pueblos, donde la vida del vecino no constituye misterio, fue de gran efectividad para los equipos de «depuradores».

2. Después de la época de terror absoluto se produce la moderación transitoria ocasionada por el fin de la guerra internacional. Vencidas Italia y Alemania, los franquistas se sienten sobrecogidos de pavor. Mussolini e Hitler habían sido sus padrinos. Los puertos españoles fueron el mejor refugio y las mejores bases de abastecimiento de los submarinos alemanes.

Desde las costas o desde los barcos españoles en alta mar se ejercía el espionaje más efectivo a favor de las potencias del Eje. El Ejército franquista y la Legión habían combatido a las órdenes de Hitler bajo el nombre de División Azul. Era, pues, de esperar un arreglo de cuentas inmediato. La garra aflojaba su presa. Los presos políticos eran tratados con cierta distinción. Las organizaciones revolucionarias empezaban a salir de las catacumbas. La C. N. T. galvanizaba este momento de resurrección. Se reorganizaban clandestinamente los sindicatos. Los obreros pagaban su cotización. Hasta la burguesía se sentía espléndida contribuyendo para aliviar las necesidades de los presos. Los franquistas más calificados empezaban a hacer sus bagajes o colocaban sus capitales en el extranjero. Se esperaba de un momento a otro la aplicación de la Carta del Atlántico y la Declaración de Yalta. Los refugiados se mueven en el exilio. La C. N. T. cuenta más de 30.000 afiliados en Francia y varios periódicos. El Movimiento Libertario está organizado también en Inglaterra, en el Norte de Africa y en las tres Américas. En la frontera de los Pirineos se producen los primeros chispazos. Grupos de la C. N. T., de la F. A. I. y de la F. I. J. L. penetran en España para situarse en los lugares estratégicos para impulsar el gran levantamiento. Las heridas de la guerra y de la represión están frescas todavía.

3. Ya por propia intuición, ya porque recibe seguridades por vía diplomática secreta, el gobierno franquista se va convenciendo poco a poco de que los gobiernos democráticos están dispuestos a pasar la esponja sobre los viejos resentimientos. A partir de este momento la represión arrecia de nuevo en la península. Franco despide espontáneamente del gobierno a su cuñado Serrano Suñer, el más pro nazi de los falangistas, y declara su régimen una Democracia Orgánica. Las democracias «inorgánicas» se dan por satisfechas y Franco vuelve a llenar las cárceles de presos. Se reemprenden los fusilamientos por obra de una Ley de Represión del Bandidismo. Los Consejos de Guerra actúan contra los delitos de reorganización clandestina. En las cárceles hay varios Comités Nacionales de la C. N. T. que han ido cayendo uno después del otro. La labor de organización se lleva a cabo desde las cárceles. Una huelga espontánea es un acto criminal. Ostentar un cargo sindical cuesta treinta años de presidio.

4. La desarticulación de la resistencia es inevitable. Perseguida sañudamente la acción orgánica, actúan los grupos de acción, particularmente procedentes de Francia. Lo más rebelde de la juventud anarquista se ofrece en holocausto. La lista de los mártires se hace interminable. Unos mueren en la vía pública, atacados como fieras por la policía y defendiéndose. Otros mueren fusilados tras un Consejo de Guerra que condena implacablemente, en presencia de los observadores de las potencias democráticas, que observan y callan.

5. Pero el régimen se siente herido por la crisis económica. Los trabajadores viven de milagro aun trabajando doble jornada, peor que forzados. La desesperación produce grandes huelgas más o menos espontáneas, especialmente en el País Vasco y en Cataluña. La policía se limita a contener el desbordamiento y realiza su obra de represión en silencio. La agitación se contagia a los medios universitarios. Los estudiantes, sometidos a un método escolástico medioeval, quieren respirar el aire puro de la cultura universal. Rompen con el falangismo que significa la asfixia. Pero en este momento tan difícil para el régimen, los Estados Unidos de Norteamérica acuden en su socorro. A cambio de unas bases militares ayudarán a Franco a salvarse de la asfixia económica.

6. La Unión Soviética ataca verbalmente al régimen; pero no reclama a Franco como criminal de guerra. Le acusa de haber vendido España a los americanos pero vota para que pueda ingresar en la O. N. U. El Kremlin cree que Franco es el mejor agente del comunismo en España. Le ataca por medio de sus emisoras pero sin osar derribarle. La Komintern sabe que los españoles han de llegar a la conclusión de que los enemigos de su enemigo son sus amigos. Rusia agita en España constantemente, pero no ataca. Cuanto más tarde en caer el franquismo más motivos tiene de propaganda. Mayores posibilidades para el Partido Comunista español para hacerse una nueva virginidad. Y sin embargo, las tropas de Franco combatieron directa mente contra Rusia al lado de los nazis. Franco cumple los designios dialécticos de la historia a favor del comunismo.

7. La C. N. T. se escinde en 1945 y todo el frente antifranquista entra en crisis. Una de sus fracciones rompe con el circunstancialismo político de la época de la guerra, mientras que otra fracción quiere persistir en el equivoco. La crisis persistirá durante 15 años. Las mejores energías serán consumidas en disputas o neutralizadas por la dualidad de funciones. La organización confederal subterránea se resiente profundamente. Por esta y otras causas el desaliento gana a los guerrilleros que acorralados, como lobos mantenían sus partidas en las montañas. Las autoridades francesas fronterizas son más exigentes que la guardia civil española. Sus servicios territoriales hacen intransitable el tráfico de los resistentes. Las bases en territorio francés tienen que ser desmanteladas. Los resistentes más conocidos son perseguidos e internados en departamentos especiales. Una reclamación diplomática de Franco es casi una orden, para sus gobiernos vecinos.

8. En 1960 se rehace la unidad de la C. N. T. en España y en el exilio. Ello posibilitará la unidad C. N. T. - U. G. T., y a esta tejer un vasto frente político-sindical antifranquista. Habrá que abandonar las esperanzas en la filantropía de los Estados democráticos para emprender la liberación de España por la propia mano. ¡Pero han pasado muchos años! Los militantes han envejecido enormemente. El censo de sus organizaciones emigradas ha decrecido en más de la mitad. Muchos han muerto. Otros van camino de la ancianidad. Otros han sido asimilados por el país de exilio. Otros han ido a fallecer a España. Otros se han trasladado a América. Los que quedan en la brecha lo han dado todo y están dispuestos a darlo todo por la liberación de España. Pero un elevado porcentaje puede dar ya muy poca cosa. Su exilio ha sido uno de los más gloriosos de toda la historia de las emigraciones políticas. Hicieron la guerra civil española; pasaron por los campos de concentración; estuvieron en los campos de exterminio de Alemania nazi; atacaron a los alemanes ocupantes de Francia desde el «Maquis»; combatieron en los ejércitos de liberación de Africa, Francia e Italia; en fin, trabajaron en la reconstrucción económica ocupando las tareas más ingratas: en los barrajes, en las minas, en los bosques, en la agricultura, en la edificación. Pero no pudieron hacer de sus hijos sus continuadores. Sólo la lucha social hace militantes anarquistas. Y durante un cuarto de siglo viven en un país sin pasión social, sin romanticismo revolucionario, sin idealismo profundamente transformador. Han hecho de sus hijos honrados trabajadores, profesionales, técnicos, maestros, intelectuales, pero no anarquistas, no luchadores revolucionarios. Eso no se fabrica, lo da espontáneamente la lucha. En España, los militantes anarcosindicalistas también han envejecido. Quizá con mayor motivo. La nueva generación se ha desarrollado en un clima de silencio, de disimulo, de ignorancia; en el terror, en la paz de los cementerios. Su desarrollo ha sido un constante desvivirse por vivir, una lucha por la existencia, sin principios morales, sin ningún principio.

No creemos en milagros pero sí en el juego de los imponderables. La experiencia del período 1923-30 nos enseña que hay una incubación creadora a la sombra de la dictadura. Pero la misma experiencia demuestra también que el rebelde consciente no se produce ni en la vida fácil ni en la demasiado, dura; ni en la molicie ni bajo la tiranía aplastante.

Una dictadura brutal no ha podido crear una generación fascista, pero para los efectos revolucionarios populares ha, producido el vacío de una generación: la generación clave, la generación puente entre el ayer, el hoy y el mañana, la llamada a mantener y transmitir el fuego sagrado, la más firme garantía de la tradición libertaria. Esta generación hacia falta para ganar la delantera, a la hora de la gran carrera reorganizadora, a un temible concurrente, muy ágil, disciplinado y asistido de todos los medios técnicos y financieros de propaganda. Hemos aludido al comunismo y al falangismo «comunizable».

El gran interrogante es éste: ¿Se abrá ido fraguando en la C. N. T. de las catacumbas una generación joven lo suficiente numerosa para arrimar el hombro a la colosal tarea de sacudir a las grandes masas de trabajadores de su apatía, de su modorra, de su indiferencia y de su escepticismo? Dado el triste panorama del anarcoindicalismo internacional, la respuesta a esta pregunta puede ser crucial.


 

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