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CAPITULO V

 

EL COMITE DE MILICIAS ANTIFASCISTAS DE CATALUÑA

 

Al constituirse en Barcelona, el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, se formó con un amplio criterio de justicia. Tanto la E. R. C. (Ezquerra Republicana de Catalunya) como la C. N. T. (Confederación Nacional del Trabajo) que agrupaban, la una en el terreno político y la otra en el sindical, el ochenta por ciento de los ciudadanos residentes en Cataluña, no quisieron ni discutir ni hablar de esta superioridad numérica y en el preciso momento de la constitución del mencionado Comité, dieron entrada en el mismo, en igualdad de condiciones, a los partidos y organizaciones diminutos, entre los que se contaban Estat Catalá, Partido Comunista, P. O. U. M., U. G. T. y algunas otras fracciones, que por su variación, no es preciso señalar concretamente.

Todas estas organizaciones políticas y sindicales, llevaron al Comité de Milicias, los mismos delegados que la Ezquerra y la C. N. T.

Reunido el Comité de Milicias, inmediatamente se pensó en visitar al Presidente de la Generalidad de Cataluña. Don Luis Companys. Y, personados en el edificio de la Plaza de la República, se sostuvo un amplio cambio de impresiones.

El Presidente Companys, expuso su criterio —criterio compartido por todos los reunidos— de que la toma de Zaragoza y de la mayoría de los pueblos de Aragón por parte de los sublevados, representaba un grave peligro para Cataluña. Era de suponer —dijo— que los rebeldes movilizarían inmediatamente sus fuerzas, para lanzarse contra Cataluña y por lo tanto esta, sin pérdida de tiempo, debería formar una fuerte columna, compuesta por voluntarios, para salir al encuentro de los enemigos de la República. Se sabía que Lérida —en donde algunas horas habían dominado los enemigos del régimen constitucional estaba preparada y que los trabajadores de aquella provincia, se unirían a los que pudieran reclutarse en Barcelona, para dirigirse a las tierras de Aragón.

El Presidente Companys, propuso que la Columna estuviera formada únicamente por voluntarios y que al frente de la misma, se nombraran dos personas que, por su prestigio militar y obrero, fuesen una garantía suficiente para los que se enrolaran en ella. Se citaron varios nombres y, finalmente, se convino en que la Columna de los republicanos españoles, la primera que salió al encuentro de los rebeldes, estuviera al mando de dos personas conocidísimas y de probado antifascismo: como técnico militar, el comandante Pérez Farrás, afiliado a la Esquerra, y como delegado civil, el conocido luchador libertario de la C. N. T. Buenaventura Durruti.

Unánimemente el Comité de Milicias, dio su conformidad a esta determinación. Aquél mismo día, se lanzaba la consigna al pueblo de Barcelona y de Cataluña, para que todos los que desearan partir al frente, se concentraran en determinados lugares de las barriadas de Barcelona y pueblos de Cataluña, provistos de mantas y demás utensilios necesarios.

Fueron tantos los ciudadanos que acudieron al llamamiento que fue imposible alistarlos, en principio, a todos. Solamente una pequeña parte de ellos, ingresó en esta primera Columna ya que de lo contrario, la misma hubiera sido tan grande que, por su importancia numérica, no se la hubiera podido armar ni atender en ningún sentido.

En el lugar de la reunión señalado para Barcelona, en la avenida del 14 de Abril (Gran Vía Diagonal) se concentraron, mucho antes de la hora señalada para la partida, aproximadamente unos dos mil hombres, entre los que contaban artilleros —con algunas piezas de diferentes calibres— otros con ametralladoras, obreros de Teléfonos con matérial, y, en su inmensa mayoría ciudadanos armados con fusiles.

Esta primera Columna, partió hacia el frente de Aragón, al encuentro de los rebeldes, en la tarde del día 24 de Julio de 1936.

Más adelante, hablaremos de la misión y de la inmensa labor desarrollada en el frente de Aragón y demás frentes de España por las Columnas formadas por voluntarios.

La labor más grande del Comité de Milicias, fue la organización de las Columnas hacia el frente.

Se nombró, designado por dicho Comité, una comisión organizadora de las Unidades que debían salir para el frente. Esta comisión la componían: Santillán-Saltó-Edo y el autor del presente libro. Se utilizó el cuartel de Pedralbes, para la concentración y clasificación del personal. Y en un mes, aproximadamente, salieron del cuartel Bakunín (este fue el nombre que se dio al hasta entonces cuartel de Pedralbes) más o menos bien organizados, unos diez y ocho mil hombres, parte de los cuales, como los que formaron la Columna "Tierra y Libertad," fueron trasladados al frente de Madrid y desde allí, hacia el de Talavera de la Reina, donde los mercenarios al servicio del enemigo, presionaban fuertemente pretendiendo aproximarse a la capital de España.

El trabajo que recayó sobre el Comité de Milicias, fue enorme. Aparte de la misión especificamente guerrera, quedaban por solucionar los problemas que se planteaban dentro de Cataluña.

Y, siguiendo él mismo criterio que había predominado en la constitución del Comité de Milicias, se crean las Patrullas de Control, en las que ingresan afiliados de todas las organizaciones sindicales y políticas. Se encargó a las mismas el servicio de policía de la ciudad, que estaba completamente desarticulado.

El trabajo de las Patrullas de Control, su labor depuradora, fue digna de toda clase de respetos y elogios por parte de los elementos que veían en el movimiento subversivo de España, algo más hondo que una simple cuestión de carácter político o sindical, de partido, que nos hubiera dejado en un terreno tan falso como el que se vivía antes del movimiento.

Y gracias a estas Patrullas de Control —tan criticadas después por elementos fascizantes y alguna fracción política que pretendía convertir España en un coto cerrado, con arreglo a su exclusivo pensamiento y sentir partidista— se pudieron hacer averiguaciones de policía, interesantísimas. Se descubrió el paradero de hombres funestos para el régimen republicano y también se pudieron hacer abortar verdaderas conspiraciones contra la República. Y la labor de los Tribunales de Justicia, pudo desarrollarse normalmente y con intensidad. Las Patrullas de Control, vigilantes y atentas, entregaban a los que, a pesar de todo querían destrozar la República.

Es de justicia hacerlo constar. La labor de las Patrullas de Control, fue verdaderamente patriótica y meritoria.

Otro problema que hubo de abordarse rápidamente, fue el de los abastos. Y se tuvo un verdadero acierto en su solución, pues aunque el pueblo —en algunos lugares de la ciudad y el primer día del movimiento— se entregó al saqueo de las tiendas, esto se cortó rápidamente y las comisiones reguladoras, dependientes del Comité de Milicias, realizaron desde sus primeros tiempos de constitución, una labor tan grande en la distribución del avituallamiento, que durante varios meses, sin despilfarros ni repartos desordenados, la mayor parte de los ciudadanos de Barcelona, así como los de los núcleos urbanos importantes de Cataluña, pudieron ver sus necesidades satisfechas, con perfecta regularidad. Y, al propio tiempo, la distribución de los víveres a los que luchaban en el frente, fue siempre metódica y escrupulosamente cuidada.

En el transcurso de los primeros tiempos, no todo fue normalidad y orden, ya que tanto en los partidos republicanos como en las organizaciones obreras, existieron aprovechados y arrivistas, esos elementos turbios, que surgen espontáneamente en todas las convulsiones sociales, que suelen cometer actos impropios y negativos para la misma obra que dicen defender.

Así, vemos el caso de las autoridades de la Generalidad de Cataluña, que dieron toda clase de facilidades a muchos elementos enemigos del régimen que, incluso, habían hecho armas con los rebeldes y eran colaboradores en la organización del movimiento subversivo, dejándoles sacar muchas de sus cosas, títulos. dinero, joyas, valores y sus propios automóviles que, custodiados por agentes de la Autoridad, pasaban la frontera sin ser molestados por nadie.

Desde luego, esto ocurrió antes de funcionar normalmente el servicio de Patrullas de Control, el cual, pudo evitar más tarde que los enemigos del régimen campasen por sus respetos, los unos en sus pueblos y particularmente en Barcelona y que otros pudieran ausentarse de España, cargados con verdaderas fortunas.

El Consejero de Gobernación de la Generalidad de Cataluña, Sr. España, y sus agentes de confianza, podrían hablar más elocuentemente que nosotros, de esta cuestión, ya que solo de ellos son conocidos los "estraperlos" negociados en la Consejería, con los enemigos del régimen, ya que es de suponer que no se dan facilidades a los enemigos a cambio de nada.

Pasados los primeros días de entusiasmo popular y serenados los espíritus se volvió a la comprensión por parte de todos; el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, ordena el día 25 de Julio de 1936, la vuelta al trabajo de todos los obreros que no estuvieran desempeñando cargos oficiales en los organismos creados con motivo de la sublevación.

En principio, el trabajo fue solamente reanudado por parte del personal, pues las fábricas hacia más de ocho días que no funcionaban y era preciso preparar las máquinas, ponerlas en marcha, y conseguir su normalización. Esto, que parece un milagro, se consiguió con solo determinarlo el Comité de Milicias, el cual, como hemos dicho, estaba compuesto por representaciones de todos los partidos políticos y organizaciones sindicales. Este hecho de la vuelta al trabajo con solo indicarlo, demuestra la comprensión, el sentido de responsabilidad y la grandeza de alma de que estaba poseída la casi totalidad del pueblo trabajador, ese mismo pueblo que días antes, se había lanzado a la calle, resuelto a desafiar a la muerte y decidido a estrangular a quienes pretendieran arrebatarles su libertad y su derecho a la vida.

Se examinó detenidamente la situación que planteaba la guerra en la parte referente a necesidades bélicas de los que habían salido hacía el frente. Y las organizaciones obreras se comprometen, cada una en su ramo especial, a aportar el máximo rendimiento, a fin de conseguir que la lucha no se interrumpa y el triunfo definitivo se consiga, en el plazo más breve posible.

Y así vemos como los sindicatos obreros, los verdaderos artífices de esta magna obra de reconstrucción, efectuan sus trabajos. Y con actividad febril, aumenta la producción de las fábricas. Se buscan materias primas de todas partes, consiguiéndose que en el frente y en la retaguardia, no falte lo más mínimo para que la lucha pueda continuar. Se adapta maquinaria de trabajos industriales, a fin de que sea dedicada a la fabricación de material de guerra. Esto se consigue después de titánicos esfuerzos. Surgen los nuevos técnicos, obreros de los propios Sindicatos, que trabajan noche y día y que después serán los técnicos mejores con que contará España. Y la producción aumenta diariamente, hasta el extremo que se consigue alimentar a otros frentes, con materias construidas en Cataluña.

La única cosa que no pudo conseguirse, a pesar de los esfuerzos realizados, fue la construcción de armamento en gran cantidad, por no existir maquinaria ni materias primas suficientes. Si esto hubiera podido conseguirse, es seguro que la guerra habría durado unos meses escasamente, pues la más grande desgracia que cayó sobre el pueblo español, fue la falta de armas y municiones con que poder combatir y vencer a sus enemigos.

La actuación, en conjunto, del Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña fue excelente. Puede decirse que dentro de su seno se rivalizó para ver cual de sus componentes cumplía mejor el papel que le estaba asignado.

Por esto, cuando se determinó su disolución, para constituir la Consejería de Defensa de la Generalidad de Cataluña. sorprendió a todos grandemente esta medida. Y así, sin saber a presiones de qué ni de quien, desapareció un organismo que tanta labor había desarrollado: El Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña.


 

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