Producto
de la cobardía y el maquiavelismo de las potencias internacionales, el régimen
franquista persiste, todavía por obra y gracia de ese mismo maquiavelismo y
cobardía. Franco debe su victoria a la no intervención aplicada en un sentido
unilateral. Y debe también su persistencia en el Poder al mismo principio de no
intervención. Durante la guerra civil las grandes potencias democráticas
excusaron su aparente neutralidad en el temor a provocar una guerra
internacional. La victoria de Franco precipitó esta guerra internacional. Las
mismas potencias democráticas se atrincheran actualmente, para no molestar a
Franco, en el principio de la no intervención en los asuntos internos de un país
soberano.
La
verdad es que la no intervención de 1936-39 fue inventada por el odio y el pánico
a la revolución desencadenada por el pueblo español como replica a la
sublevación militar fascista. La no intervención que siguió persistiendo al
terminar la segunda guerra mundial obedece al mismo complejo
antirrevolucionario. Conscientes las potencias capitalistas de que el vacío que
fatalmente deja toda dictadura (tanto más profundo el vacío cuanto más
duradera y férrea la dictadura) han de llenarlo torrencialmente las aguas al
volver a su lecho, se esfuerzan desesperadamente por aplazar el no menos fatal
desenlace.
¿Con
qué finalidad? ¿En espera de una lenta democratización del franquismo? ¿Creidos
de que los actores del gran drama de 1936-39 con el tiempo se consuman revueltos
en la tumba y así sus prejuicios, complejos y odios? Del mismo modo que la
victoria de Franco de 1939, lejos de evitarla precipitó la contienda
internacional, los años y las décadas no consiguen liberalizar el régimen
falangista, ni aplacar los odios. A medida que se aplaza su caida, el régimen
de Franco reverdece sin cesar esos mismos prejuicios, complejos y odios. El eje
de la propaganda de la dictadura franquista consiste en no dejar extinguir los
odios. La prensa mercenaria tiene la consigna de martillear constantemente a los
lectores con el tema de los crímenes horrendos cometidos, durante el terror
rojo.
Con
el aplazamiento constante de la solución española, al cabo de más de un
cuarto de siglo de su planteamiento, las democracias confiesan implícitamente
el fracaso de su terapéutica. Actualmente sienten el mismo pánico al solo
suponer una crisis galopante del franquismo. Cualquier solución pacífica
deseable se detiene ante el interrogante oculto detrás de los rostros enigmáticos
de millones de españoles. Los árbitros del orden occidental temen hoy tanto
como ayer, y mañana más que hoy, la ruptura del cinturón infernal franquista.
El
desarrollo ulterior del problema, a partir del fin militar de la guerra civil
española, podría ser descompuesta en varias etapas:
1.
Hasta el fin de la segunda guerra mundial, España fue una continua orgía
homicida. No se tienen datos precisos sobre la cuantía de vidas humanas
inmoladas por la represión. Esta fue especialmente cruenta en los pueblos. Los
soldados desmovilizados y los centenares de miles de personas desplazadas,
recibieron la orden de reintegrarse a sus lugares de origen o a sus domicilios
de antes de la guerra. Así pudieron ser mas conocidas y mejor averiguadas sus
actuaciones de antes y durante la contienda. Esta medida, especialmente en los
pueblos, donde la vida del vecino no constituye misterio, fue de gran
efectividad para los equipos de «depuradores».
2.
Después de la época de terror absoluto se produce la moderación transitoria
ocasionada por el fin de la guerra internacional. Vencidas Italia y Alemania,
los franquistas se sienten sobrecogidos de pavor. Mussolini e Hitler habían
sido sus padrinos. Los puertos españoles fueron el mejor refugio y las mejores
bases de abastecimiento de los submarinos alemanes.
Desde
las costas o desde los barcos españoles en alta mar se ejercía el espionaje más
efectivo a favor de las potencias del Eje. El Ejército franquista y la Legión
habían combatido a las órdenes de Hitler bajo el nombre de División Azul.
Era, pues, de esperar un arreglo de cuentas inmediato. La garra aflojaba su
presa. Los presos políticos eran tratados con cierta distinción. Las
organizaciones revolucionarias empezaban a salir de las catacumbas. La C. N. T.
galvanizaba este momento de resurrección. Se reorganizaban clandestinamente los
sindicatos. Los obreros pagaban su cotización.
Hasta la burguesía se sentía espléndida contribuyendo para aliviar las
necesidades de los presos. Los franquistas más calificados empezaban a hacer
sus bagajes o colocaban sus capitales en el extranjero. Se esperaba de un
momento a otro la aplicación de la Carta del Atlántico y la Declaración de
Yalta. Los refugiados se mueven en el exilio. La C. N. T. cuenta más de 30.000
afiliados en Francia y varios periódicos. El Movimiento Libertario está
organizado también en Inglaterra, en el Norte de Africa y en las tres Américas.
En la frontera de los Pirineos se producen los primeros chispazos. Grupos de la
C. N. T., de la F. A. I. y de la F. I. J. L. penetran en España para situarse
en los lugares estratégicos para impulsar el gran levantamiento. Las heridas de
la guerra y de la represión están frescas todavía.
3.
Ya por propia intuición, ya porque recibe seguridades por vía diplomática
secreta, el gobierno franquista se va convenciendo poco a poco de que los
gobiernos democráticos están dispuestos a pasar la esponja sobre los viejos
resentimientos. A partir de este momento la represión arrecia de nuevo en la
península. Franco despide espontáneamente del gobierno a su cuñado Serrano Suñer,
el más pro nazi de los falangistas, y declara su régimen una Democracia Orgánica.
Las democracias «inorgánicas» se dan por satisfechas y Franco vuelve a llenar
las cárceles de presos. Se reemprenden los fusilamientos por obra de una Ley de
Represión del Bandidismo. Los Consejos de Guerra actúan contra los delitos de
reorganización clandestina. En las cárceles hay varios Comités Nacionales de
la C. N. T. que han ido cayendo uno después del otro. La labor de organización
se lleva a cabo desde las cárceles. Una huelga espontánea es un acto criminal.
Ostentar un cargo sindical cuesta treinta años de presidio.
4.
La desarticulación de la resistencia es inevitable. Perseguida sañudamente la
acción orgánica, actúan los grupos de acción, particularmente procedentes de
Francia. Lo más rebelde de la juventud anarquista se ofrece en holocausto. La
lista de los mártires se hace interminable. Unos mueren en la vía pública,
atacados como fieras por la policía y defendiéndose. Otros mueren fusilados
tras un Consejo de Guerra que condena implacablemente, en presencia de los
observadores de las potencias democráticas, que observan y callan.
5.
Pero el régimen se siente herido por la crisis económica. Los trabajadores
viven de milagro aun trabajando doble jornada, peor que forzados. La desesperación
produce grandes huelgas más o menos espontáneas, especialmente en el País
Vasco y en Cataluña. La policía se limita a contener el desbordamiento y
realiza su obra de represión en silencio. La agitación se contagia a los
medios universitarios. Los estudiantes, sometidos a un método escolástico
medioeval, quieren respirar el aire puro de la cultura universal. Rompen con el
falangismo que significa la asfixia. Pero en este momento tan difícil para el régimen,
los Estados Unidos de Norteamérica acuden en su socorro. A cambio de unas bases
militares ayudarán a Franco a salvarse de la asfixia económica.
6.
La Unión Soviética ataca verbalmente al régimen; pero no reclama a Franco
como criminal de guerra. Le acusa de haber vendido España a los americanos pero
vota para que pueda ingresar en la O. N. U. El Kremlin cree que Franco es el
mejor agente del comunismo en España. Le ataca por medio de sus emisoras pero
sin osar derribarle. La Komintern sabe que los españoles han de llegar a la
conclusión de que los enemigos de su enemigo son sus amigos. Rusia agita en
España constantemente, pero no ataca. Cuanto más tarde en caer el franquismo más
motivos tiene de propaganda. Mayores posibilidades para el Partido Comunista
español para hacerse una nueva virginidad. Y sin embargo, las tropas de Franco
combatieron directa mente contra Rusia al lado de los nazis. Franco cumple los
designios dialécticos de la historia a favor del comunismo.
7.
La C. N. T. se escinde en 1945 y todo el frente antifranquista entra en crisis.
Una de sus fracciones rompe con el circunstancialismo político de la época de
la guerra, mientras que otra fracción quiere persistir en el equivoco. La
crisis persistirá durante 15 años. Las mejores energías serán consumidas en
disputas o neutralizadas por la dualidad de funciones. La organización
confederal subterránea se resiente profundamente. Por esta y otras causas el
desaliento gana a los guerrilleros que acorralados, como lobos mantenían sus
partidas en las montañas. Las autoridades francesas fronterizas son más
exigentes que la guardia civil española. Sus servicios territoriales hacen
intransitable el tráfico de los resistentes. Las bases en territorio francés
tienen que ser desmanteladas. Los resistentes más conocidos son perseguidos e
internados en departamentos especiales. Una reclamación diplomática de Franco
es casi una orden, para sus gobiernos vecinos.
8.
En 1960 se rehace la unidad de la C. N. T. en España y en el exilio. Ello
posibilitará la unidad C. N. T. - U. G. T., y a esta tejer un vasto frente político-sindical
antifranquista. Habrá que abandonar las esperanzas en la filantropía de los
Estados democráticos para emprender la liberación de España por la propia
mano. ¡Pero han pasado muchos años! Los militantes han envejecido enormemente.
El censo de sus organizaciones emigradas ha decrecido en más de la mitad.
Muchos han muerto. Otros van camino de la ancianidad. Otros han sido asimilados
por el país de exilio. Otros han ido a fallecer a España. Otros se han
trasladado a América. Los que quedan en la brecha lo han dado todo y están
dispuestos a darlo todo por la liberación de España. Pero un elevado
porcentaje puede dar ya muy poca cosa. Su exilio ha sido uno de los más
gloriosos de toda la historia de las emigraciones políticas. Hicieron la guerra
civil española; pasaron por los campos de concentración; estuvieron en los
campos de exterminio de Alemania nazi; atacaron a los alemanes ocupantes de
Francia desde el «Maquis»; combatieron en los ejércitos de liberación de
Africa, Francia e Italia; en fin, trabajaron en la reconstrucción económica
ocupando las tareas más ingratas: en los barrajes, en las minas, en los
bosques, en la agricultura, en la edificación. Pero no pudieron hacer de sus
hijos sus continuadores. Sólo la lucha social hace militantes anarquistas. Y
durante un cuarto de siglo viven en un país sin pasión social, sin
romanticismo revolucionario, sin idealismo profundamente transformador. Han
hecho de sus hijos honrados trabajadores, profesionales, técnicos, maestros,
intelectuales, pero no anarquistas, no luchadores revolucionarios. Eso no se
fabrica, lo da espontáneamente la lucha. En España, los militantes
anarcosindicalistas también han envejecido. Quizá con mayor motivo. La nueva
generación se ha desarrollado en un clima de silencio, de disimulo, de
ignorancia; en el terror, en la paz de los cementerios. Su desarrollo ha sido un
constante desvivirse por vivir, una lucha por la existencia, sin principios
morales, sin ningún principio.
No
creemos en milagros pero sí en el juego de los imponderables. La experiencia
del período 1923-30 nos enseña que hay una incubación creadora a la sombra de
la dictadura. Pero la misma experiencia demuestra también que el rebelde
consciente no se produce ni en la vida fácil ni en la demasiado, dura; ni en la
molicie ni bajo la tiranía aplastante.
Una
dictadura brutal no ha podido crear una generación fascista, pero para los
efectos revolucionarios populares ha, producido el vacío de una generación: la
generación clave, la generación puente entre el ayer, el hoy y el mañana, la
llamada a mantener y transmitir el fuego sagrado, la más firme garantía de la
tradición libertaria. Esta generación hacia falta para ganar la delantera, a
la hora de la gran carrera reorganizadora, a un temible concurrente, muy ágil,
disciplinado y asistido de todos los medios técnicos y financieros de
propaganda. Hemos aludido al comunismo y al falangismo «comunizable».
El
gran interrogante es éste: ¿Se abrá ido fraguando en la C. N. T. de las
catacumbas una generación joven lo suficiente numerosa para arrimar el hombro a
la colosal tarea de sacudir a las grandes masas de trabajadores de su apatía,
de su modorra, de su indiferencia y de su escepticismo? Dado el triste panorama
del anarcoindicalismo internacional, la respuesta a esta pregunta puede ser
crucial.
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