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CAPITULO XV

 

¿EJERCITO DEL EBRO O EJERCITO ROJO?

 

Desgraciadamente, en España, la política que no había sabido fundamentalmente dar solución a los problemas de retaguardia, se introdujo en las filas de las milicias y después, dentro del Ejército Popular de la República. La política, se metió dentro del Ejército, y no pudo resultar más funesta.

Los jefes, oficiales y comisarios que no se habían determinado a coger el carnet del Partido Comunista —que no representaba en realidad otra cosa que una patente de corso— tuvieron que vivir, en el seno del Ejército poco menos que relegados a último término. Mientras esto ocurría, otros elementos, siendo verdaderas nulidades, por el solo hecho de tener un carnet en su bolsillo, iban ocupando cargos que no estaban precisamente en consonancia con su capacidad moral e intelectual y en forma sorprendente, se les veía ascender continuamente.

El Comisario de Guerra, que en principio fue un organismo bien acogido en las filas del Ejército Popular, más tarde, a medida que el partido predominante iba acaparando los cargos en el seno del Comisariado se hizo sectario y muchas veces incluso implacable, sin que, en la mayor parte de las ocasiones, existiera razón para ello.

La política gubernamental tuvo en el Comisariado, un auxiliar tan grande y tan poderoso, que le iban haciendo cada día más odioso, hasta incluso a aquellos que el contemplaban con cierta tolerancia y hasta con agrado.

El comisario, fuera de alas trincheras, o sea concretamente, desde el cargo de comisario de Brigada hasta el propio Comisario General, hizo muy poco a favor de la guerra. Se preocupó por el contrario, de las intrigas políticas, cursando condignas partidistas del Gobierno y hasta, algunas por indicación expresa de su Partido, que pretendía introducirlas en el seno del Ejército.

Este organismo no había sido creado para estos fines. La misión del mismo era principalmente la de controlar a los elementos dudosos del Ejército, a los militares profesionales, que con su actuación anterior o posterior al movimiento, no se considerasen merecedores de una confianza ilimitada, ya que en ello iba aparejada la seguridad de la República y la vida de miles de hombres, que luchaban en las trincheras para defenderla.

No obstante, den descargo a los hombres que honradamente han desempeñado su cometido en el Ejército, tenemos que decir claramente que los Comisarios fueron unos excelentes colaboradores del mando militar, cuando las personas que desempeñaban estos cargos, se daban cuenta de la verdadera misión que les había sido encomendada y la desempeñaban honradamente, sin admitir para nada las sugerencias ni las imposiciones de un Partido y mucho menos, introducirlas como arma de propaganda en las filas del Ejército Popular.

Donde la política partidista se manifestó con más intensidad, fue en el Ejército del Ebro, de nueva creación como anteriormente hemos reseñado. Allí, la casi totalidad de los mandos y Comisarios que componían sus Divisiones y Cuerpos de Ejercito, eran adictos e incondicionales del Partido predominante: el Partido Comunista. El propio jefe del ejército del Ebro, era significado elemento del partido. Lo mismo sucedía con el comisario del Ejército mencionado.

Esto solo, explica el porqué las Unidades del Ejército del Ebro eran continuamente, no ya solamente por la propia prensa comunista, sino incluso por la prensa oficiosa u oficial del Gobierno.

Excuso decir que , el presenciar estos hechos, causaba amargura a otros mandos de diferentes Unidades que se creían, al menos, tan dignos como los afiliados al Partido.

Los mandos del Ejército del Ebro, que en su mayor parte eran desconocidos por las clases populares antes del movimiento, al verse colocados en una posición de favor, y además, beneficiados con aplausos constantes que salían de los propios medios de propaganda del Gobierno, llegaron a engreirse en una forma tal, que incluso parecía que menospreciaban a los demás compañeros de armas.

Había llegado a un estado tal el engreimiento de los componentes de este Ejército, que sus principales jefes, se negaban a recibir órdenes de sus inmediatos superiores dentro de la jerarquía militar.

Se destituían y se nombraban mandos, por los propios jefes de División o de Cuerpo de Ejército, prescindiendo en absoluto de los trámites y normas militares. Directamente, se remitían a la Subsecretaría del Ministerio de defensa Nacional, propuestas de nombramientos o de ascensos, y estas, inmediatamente por mediación de los elementos del Partido Comunista, que allí lo manejaban todo, era aprobadas y aparecían en el Diario Oficial ascensos y más ascensos de personal que como único mérito en la guerra, tenían el de adquirido el carnet del Partido.

Era verdaderamente desconsolador este favoritismo, cuando existía muchos jefes y oficiales, merecedores de ascensos y de confirmación de empleo y en cambio, su propuesta quedaba archivada en la Subsecretaría, sin que nunca viera la luz en el Diario Oficial. Para los que allí mandaban, tenían una falta fundamental, a pesar de que habían pasado por todos los trámites reglamentarios. Los propuestos no tenían en su poder el "milagroso carnet".

Relacionado con esto, recuerdo que en cierta ocasión, el general Hernández Saravia —excelente militar y republicano, de cuya lealtad al régimen, no había nadie que pudiera dudar— que era el jefe de la Agrupación de Ejércitos de la zona Oriental, me decía dolorido: "Amigo Sanz, a pesar de mi buena voluntad y de los grandes esfuerzos que realizo, no hay manera de coordinar las cosas en el Ejército del Ebro. En la Agrupación de Ejércitos, no recibimos las relaciones que se piden.

Nos falta información de las cosas más elementales y necesarias. Ya puede Vd comprender que todo, me desautoriza para continuar desempeñando el cargo que ostento, ya que desde más arriba, a pesar de mis manifestaciones, se tolera todo esto y no se hace nada por evitarlo."

Efectivamente, el general Saravia tenía razón. Los mandos del Ejército del Ebro no seguían los trámites reglamentarios. Se entendían directamente con la Subsecretaría, con el Estado Mayor Central o con el propio Presidente y ministro de Defensa Nacional, Negrín, saltándose a la torera las normas fundamentales del Ejército, que son los escalones jerárquicos normales. Todo esto, en las alturas, en el Gobierno, se consentía y se permitía.

Así podemos ver como en la prensa comunista, nos presentan al Ejército del Ebro, no como una Unidad más del Ejército Popular de la República Española, sino como el "Ejército Rojo". Se le ensalza a diario. Se crea un "bluff" formidable sobre el mismo.

En diferentes ocasiones, publicó la prensa al servicio del Partido Comunista, la frase de: Sin los comunistas, no se puede ganar la guerra en España.

De lo que se trataba en España, no era precisamente de ganar la guerra con los comunistas o sin los comunistas. Nos hacía falta más que esto, una estrecha coordinación entre todos, absolutamente todos, los partidos políticos y organizaciones obreras antifascistas. Renunciando todos, sinceramente y de verdad, a todos los privilegios, a todos los favores especiales, vinieran de quien vinieran, era como teníamos que ganar la guerra.

De esta forma, lo entendieron desde el principio tanto la C. N. T. como la U. G. T. organizaciones obreras que representaban la inmensa mayoría de la opinión pública. Y también lo entendieron así, colaborando más o menos desinteresadamente, los partidos políticos republicanos, que supieron ser dignos, por regla general, en todos los momentos de la guerra. Así cada uno se imponía los sacrificios que exigían nuestro sublime movimiento, colaborando mutuamente en pro del triunfo definitivo, para más tarde decidir de una forma honrada, con sinceridad y de acuerdo todos, el régimen nuevo que tenía que establecerse en España.

Por otra parte, había unos señores en España, vestidos con uniforme militar, pero sin insignias de mando, que parecían por su modo de proceder, tallados por un mismo troquel, que se conocían generalmente con el nombre de "tovarichs", a los que acompañaban unas ciudadanas que denominaban "perivotcha". Sin bien al principio, no sabíamos de que se trataba, luego, a medida que transcurría el tiempo nos enteramos que estos señores y estas ciudadanas, no eran otros que unos "consejeros rusos" que venían a España para "orientar" a los militares del Ejército Popular, por medio de sus conocimientos técnicos en el desarrollo, preparación y ejecución de los movimientos militares.

Estos señores, como no entendían el español, llevaban sus respectivas intérpretes que eran, por regla general, las que además de traducir del español al ruso, informaban y espiaban cuantos movimientos y cuantas palabras se decían por los que estaban de acuerdo con ellos, y por los que no lo estaban.

Después de la retirada de Aragón, estos "consejos" —desde luego, sus consejos no sirvieron nunca absolutamente para nada práctico— se multiplicaron por todas partes, hasta el extremo que fueron diseminados en los Cuarteles Generales de División, de Cuerpo de Ejército y hasta en algunas ocasiones, en los de Brigada.

Esto, ocurre en todos los Ejércitos de la zona catalana. E igualmente, en los de la Centro-sur.

Dentro del Ejército Rojo —el del Ebro— fue en principio bastante bien acogido el "tovarichs". Después, la intromisión de estos ya no era tan bien vista.

Era necesario que este Ejército, el del Ebro, el favorito de Negrín, como ya se le llamaba vulgarmente, hiciera algo que demostrase, en el transcurso de la guerra, que era superior y mejor preparado que los demás Ejércitos. Hasta aquel entonces, no había demostrado nada de esto. Y convenía que se le emplease en una acción de guerra de importancia, que permitiera su elevación al pináculo de los mejores, para hacer así efectivo un "bluff", que si bien en la retaguardia, podía haber conseguido unos partidos, por ignorar estos la realidad del frente, no así en el frente, en las trincheras, entre los combatientes y en los mandos que nadie, absolutamente nadie, creía en esta superioridad, a pesar de que se reconocía que las Divisiones que componían el Ejército del Ebro, ese Ejército llamado "Rojo" —cosa al parecer que vestía mucho, ya que ellos mismos se denominaban así— tenía un armamento superior a los demás.

Esta operación de envergadura, dará también satisfacción a los consejos rusos.

Y por estos motivos, se planteó la gran ofensiva que relatamos en el capítulo siguiente.


 

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