Los
sublevados, que han logrado dominar la mayor parte de Extremadura, que se han
apoderado de Badajoz, Cáceres y Plasencia, se disponen decididamente al ataque
sobre Madrid.
En
Badajoz los facciosos han cometido el crímen colectivo más enorme y espantoso
que registra la historia. Más de tres mil antifascistas, fueron concentrados en
la Plaza de toros. Y, después de haber ocupado las gradas de la plaza, los
elementos oficiales, los falangistas, militares, requetés, incluso "señoritas"
empezó el espéctaculo.
Los
tres mil presos colocados en el redondel, fueron cazados a tiros y muertos todos
por las balas de ametralladoras emplazadas en el toril. Y así, de esta forma
cruel e inhumana, murieron aquellos seres indefensos, concentrados en el círculo
de la muerte.
El
avance de las hordas salvajes fascistas, compuestas de mercenarios marroquíes y
portugueses, se dirige hacia Navalmoral de la Mata, pueblo de tradición
libertaria, que se preparó para recibir a los invasores come se mercían. Y ese
gran pueblo, compuesto de campesinos y escasos artesanos, armados solamente con
cuchillos y algunas escopetas, se aprestó a la resistencia. Pero a pesar de
todos sus esfuerzos, no pudieron impedir que cayera en manos de los mercenarios
y éstos, apoyándose en el Tajo y en las cordilleras de Arenas de San Pedro,
consiguen llegar por la derecha, al Puente del Arzobispo y por la izquierda al
pueblo de Arenas de San Pedro.
Los
milicianos, que han salido de Madrid después de haber dominado la sublevación
en la villa, se dirigen a Toledo, donde los
cadetes, guardia civil y demás fascistas en general concentrados en el famoso
Alcázar se hacen fuertes y bien pertrechados, con armas y municiones
abundantes, con gran cantidad de víveres, se disponen a resistir hasta la
muerte.
Los
diferentes intentos que se realizan para conseguir el Alcázar, resultan
infructuosos. La ciudad de Toledo, en su casi totalidad, está ya en poder de
los republicanos, pero el Alcázar continúa en manos de los rebeldes que lo
defienden ciegamente. La desorientación y poca coordinación de los ataques de
las fuerzas republicanas, contribuyen poderosamente a que los sitiados no cedan
ante la presión de nuestros ataques. Por otra parte, los mismos mandos, que
tienen la responsabilidad del ataque, no demuestran tampoco, una firme decisión,
muchos de ellos, incluso en los momentos de calma y particularmente por la
noche, abandonan Toledo y se marchan a Madrid. En uno de estos innecesarios
viajes, muere a causa de un accidente automovilístico, uno de los jefes más
ponderados del sitio del Alcázar, Salvador Sediles, conocido en toda España,
por haber sido uno que de los que se levantaron en Jaca, en el año 1930,
conjuntamente con Fermín Galán.
En
realidad, el asedio del Alcázar de Toledo, fue una verdadera sangría para la
República. Se perdió un tiempo precioso, que se hubiera podido aprovechar
yendo al encuentro del enemigo, que desde el Puente del Arzobispo, se dirigía
hacia los llanos de Talavera de la Reina, no encontrando en el camino más que
una débil y desordenada resistencia. La falta de experiencia en el arte de la
guerra, contribuyó poderosamente a que no se tomaran otras decisiones mucho más
prácticas. como hubieran sido las de dejar sitiado el Alcázar y, dominado el
pueblo de Toledo, continuar la marcha a lo largo del río Tajo, para conseguir
enfrentarse con el enemigo, antes de que tomara Talavera de la Reina por una
parte, y por la otra hubiera alcanzado el nudo de comunicaciones de Torrijos,
llegando así a Escalona San Martín de Valdeiglesias y también a las alturas
de Gredos.
El
enemigo hubiera sido facilmente parado en aquellos terrenos montañoso, a pesar
de que las fuerzas que se le hubieran opuesto no fuesen muy numerosas. Y no se
habría consumido, poco menos que inútilmente, tanta gente en el famoso asedio
del Alcázar de Toledo.
Todo
esto ocurría mientras el enemigo, en el Norte, ponía también su empeño en
liquidar definitivamente la guerra en Asturias y Vasconia a fin de poder dedicar
todo su esfuerzo a la conquista de Madrid.
Los
demás frentes de España, permanecían casi en completa inactividad y el
Gobierno español, no tuvo la feliz idea de preparar, aunque fuera con los
escasos medios con que contaba una ofensiva que, partiendo de Aragón, hubiera
permitido muy facilmente en aquellos tiempos, que las fuerzas republicanas se
internasen por la Rioja, e incluso llegasen a Vizcaya, a fin de procurar
establecer enlace con los defensores de aquella región. Mientras tanto, caía
Talavera de la Reina, Torrijos, Toledo, San Martín de Valdeiglesias,
Navalcarnero y el asedio de Madrid se estrechaba cada vez más.
La
Consejería de Defensa de la Generalidad de Cataluña, estaba preocupadísima
por la suerte de Madrid. En diversas ocasiones, se prestó apoyo a las fuerzas
que se batían en la capital de España, consistente en el envío de partidas de
material bélico, pero estas no eran suficientes para las necesidades de la
campaña. Era necesario un apoyo más decisivo, más efectivo, para lograr por
lo menos, detener el enemigo y establecer una línea resistente, salvando así
el inminente peligro de la caída de Madrid.
Se
hicieron múltiples gestiones y se convino de momento en que todo el material o
su mayor parte, que estaba a punto de llegar a España se destinaría a los
defensores de Madrid.
Y,
por fin, llegó a Cartagena el petrolero "Campeche". En sus bodegas,
en lugar de esencia transportaba armas y
municiones. También los marinos, desde el principio de la contienda, libraron
grandes batallas y expusieron su vida por la República y la independencia de
España.
Me
presenté allí, delegado por la Consejería de Defensa de la Generalidad de
Cataluña y recibí la nota de todo el material, en su mayoría ametralladoras
rusas, Maxims, munición en abundancia y esencia especial para avión. En breves
horas, fue descargado el barco. Este material, el primero que llegó a España,
fue cuidadosamente depositado en el Arsenal de Cartagena y desde allí,
transportado al frente de Madrid.
Unos
días después, llega a Cartagena también, otro barco. Este, de nacionalidad
rusa -motivo por lo cual no recordamos su nombre- que trae también abundante
material móvil. Trescientos camiones -que después fueron popularmente llamados
"Katiuskas"- salieron de sus bodegas y se ponen seguidamente en
marcha. Otro barco ruso, llega poco después y del mismo son desembarcados siete
mil fusiles " Winchester", americanos con varios millones de cartuchos.
Transportaba también esté barco, trescientos fusiles ametralladores rusos,
conocidos con el nombre de "fusil de plato". El material es excelente. El
Winchester americano, es de una precisión y potencia formidables. No obstante,
adolecía de un defecto capital: no tiene cargador y las balas han de ser
colocadas en la recámara una a una, cosa que en los momentos de dura batalla,
ponía nerviosísimos a los milicianos.
Por
otro conducto, llega también material aéreo, que es rápidamente montado y se
pone en vuelo. Es aquél momento, cuando por vez primera, truenan sobre el
espacio de la invicta capital de España, los potentes motores de los
"chatos" y de los "moscas" nombre con los que el pueblo bautizó
a estos primeros aviones de caza, al servicio de la República.
Desde
aquél día estos aparatos, pilotados por personal entusiasta y arrojado. se
lanzaron en forma decidida contra los "Junkers" alemanes, que hasta
entonces habían bombardeado a placer y con toda impunidad Madrid y sus
alrededores. Y podemos ver, como estos pajarracos de la muerte, que mas tarde se
conocen vulgarmente con el nombre de "pavas" caen incendiados y sé
estrellan en el pavimento de las vías madrileñas.
El
entusiasmo popular y la moral del pueblo madrileño, se elevan a una altura tal
que en la capital de España crece por momentos la decisión de no caer en manos
del enemigo. Son tan formidables los combates aéreos que se suceden en el cielo
de Madrid que basta decir, para destacar su importancia, que en solo día se
estrellaron veintisiete aparatos. Diez y ocho enemigos y nueve leales.
Las
milicias de la República, se baten en los frentes del centro, con gran decisión
y arrojo. Muchas veces vemos que este y esta decisión llevan a los hombres, por
su temeridad, a la muerte segura. Y, a pesar de este coraje, el enemigo continúa
avanzando y su ofensiva sobre Madrid va ganando terreno. El cerco de la capital
de España, poco a poco y día a día, se estrecha cada vez más. como se
estrecha la argolla en el cuello de un condenado a muerte.
En
medio de un mar de angustias, el Estado Mayor del Ejército leal, en manos del
entonces comandante Rojo, estudia la forma de contener al enemigo. El general
Miaja, no descansa un solo momento. Se estudia la formación de Unidades
regulares, encuadradas con toda disciplina. Está en el ánimo de todos, la
constitución de un mando único, que coordine las actividades de la guerra, no
ya solamente en Madrid, sino en toda España.
Los
partidos políticos y organizaciones obreras, hablan de unificación. Se
celebran infinidad de reuniones y centenares de actos públicos, encaminados
todos a conseguir este objetivo. Los hombres solo se dan cuenta de su difícil
situación, cuando la adversidad y la desgracia se cierne sobre su cabeza. Y a
pesar de esto, a pesar de la gravedad del momento, se tropiezan con serias
dificultades. No todos son comprensivos. No todos son amantes de renunciar a
ciertas prerrogativas, para conseguir que la guerra se desenvuelva con más
soltura y con mayores posibilidades de éxito.
Se
recurre a la intriga política. A la falsa promesa. A la zancadilla traidora. Y
la palabra dada y el documento firmado, no sirve para nada. La comprensión y el
sentido de responsabilidad, permanecen ausentes de ciertos elementos, que hasta
el momento del levantamiento fascista, eran verdaderas nulidades, verdaderos
miserables de cuerpo y alma, que cuando se han visto colocados en cargos de
mayor o menor importancia, olvidan que pueden perderlo todo, ya que con la pérdida
de la guerra se hundían todas las prerrogativas y todas las esperanzas. Pero no
se comprende así en ciertas mentes y se juega a la política en los momentos más
peligrosos. Se habla de unificación y de renuncia a los puestos de privilegio y
la realidad, más elocuente que las palabras demuestra que no se hace nada de
esto. Gente que solo piensa sacar el máximo provecho de la nueva situación. ¡Pobres
infelices...!
Mientras
tanto, el fascismo, que no discute, que solo tiene una razón y una idea fija,
va ganando terreno en el avance hacia su objetivo: Madrid.
La
situación es cada día más angustiosa. Madrid está condenado a morir entre
las garras del invasor, que cada día está más cerca. El Gobierno está
desacreditado. No existe. Y es que en realidad, no tiene ningún plan de defensa
ni se preocupa de esto. Solo el pueblo está a la altura de las circunstancias y
se dispone, desesperadamente, a no sucumbir ante el invasor.
El
desagrado entre el pueblo, por la acción pasiva e incomprensible del Gobierno
que rige los destinos de España, es cada día mayor. Y finalmente, se
manifiesta en forma pública, exigiendo la creación de un Consejo de Defensa
Nacional que vele sobre el País. Lo pide y lo exije insistentemente. No
obstante, el Gobierno continúa indiferente a todo. Es el único vencido. Es el
único que vive fuera de la realidad y que no sigue las cosas de cerca. Por
esto, cada momento que pasa, queda más divorciado del país que ya le repudia y
desprecia. La presión popular se acentúa. Y finalmente el Gobierno que se ve
cada día más desautorizado dimite y se constituye un nuevo Gabinete, que por
su composición satisface, en principio, a la opinión en general.
Este
nuevo Gobierno, se encuentra con una realidad que es
más poderosa qué sus propias fuerzas. La proximidad del frente y la
posibilidad de una inminente caída de Madrid no le permiten hacerse cargo de
todos los asuntos pendientes y trabajar con cierta independencia. Y por esto
decide, con la disconformidad de varios de los propios Ministros, trasladar su
residencia a Valencia, para desde allí, aglutinar las necesidades de todos los
frentes, no ya solamente para salvar Madrid, sino además de modificar el plan
general de la defensa de la independencia de España.
Libre
Madrid de la carga pesada, que representa un Gobierno con su inmenso aparato
burocrático, que entorpece y complica hasta las cosas de más sencilla solución.
el pueblo, en lugar de sentirse abandonado y decaer sus ánimos, como creyeron
muchos, revive. Se recobra a sí mismo. Se
opera una reacción formidable, que asombra incluso a sus propios habitantes.
No
obstante, el peligro de la caída de Madrid en manos del invasor, no se aleja.
Es cada día más inminente. Pero los ciudadanos no desfallecen. Morirán todos
antes que ceder su tierra.
Y
mientras se constituye la Junta de Defensa de Madrid, allí, en la calle de
Serrano 111, se encuentra instalado en un modesto hotelito, el Comité de
Defensa de la C.N.T. que no descansa un momento. Cuenta con un gran cerebro. El
de un modesto trabajador. El de un hombre casi ignorado antes del movimiento
subversivo. Eduardo Val. Todo está concentrado en él. Nada ni el más pequeño
detalle escapa a su poderosa imaginación, y
a todo cuanto se le plantea encuentra solución inmediata. Es de una
capacidad que no se agota. Los defensores de Madrid los que están en las
trincheras, cuando tienen que consultar algo, no van a los despachos oficiales.
Saben que allí no se soluciona nada. Todo está completamente muerto en Madrid.
Solo en un lugar de la capital, se vibra y se vive la guerra. En la calle de
Serrano. Se ven coches, que llegan y parten rápidamente. Camiones, que se
acercan y desaparecen enseguida,
Fue,
en resumen, el Comité de Defensa Confederal el nervio, el receptáculo, que por
espacio de varios días, dirigió la defensa de Madrid.
Y
allí Val, el alma del Comité, con media docena escasa de compañeros que le
rodean, logró de forma sencilla, sin aparatos burocráticos y sin
ostentaciones, coordinar la defensa dé la capital, que no pudo antes organizar
todo un Gobierno de la Nación.
Mientras
el Comité de Defensa Confederal de Madrid desplegaba esta inmensa actividad, se
iban coordinando las actividades casi abandonadas por la partida del Gobierno a
Valencia. Y el general Miaja -con amplios poderes del Gobierno- llama a las
organizaciones sindicales y a los partidos políticos y les plantea la necesidad
de que se constituya una Junta de Defensa de Madrid integrada por sus
representantes. Los reunidos coinciden con las apreciaciones del general Miaja y
se procede rápidamente a la constitución de la junta en la que estaban
representados todos los partidos y organizaciones sindícales.
Esta
Junta, que presidía el propio general Miaja, ejerció durante bastante tiempo
las funciones del Gobierno en Madrid, y todas las resoluciones de importancia le
eran sometidas. Poco a poco, fue desapareciendo su eficacia, a consecuencia de
que el Gobierno, desde Valencia, iba decretando y daba soluciones con carácter
nacional, a los problemas de la guerra.
En
unos días se producen en Madrid acontecimientos de gran importancia. Por una
parte han llegado las primeras fuerzas internacionales, que vienen bien
equipadas y armadas. Son hombres de ideas casi todos. Hombres que ante la
convulsión que atraviesa España, han abandonado su país, para desafiar la
muerte, defendiendo la libertad de un pueblo. Se presentan bien formados. Bien
alineados. Sus mandos, excelentes luchadores, Hans Beimler, Kléber, Walter,
Lukask y Wolpianski, llevan su hombres a la línea.
Y
lo primero que hacen los internacionales, al ser trasladados a la línea de
fuego -hasta aquél entonces casi no se había hecho nada en este sentido, en la
guerra sostenida en el centro- fue construirse cada uno su pozo de tirador. Una
trinchera, un parapeto y el refugio contra la aviación.
Los
defensores de Madrid, se dan perfecta cuenta de esto es escencialísimo. Y
Madrid, que había permanecido poco menos que indiferente a la fortificación,
entonces pone todos sus efectivos no combatientes a esta tarea. El Ramo de la
Construcción hace un llamamiento a sus afiliados y todos se prestan a trabajar
por la guerra. Allí, a escasos metros del enemigo, construyen las trincheras.
Muchos son los que mueren, sosteniendo su arma: el pico o la pala. Pero esto no
es obstáculo para los que quedan. Las trincheras se profundizan, se construyen
refugios sólidos, zanjas de enlace, etc. Es el primer paso firme que se da para
la verdadera y eficaz defensa de Madrid.
El
enemigo, que a lo largo de la guerra ha demostrado que no se ciñe nunca a una
dirección fija de ataque y que tantea los frentes para conocer cual es el lugar
que menor resistencia le opondrá a su acción, logró en algunos lugares
infiltrarse y así consigue apoderarse de las alturas de Garabitas, desde las
cuales domina, con artillería, todo el casco urbano de la capital. Desde
entonces, los cañonazos del enemigo. truenan noche y día, sin cesar un
momento. Se hace un verdadero derroche de municiones, y, las azoteas, ventanas y
balcones del pobre Madrid, saltan hechos añicos ante el fuego enemigo. No
obstante, Madrid se mantiene firme. Madrid no capitula.
Los
moros y los legionarios, que han logrado colocarse en los márgenes del río
Manzanares, en la parte de la Casa de Campo y Ciudad Universitaria, abren un
boquete y se filtran hasta las grandes construcciones de la ciudad estudiantil.
Nadie los detiene. La defensa se hace cada vez más difícil, debido a la
espesura de los bosques que existen en los alrededores (Parque del Oeste, parte
del cual ya está en poder del enemigo). Y Madrid lanza desesperadamente el
S.O.S.
El
Gobierno de Valencia, insinúa a la Generalidad de Cataluña, la necesidad de
que fuerzas del frente de Aragón, entonces inactivo, se trasladen
inmediatamente a Madrid. Ocurría esto en los días 7 y 8 de Noviembre de 1936.
La
Consejería de Defensa de la Generalidad, Celebra una reunión. Asiste a la
misma Federica Montseny, ministro del Gobierno de la República y
representaciones de todos los partidos políticos y organizaciones sindicales.
También asisten representantes de las Columnas que operan en Aragón.
La
cuestión se plantea con toda crudeza. Madrid dentro de unas horas, de días
como máximo, se perderá dice Federica Montseny- si no se va inmediatamente en
su ayuda.
Y
todos convienen en ayudar Madrid. Muchos jefes de Columnas, se ofrecen
voluntarios para ir, con sus hombres a la defensa de la Capital. Pero esto no
puede aceptarse. Es imposible abandonar el frente de Aragón por completo. Y se
conviene que salgan unos millares de milicianos para Madrid, al mando de un
hombre de prestigio. Y se señala allí que este debe ser Durruti.
En
el frente, cuando los milicianos se enteran que es necesario defender Madrid y
que fuerzas de Aragón se trasladarán allí se arma un verdadero revuelo. Todos
se disputan el lugar de honor. Quieren luchar. Quieren salvar Madrid del peligro
que le acecha.
Y
cuatro mil hombres -aproximadamente- son concentrados con urgencia en los
lugares de partida. Durruti, deja provisionalmente el mando de su Columna en
Aragón y se traslada a Madrid.
Hace
el viaje rápidamente. Solo se detiene unos instantes en Valencia, para recibir
instrucciones del Gobierno. Y llega a Madrid. Era el día 11 de Noviembre de
1936.
Durruti,
a su llegada, se presenta inmediatamente al jefe de las fuerzas y a su Estado
Mayor. O sea al general Miaja y al comandante D. Vicente Rojo y anuncia la
llegada de sus milicianos.
La
noticia corre por Madrid como un reguero de pólvora. Ha llegado Durruti. Viene
con su formidable Columna a defendernos- se dice por todas partes- Y el
entusiasmo que esto despierta, ya hace creer que Madrid no puede perderse.
Gira
Durruti una visita de inspección a los frentes, cosa que puede realizar en unas
horas, ya que el frente solo está separado del centro de-Madrid por escasos kilómetros
y con vías de comunicación excelentes. Y queda asombrado del abandono
existente en las fortificaciones.
Desde
su Puesto de Mando -instalado en la calle de Miguel Angel 27- llama al ministro
de la Guerra Largo Caballero y le expone con ruda crudeza sus impresiones. Se
lamenta de que se le encargue hacer frente a una situación tan delicada, más
que por otra cosa, por el abandono que se ha tenido con Madrid. Le dice Durruti,
textualmente, al Ministro, que si el fascismo no se ha de Madrid, ha sido porque
los sublevados no han tenido decisión, pues Madrid, en realidad, está
completamente indefenso y las fuerzas que lo defienden, si bien en distintos
puntos se baten con heroísmo, en otros no hacen nada para detener al enemigo. Y
así se explica la constante progresión de este y principalmente en la Ciudad
Universitaria, Cerro de los Angeles, Carabanchel Alto y Bajo.
El
Ministro de la Guerra, se excusa. Dice que queda Durruti facultado para atender,
de acuerdo con el Estado Mayor, la Defensa de Madrid, la cual debe ser hecha con
las posibilidades existentes teniendo en cuenta que el Gobierno, por su parte,
dará las facilidades necesarias y pondrá en manos de los defensores de la
Capital, todos los medios que tenga a su alcance. Anuncia la llegada de más
fuerzas internacionales y, también, aviación y algunos tanques los cuales serán
inmediatamente que lleguen puestos en juego para poder oponer una resistencia más
eficaz al enemigo.
Mientras
tanto, las fuerzas de Durruti, están a punto de llegar a Madrid. Se les espera
por todos. Reina gran entusiasmo popular. ¡ Es la salvación de Madrid ! dicen.
Y
con esta esperanza, se combate y se muere en las trincheras como no había
ocurrido hasta aquél entonces.
Se
busca alojamiento para las fuerzas, que han de llegar y se determina queden
instaladas en unos amplios locales, de la calle de Granada. Y llega el 13 de
Noviembre de 1936.
A
últimas horas de la tarde, aparecen en la Capital de España, los milicianos de
Durruti, que son aclamados. Se trasladan a la calle de Granada, con la intención
de que pasen allí la noche y puedan ser atendidos y alimentados debidamente, ya
que llegan fatigadísimos de un pesado viaje.
Pero
los cálculos fallaron. Pocos momentos después de haberse colocado las fuerzas
en los locales de la calle de Granada, se sabe que el enemigo ha conseguido
ocupar la mayor parte de los edificios de la Ciudad Universitaria y que avanza
sin encontrar casi resistencia, hacia la Cárcel Modelo y Plaza de la Moncloa.
En la noche anterior habían sido retirados los presos
fascistas de la Cárcel, ya que los sublevados, sin tener para nada en
cuenta que los detenidos allí son los suyos, desde hace horas bombardean el
edificio constantemente.
Miaja
llamó a Durruti y le da cuenta de la situación. Le pide que las fuerzas que
han llegado, con todo y reconocer su estado de cansancio, partan inmediatamente
al frente pues de no oponerse una barrera al enemigo, este habrá entrado en la
Moncloa antes de hacerse de día y penetrando por la calle de Giner de los Ríos,
se colocaría en las mismas entrañas de Madrid. Dice Durruti que esto es
imposible. El ha visto a sus hombres. Conoce el agotamiento de los mismos. Y
manifiesta que la entrada inmediata en fuego de sus hombres, puede dar
resultados funestos.
Miaja
comprende todo esto. Pero está Seguro que los únicos que pueden salvar Madrid.
Y Madrid se "salvó" el 14 de Noviembre y no el día 7 como por todas
partes se ha dicho-son los milicianos, que han venido de Aragón. El comandante
Rojo, coincide con él. Piden ambos a Durruti, que con su autoridad moral
consiga convencer a sus milicianos y que aquella misma madrugada entren en línea.
Durruti ni contesta. Sale precipitadamente del Ministerio de la Guerra lugar donde residía el Estado Mayor- y se dirige rápidamente a la Calle de Granada.,
Reune
a sus hombres. Les expone la necesidad de salvar Madrid. Les dice lo que se
espera de ellos: "Comprendo lo que representa para vosotros Salir ahora
mismo a luchar-dice Durruti- pero es necesario hacerlo. Y a la cabeza vuestra iré
yo -añade- a luchar con vosotros, contra el invasor.
Sin
discusiones y sin dilaciones, vibran todos. Se preparan. Contentos y decididos,
recojen las armas y el equipaje. Inician su formación en el amplio patio de la
casa-cuartel. Durruti los revista. Y con ellos, en el silencio de la noche, sale
Durruti hacia el combate. Hacia el lugar de la muerte. A la Plaza de la Moncloa.
A
medida que las fuerzas se aproximan al frente, se perciben más claramente las
explosiones de los cañones y el fragor del combate. En diferentes lugares de la
ciudad, se lucha encarnizadamente.
Los
internacionales. han ocupado la parte izquierda de la Ciudad Universitaria y se
extienden por el interior de la Casa de Campo, hacia la Puerta de Hierro, en
dirección a Aravaca. Solo falta que los hombres de Durruti lleguen a tiempo de
taponar el boquete existente, que se extiende desde el Parque del Oeste, hacia
la Estación del Norte y que representa una constante amenaza, para la Seguridad
de la capital.
Llegan los milicianos a los parapetos. Parapetos improvisados. Adoquines levantados de las calles, que no son trincheras sino simples barricadas. Se está haciendo la guerra en Madrid, de la misma forma que se habían hecho huelgas en Barcelona. Es una verdadera pena.
Durruti
coloca a los hombres, nerviosos y anhelantes que desean entrar en combate.
Quieren ver a los moros, que son la pesadilla de todos los combatientes. Los más
bravos, han sido dotados de fusil ruso ametrallador, de plato con los que aún
no han disparado un solo tiro pero que, en los breves minutos que los han tenido
en sus manos, han aprendido ya a
manejar. Los acarician, como el niño acaricia su nuevo juguete. Esperan la hora
de emplearlos. Y esta llega al fin.
Los
tanques enemigos. han cruzado ya el Manzanares. Van progresando hacia adelante.
Y los hombres de la Columna Durruti, sabiamente colocados entre los coquetones
hotelitos que se esparcen alrededor del Parque del Oeste y sus inmediaciones,
esperan el momento de atacarlos.
Grupos
de milicianos, se adelantan y lanzan bombas de mano sobre los tanques de la
muerte. Estos, uno tras. otro, retiemblan y se inclinan hacia adelante, hacia
atrás, hacia sus costados, rotas sus cremalleras por las bombas. La infantería
enemiga, que sigue a los tanques, vacila y no se atreve a avanzar al ver la
metralla que cae sobre estos. Hacen un alto en el camino, e inician la retirada.
Es entonces, cuando los milicianos disparan sin cesar contra el enemigo. Los
fusiles ametralladores vomitan la- muerte. Las filas enemigas, son diezmadas
continuamente. Los soldados al servicio del fascismo, reaccionan y hacen frente.
Pero no les vale de nada. Los milicianos, disparan incansablemente. El olor de
la pólvora anuda sus gargantas. Les ahoga y emborracha. Y saltan de los
parapetos, persiguiendo el enemigo, al cual obligan a refugiarse en su punto de
partida . La Ciudad Universitaria.
Existen
allí unas explanadas, que los milicianos de Durruti, ciegos de coraje y
decididos a exterminar a todos los enemigos, intentan salvar. Pero no pueden
conseguirlo, porque el fuego de ametralladora enemigo, les barre completamente.
Y no hubo más remedio que volver a los parapetos.
Y
así, con el acto de heroísmo de unos hombres, que antes de entrar en lucha,
estaban cansados y agotados. se salvó Madrid en la mañana del día 14 de
Noviembre de 1936.
¡
Las fuerzas de Durruti, se han cubierto de gloria ! -Es -la exclamación que se
oye por todo Madrid. Ya todo el pueblo conoce- lo ocurrido. Los internacionales
-que se han batido también excelentemente- admiran y elogian a los hombres
llegados de Aragón. El entusiasmo popular, traspasa los limites de la- capital
de España y se . traslada a todos los frentes de : lucha.
Los
sublevados, por su parte, están coléricos. Las órdenes decisivas, que habían
recibido de sus mandos para apoderarse de, Madrid, les fallan todas por uno u
otro motivo. Se han enterado de la forma que combaten los milicianos. Han visto
el valor de, la Columna Durruti. Y preparan nuevas ofensivas, más fuertes aún
si cabe, que las llevadas a la práctica hasta aquél entonces.
Ya
no confían tanto en la infantería mora. Preparan, más bien las armas pesadas.
Los cañones. La aviación. Los tanques. Y las casas de Madrid, tiemblan ante la
lluvia de metralla que cae sobre ellas.
Intentan
nuevamente la toma de Madrid. Persisten en su ataque por la Plaza de la Moncloa.
Y se puede ver como donde no existían mas que simples parapetos, los milicianos
de Durruti, habían construido, en pocas horas, como por arte de magia,
verdaderas trincheras y excelentes parapetos, e incluso, refugios contra la
aviación. Conocen el empeño del enemigo, para conseguir la toma de Madrid. Por
ello, saben que la lucha no ha terminado con el triunfo obtenido en su primera
batalla. Esperan, decididos y vigilantes, a los invasores, para hacerles morder
nuevamente el polvo de la derrota.
Los
combates, se suceden nuevamente. Combates que se prolongan noche y día, sin
descanso, durante varios días. Pero el enemigo, no consigue sus propósitos. No
puede avanzar ni un solo paso, ante la tenacidad de las milicianos republicanos.
Ya Madrid, está. definitivamente salvado. Lo ha salvado Durruti. Lo han salvado
sus hombres. Y lo han salvado, también, los internacionales y con ellos todos
el heróico pueblo madrileño, que ha renacido con el apoyo y el sacrificio de
los que han acudido en su defensa.
Va
combatiéndose sin interrupción. Y llegamos así hasta el día 19 de Noviembre
de 1936, fecha de triste memoria. Hecho el recuento de las. bajas, se calcula en
más del 60 % las sufridas por el personal de la Columna Durruti, en su mayoría,
por muerte. Y en las filas de los Internacionales las bajas también fueron
numerosísimas.
Madrid,
está intranquilo aquel día. Se nota la preocupación en todos, los rostros.
Algo anormal ocurre. Lo que no había conseguido el enemigo, con sus constantes
ataques lo logra un hecho que, por su significación, conmueve a todo el mundo.
Se dice que ha sido gravemente herido uno de los hombres más representativos
del frente. Y no se concreta su nombre. Pero se procura que entre los
combatientes de la Columna Durruti, no trascienda la noticia. Eso hace suponer a
todo el mundo, que el herido es el propio jefe de la Columna, Buenaventura
Durruti.
Hay
otros heridos también. Manzana, el técnico militar de la Columna. Miguel
Yoldi, Liberto Ros y otros destacados elementos de la Columna Durruti también
están heridos.
Esto
hace aumentar el rumor. Y finalmente se sabe la noticia: Durruti está herido. Y
herido de muerte. Una bala disparada desde el Clínico, ha penetrado en su
cuerpo por la tetilla y por la espalda. Se le traslada al Hospital de las
Milicias Confedérales, donde el experto cirujano, Dr. Santamaría, trabaja lo
inenarrable para salvarlo.
La mesa de operaciones, donde descansa el hercúleo cuerpo de Durruti, aún palpitante, está rodeada de sus mejores amigos y compañeros, que anhelantes, interrogan al Doctor, para saber si la gravedad de la herida permitirá salvarle. El Dr. Santamaría presto a empezar la delicada operación, no contesta a nadie. Ordena inmediatamente que todos, absolutamente todos, se retiren de la sala de operaciones. Marchan todos. Y allí, Santamaría con los mejores cirujanos madrileños, que se han congregado para auxiliarle, empieza su trabajo. Todo es inútil. La bala cumplió su misión de muerte. Y el cuerpo de aquel gran hombre, fue Perdiendo poco a poco el calor y la respiración se hace más pesada y difícil.
Muere
Durruti. Muere el salvador de Madrid, en el momento que más falta hacía para
continuar defendiéndolo y para poner todo su vigoroso esfuerzo, en defensa de
toda España. Era el día 20 de Noviembre de 1936.
La
noticia, corre Por toda España. Hombres y mujeres, lloran desconsoladamente. No
hay forma-humana de consolar a todo el pueblo antifascista español. La muerte
de -Durruti, fue sentida por todos. Sin haberlo pedido- se convirtió Durruti en
el ídolo del pueblo. Y, más que ídolo, era la propia alma del pueblo español...
Fue esta una de las más duras pruebas, en el transcurso de la guerra.
La
muerte de Durruti traspasa, incluso, los umbrales de lo suyos. Los propios
fascistas reconocen que, con la muerte de este gran hombre, han ocasionado una pérdida
irreparable a las filas de los republicanos. Su radio lo dice públicamente,
dedicando incluso elogiosos recuerdos al héroe, al que dan el nombre de "general
rojo". Madrid se ha salvado. ¡
Pero a qué precio!
La
sangre derramada defendiendo la capital de España, no sido estéril. Los
hombres que, anhelantes han llegado a Madrid procedentes de Cataluña y del
extranjero, han sucumbido en su inmensa mayoría, pero la capital de España,
continúa en manos de los republicanos.
Mientras
tanto, en Cataluña existe una preocupación enorme. Pasados los momentos de
dolor, al conocerse la muerte de -Durruti, se hace necesario encontrarle un
substituto. Alguien que sea capaz de seguir la obra del gran desaparecido y que,
al propio tiempo, inspire confianza a los combatientes catalanes. Se habla
primeramente de García Oliver. Pero éste, es ministro de Justicia del Gobierno
de la República y no puede ocupar el lugar del caído.
En
la Consejería de Defensa, se estima que soy el más indicado para ocupar la
vacante. Y, en Figueras, donde me encontraba inspeccionando la defensa de las
costas de Cataluña, recibo una llamada telefónica, en la que se me da la
terrible noticia de la muerte de Durruti y la inesperada, también, de que he
sido designado para substituirle. Y con ella, la orden de que deje
inmediatamente todos los trabajos que realizo, en suspenso y me presente en
Barcelona, para salir sin pérdida de tiempo, hacia Madrid.
Comunico
estas noticias a¡ comandante Ramos, de Carabineros que es jefe de las Fuerzas
de la Costa y que se encuentra a mi lado. Y se promueve- como en todas partes al
conocerse la noticia- una escena verdaderamente conmovedora. Esta noticia, cae
allí y produce un efecto mayor que él que produce un bombardeo de la aviación.
Serenados
los ánimos, todos piensan en la misión que deben cumplir. En Barcelona, por el
propio Consejero de Defensa, se me entrega un nombramiento oficial que dice
textualmente: "Por el presente escrito, se nombra jefe de todas las fuerzas
catalanas que operan en el frente de Madrid, al compañero Ricardo Sanz, el cual
se hará cargo del mando de dichas fuerzas, en el plazo más breve posible, por
exigirlo así las actuales circunstancias. Dado en Barcelona a 20 de Noviembre
de 1936. El Consejero de Defensa de la Generalidad de Cataluña. Sandino
(firmado)."
A
la mañana siguiente, estaba ya en Madrid. La muerte de Durruti, había logrado
desmoralizar un tanto a sus fuerzas, hasta entonces habían luchado con gran
arrojo y heroísmo.
Como la muerte de Durruti, se había producido al bajar este
de su coche y precisamente no se encontraba con sus hombres en los parapetos, se
corrían los más absurdos rumores, hasta el extremo de asegurarse que Durruti
había sido muerto por la espalda, al dirigirse a la línea de fuego. Estos
rumores acompañados del quebranto existente en las filas de la Columna como ya
hemos dicho antes, había tenido un 60 % de bajas, nos colocaba a todos en una
situación muy delicada.
En
medio de aquél ambiente enrarecido y confuso, me hice cargo del mando del resto
de los hombres que habían salido de Aragón con Durruti, con el premeditado
propósito de salvar Madrid, aunque tuvieran que morir todos. Pero este propósito,
estaba ahora algo cambiado. Pesaba sobre ellos el terrible hecho de la muerte de
Durruti. Y pedían, en su inmensa mayoría, volver a Aragón, donde la guerra no
exigía, en aquellos momentos, tan grandes sacrificios a unos hombres que
voluntariamente combatían por la. causa de la República.
No
obstante esta situación confusa , auxiliado con el apoyo de la ministro
Federica Montseny y de otros buenos amigos, que se encontraban en Madrid y se
habían hecho la promesa de no abandonarlo, hasta que estuviera completamente
salvado, se logro que solo un número reducidísimo de combatientes, regresara a
Aragón y la mayoría permanecieron en Madrid, dispuesto a defenderlo por encima
de todas las cosas.
Días
más tarde, la Consejería de Defensa atendiendo mi petición, organizó una
nueva expedición de fuerzas. Y así la Columna Durruti de. Madrid, volvió a
estar nutrida y en condiciones de ocupar su sitio de honor en el frente, lo que
hizo inmediatamente, relevando a una de las Columnas internacionales, que
ocupaban las posiciones existentes desde la Casa de Campo hasta las
inmediaciones de Aravaca.
Allí,
en los famosos combates de Aravaca y de la Casa de campo, los hombres de
Durruti, los milicianos de Cataluña continuaron ofrendando su vida para
conseguir sus deseos: Que el enemigo no avanzara un solo paso en Madrid.
Contenido
el enemigo en la Ciudad Universitaria y en Aravaca, intenta otro nuevo golpe
sobre Madrid. Escoje el sector del Jarama, donde por sorpresa, consigue avanzar
y ocupar. La Marañosa, cortando finalmente la carretera general que une Madrid
con Levante. Pero esta maniobra. le falla también. Los obreros madrileños,
trabajando noche y día incesantemente, abren ,nuevas vías de comunicación
que, aún dando un pequeño rodeo, sirven para que más adelante, se unan nuevas
carreteras con la principal de Valencia, cortada por el enemigo.
Se
combate encarnizadamente y la batalla del Jarama ha sido una de las más duras.
Murieron millares de hombres, de ambas partes. Pero el enemigo. no logra sus
propósitos. El poco terreno que conquista, no le recompensa el esfuerzo
realizado la preparación y desarrollo de su gran ataque.
No
cejan en su empeño los militares traidores. Madrid es su objetivo y su
pesadilla. Franco y sus lacayos, preparan nuevos ataques.
Las
fuerzas enemigas que operaban por Majadahonda, Pozuelo de Alarcón, La Rosa,
Bohadilla del Monte y que pretendían ocupar El Pardo, eran de nacionalidad
alemana. Alemanas eran también, las que atacaban por el Jarama y que tuvieron
un fracaso tan evidente.
Y
se suscitó, por lo visto, en el campo enemigo una cuestión de competencia
internacional. Los italianos quisieron probar su suerte, quizás con el
premeditado propósito de colocarse plan superior al de los alemanes. Y
entonces, fue cuando se inició, la fuerte ofensiva sobre Madrid, partiendo del
sector de Guadalajara.
Las
fuerzas italianas, compuestas de camisas negras y flechas de todos los colores
al mando de Bergonzoli, partiendo de la vía general que une Madrid con
Zaragoza, se lanzaron al ataque con ímpetu, pretendiendo cercar, una vez más,
la Villa del Oso y el Madroño. Y logran en los primeros días, algunos.
progresos que les infunden confianza. Avanzan, Triunfan en parte.
Pero
el Ejército Popular -que ya está constituido en su casi totalidad por
Divisiones y Brigadas bien encuadra-se prepara para el contraataque, a pesar de
contar con muy pocos elementos. Y, la contraofensiva se produce con tanto éxito,
no solo logra paralizar el avance del ejército italiano, sino que le infligen.
una de las más grandes derrotas y, quebranto que haya soportado ejército
alguno en la guerra moderna.
La
14 División, mandada por un obrero, Cipriano Mera y por el ingeniero Venardini,
con sus millares de hombres, propinaron esta gran derrota a los extranjeros, que
querían dominar Madrid y que solo consiguieron cubrirse del ridículo espantoso
que registra la historia.
Y
Madrid queda definitivamente salvado. Se estabilizan sus frentes. Ya no hay
ofensivas brutales contra la invicta capital. Tiroteos de trinchera a trinchera,
minas subterráneas que estallan por ambas partes. Así, transcurren los meses.
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