En
el transcurso de las páginas de este libro, se puede apreciar fácilmente, que
al rozar las cuestiones internacionales, no hemos hecho apenas alusión a la s
naciones intervencionistas que lo hacían al lado de Franco. Ahora vamos a
hablar de ellas.
tanto
Italia como Alemania, no se ha recatado de decir, públicamente, que intervenían
es España, con todas sus consecuencias y que ayudaban a Franco, porque eran
partidarias del régimen que éste pretendía establecer. Por ellos, Alemania e
Italia, en su condición de países totalitarios, declaraban ser enemigos de la
República Española y de la libertad.
Ayudaban a sus amigos de España, porque de implantarse el régimen por ellos preconizado, se situará frente al mundo entero, que no se quería someter a su política, en una situación tan favorable, que les permitirá ganar muchas batalla, tanto en el terreno político y diplomático como en una guerra, si ésta estallaba.
Por
consiguiente, Mussolini desde sus periódicos y desde la tribuna, lo manifiesta
sin recato.
El general Von Reichenau, hombre de gran prestigio militar en Alemania, también se expresó categóricamente en una conferencia, en la cual expuso los motivos y consideraciones del porqué Alemania intervenía en la guerra española. Dijo que la intervención alemana, se realizaba para que este país pudiera probar los nuevos modelos de toda clase de armas y métodos de guerra y así comprobar cuales eran los más apropiados, para dar el triunfo a su país, en el caso de una conflagración europea y, a la par, por que el triunfo de los fascistas en España, permitirá a Alemania ocupar posiciones favorables en la Península Ibérica, desde las que más tarde, poder enfrentarse con sus adversarios políticos, que no son otros que los países democráticos, para así combatirlos y vencerlos más fácilmente.
La
intervención de la U. R. S. S. en la guerra española era una cosa sabida por
todos y solo faltaba que una persona, más o menos enterada de este asunto, la
expusieron públicamente, tal como hago yo en esta ocasión.
Debe
tenerse en cuenta que las censuras que expongo, duras si se quiere, contra el
Gobierno de la U. R. S. S. y sobre todo, contra el partido Comunista, no las
hago porque quiera sentar mi disconformidad con la intervención del Gobierno de
los Soviets, sino que, por el contrario, mis censuras son las leales, hechas tal
como se deben hacer cuando se censura a un amigo que se quiere y que, si procede
mal, hay que remarcárselo, para que en lo sucesivo, no incurra en la misma
falta.
La
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, coloca en el plano que estaba
ante el problema de la guerra en España, tenían que intervenir con todas
consecuencias a favor de la República Española, de la misma forma que intervenían
los otros países totalitarios, a favor del fascismo.
Si
lo hubiera hecho así y además, hubiera demostrado un desinterés en su apoyo,
es indudable que todo el pueblo español, si distinción de matices, hubiera
inclinado toda su voluntad, a favor de la U. R. S. S. y seguramente esta,
hubiera ganado mucho más si hubiera expuesto mucho a perder, que no
pretendiendo ganar mucho exponiendo poco.
El
pueblo español, que ha sabido ser por tradición histórica, hidalgo con sus
amigos, aún a pesar que no abraza las mismas ideas y pensamientos que Rusia,
seguramente hubiera sido condescendiente, con este modo de convivencia social y
si bien, al triunfo de los republicanos españoles, no se hubiera establecido en
España el régimen comunista, con todas sus consecuencias, no es menos cierto
que en consideración a la ayuda, al apoyo que nos hubiera podido prestar Rusia,
inclinando la balanza a favor de los republicanos, España toda hubiera
transigido en aceptar un régimen en armonía con el de ese país, aunque desde
luego sin aceptarlo, bajo ningún concepto, ya que España es un país liberal,
enemigo de toda dictadura, esta parte negativa que tiene, a nuestro entendedor,
el Gobierno de los Soviets y que se llama Dictadura del Proletariado.
Sobre
las democracias, tenemos que decir que se han comportado, frente al problema
español, en forma poco adecuada. El fascismo, que contaba con grandes medios,
que lo que tenía todo previsto y organizado, antes de la sublevación militar
en España, se había cuidado de tener en todos los países, una tupida red de
agentes de propaganda, que desde el principio, procuraron por todos los medios,
presentar al pueblo español, en armas contra los sublevados, como un pueblo de
cafres, de bandidos, como unos hombres que todo lo arrastraban, que todo lo
quemaban, que lo destruían todo, por el solo placer de destruir y destrozar,
como destruyen los perversos.
estos
agentes de propaganda, trabajaron lo increible. En todas partes, hicieron creer
que, donde habían dominado los republicanos, reinaba el caos. Así es como,
desde el principio, la causa republicana, encuentra en los países demócratas
— los demás no nos interesan — una hostilidad incomprensible.
Incomprensible
desde todo punto de vista. Ya que esos países tenían la obligación de conocer
la verdad. En el sector dominado por los republicanos, ocurría una cosa
natural. A un pueblo desatado, en plena revolución, provocada precisamente por
las castas privilegiadas, difícilmente se le puede controlar en sus mínimos
detalles. Recuerdese la historia de todas las Revoluciones, sucedidas en el
mundo entero.
Admitamos
que quizás, se cometieron muchas injusticias, incluso barbaridades si se
quiere. ¿Pero esos países, que las juzgaban tan severamente, no tenían la
obligación de saber también, lo que ocurría en la España invadida? Si
hicieramos ahora un balance de lo sucedido en ambas partes, veríamos la
diferencia existente. En la España "nacionalista", se cometieron muchos más
crímenes, muchas más salvajadas y barbaridades que las que se pudieron cometer
en la parte donde había triunfado la razón y la justicia.
Lástima que no podamos explicar aquí en detalle, una serie de hechos que horrorizarían de verdad a las conciencias más templadas. Nosotros sabemos que al principio, cuando un soldado desertaba de las filas fascistas y se pasaba a las nuestras — cada día había centenares de casos — los amigos de Franco, los falangistas, los "depuradores", cogían a los familiares más queridos del evadido, padres, hijos, hermanos o esposa y sin previo juicio los pasaban por las armas.
Sabemos
también lo que les sucedía a los familiares de los hombres que se habían
destacado en defensa de la República y de la libertad, que se encontraron, por
diferentes circunstancias, en la zona dominada por Franco. Eran fusilados. Se
les sacaba de su hogar por las noches y no volvían nunca más a él.
En
caso del general Batet y de otros muchos militares y paisanos, se repitió
centenares de veces en la España fascista. Pero se ve que esto, no quería
decir nada. Los criminales, eramos nosotros. La actuación de los fascistas, no
decían nada a las naciones democráticas.
Solo
veían estas el "peligro comunista", que se cernía como una plaga fatal
sobre ellos. Ante esto, cerraban los ojos a las demás verdades, a los demás
hechos, a la evidencia clara.
Hubo
más. Se inventó la "No Intervención" que colocó a la España republicana
en un plano de inferioridad. Ha sido esta la comedia que se ha representado en
el área internacional más vergonzosa, más sangrante y más trágica contra un
pueblo que se defendía, que luchaba, pasando hambre y privaciones, perdiendo en
la lucha a sus mejores hijos.
Se
hablaba de la "No Intervención" en el Famoso Comité de Londres. Mientras
esto ocurría, los mismos que lo formaban, conocían que aquello era una comedia
trágica. Se reunía el Comité de la "no Intervención". Se hablaba por
todas partes de no intervención. Y mientras esto ocurría, barcos mercantes que
enarbolaban el pabellón inglés o el francés, eran capturados, hechados a
pique, por la aviación "legionaria" o por la marina rebelde. Nadie se
atrevió a poner a raya al Dictador Franco, que hacía todo esto, no por
iniciativa propia, sino por indicaciones expresas de sus amos, Hitler y
Mussolini.
Funciona
la "No Intervención". Y se da el caso que, por haberse dicho que la aviación
republicana, al bombardear una población fascista, alcanzó a un barco de
guerra alemana, anclado en el puerto de Ibiza, la Escuadra Alemana, agredida de
una forma ignominiosa, a la población de Alemania y se vanagloriara públicamente,
de haberlo hecho.
Nadie se ruborizó. Nadie salió en defensa de la España republicana, continuándose la comedia de la no intervención, que no engañaba ni a sus autores.
La
España republicana, contaba con medios suficientes para poder adquirir, en el
mercado internacional, los materiales que precisaba para su defensa, pero se le
negó, incluso, este legítimo derecho. Se hizo más. Se bloquearon los créditos,
los fondos y hasta el oro depositado en los Bancos ingleses y franceses fondos
cuya propiedad legítima, era indiscutible de la República Española. se hace,
de esta forma, lo imposible para evitar que pudieramos defendernos.
España,
la España Republicana, quiso ser amiga sincera de las democracias. Tendió su
mano amiga, en todas las ocasiones. Y estas no correspondieron de igual manera,
no trataron a la España leal nunca con el cariño que merecía por la agresión
criminal de sus enemigos poderosos.
No
se nos tuvo la menor consideración. Se violó impunemente el derecho
internacional, que desgraciadamente, desde hace mucho tiempo, no tiene ningún
valor, ni merece el respeto de nadie.
Si
era necesario dar solución a algún asunto que pudiera beneficiar a la República
Española, tanto en la Sociedad de las Naciones como en los Gobiernos de los países
demócratas, se precede con dilaciones.
No
se resuelve rápidamente, nada de lo que puede interesar a los republicanos españoles.
Nuestra
actitud, de verdadera amistad con los Gobiernos democráticos, se interpretaba
por estos, más que como un signos de buena fe, comprensión e incluso de
hermandad de ideales, como debilidad, impotencia.
No
se tuvo la más pequeña consideración con los defensores y amigos de la
democracia, que eran en verdad, y aún lo son, los republicanos españoles. Se
procedió en todas las ocasiones con nosotros, en forma tardía cuando no era
negativa.
Por
el contrario, Franco, que detrás de él tenía el imperio de la fuerza, apoyándolo
incondicionalmente, no daba explicaciones. Procedía y después de proceder, las
democracias no se atrevían a enfrentarse con el cabecilla rebelde, porque sabían
lo que ello representaba. Se ha tolerado el máximo. Que las armas de la invasión,
llegarán al territorio francés y este fuera bárbaramente bombardeado por la
aviación "legionaria". Francia, no supo hacer en ese momento, valer su
derecho de país neutral. Y nada ocurrió. Simples y puras protestas diplomáticas,
que no conducían a nada.
El
miedo a la guerra. Ese terrible miedo, movió la conducta de las democracias.
Ese miedo a la guerra, precedido de la brutalidad de los que recurren a ella
como única solución de los problemas, ha sido el que ha mantenido a esas
naciones, a distancia del derecho y de la razón.
Es
más. Los Gobiernos democráticos, han permitido que las Bancas internacionales,
apoyaran financieramente al "Caudillo" para que este pudiera continuar
haciendo la guerra en España, para que seguramente, después de su triunfo en
el país, continue haciéndola contra esos países mismos, ayudando a Alemania e
Italia.
Cuando
vemos que esto sucede esto, cabe pensar que no existen posibilidades de
retrotraer al mundo a un camino seguro y que termine con las brutalidades de los
países totalitarios.
Por
lo visto, se pretendía que España se convirtiera, desde el momento de la
sublevación fascista, en una nación sumisa y obediente, que llegara al fin
desgraciadamente catastrófico de Checoslovaquia, que al verse desamparada y sin
el apoyo prometido de antemano se vió descuartizada primero y asfixiada después
siendole negado el derecho a su propia y natural defensa. Quizás se quería que
España, fuera una especie de Abisinia que debía inclinarse ante la invasión
romana.
Pero
nosotros, no somos iguales. Los españoles, tenemos un temperamento racial muy
distinto al de ciertos países y quisimos demostrar, y lo hemos demostrado con
creces al mundo entero, que no estábamos dispuestos a perecer porque así se le
antojara a algunas naciones totalitarias, que tienen como única razón la del
imperio de la fuerza. Por eso luchamos, abandonados quizás por todos, pero
luchamos con la entereza que luchan los hombres, que se sienten libres y no
quiren ser exclavos.
Quisimos,
en estos dos años últimos, acercarnos lo más posible en el terreno diplomático,
a las democracias y tampoco estas, supieron comprender la verdad de los
sentimientos que nos animaban. Creían que nuestro proceder era fingido y tras
de nosotros, siempre pensaban encontrar ese fantasma, al que tanto temen: el
Comunismo.
Por
esto, siempre vencía el mismo. El Capital. La Alta Banca. El Capitalismo, no
tiene entrañas: pretende convencer a los Gobiernos democráticos, para que
continuen situados en esa situación ambigua, indecisa, frente a los países
totalitarios. No quieren que se proceda enérgicamente, porque ello puede
representar la guerra. Esa guerra terrible, a la que se teme tanto y que todos
los hombres odiamos.
Pero
no quieren la guerra, no por un simple motivo de odio a la misma. La temen, por
las consecuencias que ella lleva aparejada, como ya ocurrió en la conflagración
mundial de los años 1914 al 1918. El Capitalismo sabe que, si se desencadena
una nueva guerra europea o mundial, su imperio, el imperio del oro, sea quien
sea quien triunfe, quedará definitivamente destruído. Si los vencedores de esa
guerra son las democracias, ya saben que los avances sociales, que se
manifiestan en todos los pueblos del mundo, impondrán su razón de ser al
finalizar la contienda. Si el triunfo es de los totalitarios, o sea, de los
fascistas, el Capitalismo pierde también su base. El Fascismo en su afán de
poderío, no se limita solamente a destruir el pensamiento libre de los pueblos,
sino que absorbe con sus grandes tentáculos, el poder de todos, sin respetar el
poder capitalista, que pasa en su gran volúmen, a ser manejados por el Estado.
A
pesar del resultado negativo, dado al problema español, a pesar de que hemos
sido vencidos, nosotros nos sentimos orgullosos de nuestra gran gesta. Si hoy la
misma no es reconocida y considerada como se merece en el mundo entero, las
generaciones venideras, más justas quizás que las presentes, han de juzgarnos.
Ellas comprenderán lo sublime de nuestro esfuerzo y de nuestro espíritu de
sacrificio. Que este sacrificio del pueblo español sea la antorcha formidable
que más tarde iluminará los pasos de las nuevas generaciones. Estas, si
quieren salvarse, si quieren vivir en la paz y en la propiedad, tendrán que
escojer el camino que nosotros marcamos y hemos tenido que abandonar
momentaneamente.
En
el ánimo de cada uno de nosotros, está fuertemente grabado que tenemos razón
y que solo la brutalidad del momento, ha sido capaz de hacernos bajar la cabeza
y vencernos. Pero nunca, nunca, de convencernos.
Ante los hechos, que cada uno cargue con la responsabilidad histórica que le corresponda. Nosotros arrastraremos la nuestra, ante el mundo entero y ante las generaciones futuras.
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