Denominada
la zona oriental por el Fascismo, era de esperar que, de no existir una
intervención decidida por parte del exterior, la cuestión de la guerra en España,
estaba ya liquidada definitivamente, en favor del Fascismo y su terminación,
era cuestión de días o de pocos meses, como máximo.
Los
que se encontraban en la zona Centro-Sur, tenían ante ellos un agobiante
problema, que no se podía solucionar de ninguna forma. Por eso, el fin de la
guerra de España era cosa prevista por todos, y nadie, absolutamente nadie, lo
ponía en duda.
No
obstante esto, se ve una posición poco clara por parte de los señores que, con
su criterio habían predominado el último momento en el desarrollo de los
acontecimientos de España, dándose el caso que, en una forma inopinada, Negrín
conjuntamente con varios jefes y comisarios, que habían cosechado derrota tras
derrota en tierras catalanas, utilizando medios de locomoción que solo ellos
podían conseguir, se trasladan desde Francia hacia la zona aún no dominada por
el Fascismo, donde las tropas republicanas mantienen posiciones.
Es
indudable que, para las personas no enteradas de los asuntos de España, más
que por las informaciones de los periódicos, este acto representaba un caso de
audacia, sacrificio y valor personal tal que, indudablemente, es muy lícito
consideraran a Negrín y a sus acompañantes como unos héroes y los colocasen
en una posición tan favorable, que mereciera el aplauso de todos los que no
vieran en este gesto, más que el espíritu de sacrificio de unos hombres,
llevado hasta el extremo de trasladarse a una zona, donde la salvación de sus
habitantes, tenía que ser indudablemente muy difícil.
Nosotros
que hemos procurado siempre meditar la importancia de cada uno de los hechos
sucedidos en España, hemos llegado después de un estudio concienzudo sobre
este particular, a formarnos una conclusión que nos diera la medida más o
menos exacta, de lo que este acto representaba en realidad, no juzgándolo a
simple vista, con ojos de ignorante, sino en su justo valor. Y la conclusión,
ha sido de que tanto Negrín, como los demás, se habían trasladado a la zona
republicana central, no por iniciativa y por propio espíritu de sacrificio,
sino porque conveniencias políticas y de partido, así lo determinaban.
La
política de la resistencia siempre fue, más que otra cosa, una conveniencia de
los que veían en esa resistencia, no la victoria republicana en la guerra española,
sino la prolongación de un estado de cosas tal, que obligara, en el área
internacional, a los países totalitarios, preocupados con el problema español,
a no enfocar sus actividades exteriores hacia otros fines, hacia otras
direcciones, que podrían perjudicar o poner en grave peligro la seguridad de
otros que, por su intervención en los problemas de Gobierno en España, conseguían
que los asuntos de nuestro país se desarrollarán con arreglo a sus deseos.
No
se pensó nunca que no era la resistencia, sino el ataque decidido, la lucha a
fondo, que tenía que determinar el triunfo de la República.
Por
estos motivos, Negrín y unos jefes militares, completamente derrotados y
desacreditados, una vez pasada la frontera catalana y situados en Francia,
utilizando unos aviones, se trasladan a la zona Centro-Sur, para continuar allí
una política convencional, explotando el léxico de la resistencia y el de
hombres arrojados, que van en busca del peligro.
Vienen
inmediatamente los ascensos. Se asciende a general a coronel, y en fin, persiste
la trayectoria equivoca de unos hombres; no solamente esto: Negrín que a sí
mismo se ha dado toda clase de poderes militares, al llegar de nuevo a España,
se erige en amo y señor, destituye de sus cargos a una serie de prestigiosos
militares, que durante toda la guerra han demostrado su lealtad a la República
y sus constantes aciertos, para colocar en su lugar al coro de amigos, a los
fracasados del Ejército del Ebro, con la sana intención de continuar, hasta el
último momento, la política tortuosa que indudablemente, ha llevado España a
la hecatombe.
Negrín
creía, por lo visto, haber encontrado en la tolerancia de los jefes y oficiales
del Ejército, y también de la población civil, una cantera inagotable de
paciencia, sin tener en cuenta que esta tiene un límite. Estaba muy maduro el
fruto de los descontentos, contra el proceder de Negrín, y el de sus lacayos,
para que las cosas continuaran como antes de pasar el Gobierno Negrín, la
frontera francesa.
Los hombres que anteriormente se encontraban en la zona Centro-Sur, que en su inmensa mayoría, no participaban del criterio de Negrín, ni estaban de acuerdo con su forma anterior de gobernar, cuando este pretendió humillarlos, con una política partidista y denigrante, no quisieron continuar ni un momento más sumisos a los caprichos de un gobernante mediatizado y sucedió lo inevitable.
Vino
que unos hombres, no acataran las decisiones de Negrín y se sublevaran contra
sus absurdas disposiciones, produciéndose el golpe de fuerza que le desautorizó
e hizo que abandonara su empresa, saliendo precipitadamente del país.
Desgraciadamente,
y en esto coinciden todos, era ya demasiado tarde.
El
golpe de audacia, que se atribuye al coronel Casado y que en realidad, era una
necesidad sentida por todos los hombres honrados, tanto civiles como militares,
vino a producirse cuando no había tiempo para curar el mal crónico. Si Casado,
hombre de prestigio incomparable en España, militar profesional de una
competencia técnica indiscutible, leal al régimen republicano como el que más,
de acuerdo con los muchos miles de oficiales y soldados que desaprobaron la política
comunizante del Gobierno, se decide un año antes a destruir esa política
funesta sobre todo en el seno del Ejército, se podría asegurar de una forma
categórica, que no solamente no se hubiera producido la "débâcle", sino
que incluso, el resultado final de la guerra española, hubiera sido favorable a
las armas republicanas.
Una
política de guerra, imparcial, habría permitido que el espíritu y entusiasmo
de los primeros días de Julio de 1936, ese entusiasmo que permitió alcanzar
incontables victorias en aquellos días, no se perdiera. Que ese entusiasmo,
renacera en los frentes y retaguardia. Que permitiera asegurar a los que
luchaban en los frentes, que en la retaguardia, sus gobernantes, animados de espíritu
de igualdad y concordia con todos los ciudadanos, atendían debidamente a sus
familiares. Unidos todos a la República y bajo el lema de igualdad y
fraternidad, en el aspecto más puro y verdadero de estas dos palabras, se
hubiera conseguido que los triunfos se sucediesen, hasta culminar en la derrrota
de los enemigos de la República, porque estos no han contado nunca, en la zona
que denominaban, más que con el imperio de la fuerza, que obliga pero que no
convence.
Lástima
que este acontecimiento, se realizara tan tarde. De esto es de lo que tenemos
que lamentarnos.
No
conocemos en detalle, lo que ha podido suceder en España, durante el período
corto que tuvo de vida la Junta de Defensa nombrada en Madrid. No obstante,
conocedor en absoluto de lo que ocurría en España en el terreno político, en
aquellos momentos, no tuve la menor vinculación en adherirme a este hecho tan
significativo, llevado a cabo por el coronel Casado, en colaboración con las
organizaciones sindicales, ya que conocía la moral y la valía de dicho
prestigioso militar y de sus coloboradores.
Por
esto sabía que la campaña insidiosa, que contra ellos se hacía, por parte de
los partidarios de Negrín, no tenía ningún fundamento. El nombre del coronel
Casado y de los que lo rodeaban, era una verdadera garantía para mí y para
todo el pueblo y ejército republicano, que de forma general, no estaba ligado a
la Política del Partido Comunista.
Se
les ha llamado traidores, vendidos a Franco y muchas cosas por el estilo. Con
solo recordar los hombres de Miaja, Casado, Val, Carrillo y Besteiro, tenemos
bastante para despreciar esas calumnias imputaciones y asegurar desde aquí, sin
buscar más detalles ni más pruebas que pudieran convencer, que es falso,
absolutamente falso cuanto en este sentido se ha dicho. Esos que han señalado
como traidores a la República, a hombres que durante la guerra y antes incluso
del advenimiento de la propia República Española, ya luchaban por la causa
republicana, son unos miserables. Nosotros podríamos hablar de traidores y de
algo más en este libro y en cambio lo hemos callado. No nos hemos querido ensañar
con los que han llevado España a la ruina.
Pero ellos, no solamente no se han conformado con llevar nuestra querida patria a la miseria, sino que luego, cuando finalmente se les echa, por su mala actuación, por su forma denigrante de comportarse durante toda la guerra, no tienen ni el respeto ni la vergüenza de callarse y pretender ensuciar la memoria de hombres que, si alguna falta cometieron, no fue la de haberlos arrojado del sitio inmerecido que ocupaban, sino la de haberlos tolerado tanto tiempo, con el deseo de no complicar las cuestiones y siempre esperando que esos hombres modificaran un día su actuación y la ajustaran a las necesidades del momento que vivía España.
Pero
claro está, de los sectarios, no puede esperarse nunca el razonamiento sereno y
la comprensión.
La
Junta de Defensa, substituta del Gobierno Negrín, no podía hacer ya nada
relacionado con una resistencia o una actuación, que posibilitara la salida de
la crítica situación en que se encontraba la zona Centro-Sur.
Por
esto, el léxico de la resistencia terminó en el preciso momento de la formación
de dicha Junta y, a partir de aquél entonces —según
se desprende de los escasísimos informes que tenemos de este periodo de la
guerra española— se dedicó a estudiar una forma que diera solución y término
a la lucha, intentando salvar así la vida y la libertad de centenares de miles
de españoles que indudablemente, dominada la situación por Franco, serían
arrastrados ante el piquete de ejecución o pasarían a poblar las cárceles y
presidios de España, mientras durara en nuestro país el régimen de aprobio y
de dominación extranjera.
A
pesar de los esfuerzos realizados por la Junta de Defensa, era de esperar que
Franco, viéndose dueño de la situación, reconocido ya por casi todos los
gobiernos extranjeros, rehusaría toda solución que favoreciera en algo a los
defensores de la República y exigiría de estos una rendición sin condiciones.
Así
fue, los resultados de muchas negociaciones, no tuvieron el éxito deseado por
la Junta de Defensa. Pero no obstante, no es cierto que ésta, con sus
negociaciones, consiguió un tiempo necesario a los republicanos, para que
aprovecharán los días y pudieran salvar las cosas que no debían quedar en
poder de Franco y se ausentaran del país.
Nosotros,
desde nuestro exilio, lamentábamos con dolor, lo que iba a ocurrir después de
la dominación de Franco, a tantos miles de nuestros queridos compañeros y
amigos, que quedaron en poder del tirano, sin encontrar medios de salir de España.
Recordamos
con dolor y coraje, los muchos miles de hermanos nuestros, muertos en las calles
de las ciudades y en los campos de batalla.
La
sangre nos ha de recordar, en todos los momentos de nuestra vida, que el
problema español no está liquidado. No podemos tampoco dejar en olvido, las
penalidades sufridas por los que estuvieron luchando por la libertad y la
independencia de nuestra querida Patria.
La
situación en aquel momento la considerábamos, aún habiendo resultado
vencidos, como una tregua que ha de abrir nuevas posibilidades, para entablar
nuevas luchas contra el Fascismo, al final de las cuales, los enemigos de España,
los enemigos de la libertad, tendrán que morder el polvo de la derrota y el
pueblo, libre por fin, sabrá ser digno de los héroes que derramaron su sangre
por él.
Y
así será España, una nación libre y digna, lo que no podrá ser nunca,
mientras predomine en ella un régimen político y social totalitario, en el que
la única razón y la única verdad, son la razón del más fuerte y la verdad
de la fuerza.
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