Al constituirse en Barcelona, el Comité de Milicias
Antifascistas de Cataluña, se formó con un amplio criterio de justicia. Tanto
la E. R. C. (Ezquerra Republicana de Catalunya) como la C. N. T. (Confederación
Nacional del Trabajo) que agrupaban, la una en el terreno político y la otra en
el sindical, el ochenta por ciento de los ciudadanos residentes en Cataluña, no
quisieron ni discutir ni hablar de esta superioridad numérica y en el preciso
momento de la constitución del mencionado Comité, dieron entrada en el mismo,
en igualdad de condiciones, a los partidos y organizaciones diminutos, entre los
que se contaban Estat Catalá, Partido Comunista, P. O. U. M., U. G. T. y
algunas otras fracciones, que por su variación, no es preciso señalar
concretamente.
Todas estas organizaciones políticas y sindicales,
llevaron al Comité de Milicias, los mismos delegados que la Ezquerra y la C. N.
T.
Reunido el Comité de Milicias, inmediatamente se pensó
en visitar al Presidente de la Generalidad de Cataluña. Don Luis Companys. Y,
personados en el edificio de la Plaza de la República, se sostuvo un amplio
cambio de impresiones.
El Presidente Companys, expuso su criterio —criterio
compartido por todos los reunidos— de que la toma de Zaragoza y de la mayoría
de los pueblos de Aragón por parte de los sublevados, representaba un grave
peligro para Cataluña. Era de suponer —dijo— que los rebeldes movilizarían
inmediatamente sus fuerzas, para lanzarse contra Cataluña y por lo tanto esta,
sin pérdida de tiempo, debería formar una fuerte columna, compuesta por
voluntarios, para salir al encuentro de los enemigos de la República. Se sabía
que Lérida —en donde algunas horas habían dominado los enemigos del régimen
constitucional estaba preparada y que los trabajadores de aquella provincia, se
unirían a los que pudieran reclutarse en Barcelona, para dirigirse a las
tierras de Aragón.
El Presidente Companys, propuso que la Columna
estuviera formada únicamente por voluntarios y que al frente de la misma, se
nombraran dos personas que, por su prestigio militar y obrero, fuesen una garantía
suficiente para los que se enrolaran en ella. Se citaron varios nombres y,
finalmente, se convino en que la Columna de los republicanos españoles, la
primera que salió al encuentro de los rebeldes, estuviera al mando de dos
personas conocidísimas y de probado antifascismo: como técnico militar, el
comandante Pérez Farrás, afiliado a la Esquerra, y como delegado civil, el
conocido luchador libertario de la C. N. T. Buenaventura Durruti.
Unánimemente el Comité de Milicias, dio su
conformidad a esta determinación. Aquél mismo día, se lanzaba la consigna al
pueblo de Barcelona y de Cataluña, para que todos los que desearan partir al
frente, se concentraran en determinados lugares de las barriadas de Barcelona y
pueblos de Cataluña, provistos de mantas y demás utensilios necesarios.
Fueron tantos los ciudadanos que acudieron al
llamamiento que fue imposible alistarlos, en principio, a todos. Solamente una
pequeña parte de ellos, ingresó en esta primera Columna ya que de lo
contrario, la misma hubiera sido tan grande que, por su importancia numérica,
no se la hubiera podido armar ni atender en ningún sentido.
En el lugar de la reunión señalado para Barcelona,
en la avenida del 14 de Abril (Gran Vía Diagonal) se concentraron, mucho antes
de la hora señalada para la partida, aproximadamente unos dos mil hombres,
entre los que contaban artilleros —con algunas piezas de diferentes
calibres— otros con ametralladoras, obreros de Teléfonos con matérial, y, en
su inmensa mayoría ciudadanos armados con fusiles.
Esta primera Columna, partió
hacia el frente de Aragón, al encuentro de los rebeldes, en la tarde del día
24 de Julio de 1936.
Más adelante, hablaremos de
la misión y de la inmensa labor desarrollada en el frente de Aragón y demás
frentes de España por las Columnas formadas por voluntarios.
La labor más grande del
Comité de Milicias, fue la organización de las Columnas hacia el frente.
Se nombró, designado por
dicho Comité, una comisión organizadora de las Unidades que debían salir para
el frente. Esta comisión la componían: Santillán-Saltó-Edo y el autor del
presente libro. Se utilizó el cuartel de Pedralbes, para la concentración y
clasificación del personal. Y en un mes, aproximadamente, salieron del cuartel
Bakunín (este fue el nombre que se dio al hasta entonces cuartel de Pedralbes)
más o menos bien organizados, unos diez y ocho mil hombres, parte de los
cuales, como los que formaron la Columna "Tierra y Libertad," fueron
trasladados al frente de Madrid y desde allí, hacia el de Talavera de la Reina,
donde los mercenarios al servicio del enemigo, presionaban fuertemente
pretendiendo aproximarse a la capital de España.
El trabajo que recayó sobre
el Comité de Milicias, fue enorme. Aparte de la misión especificamente
guerrera, quedaban por solucionar los problemas que se planteaban dentro de
Cataluña.
Y, siguiendo él mismo
criterio que había predominado en la constitución del Comité de Milicias, se
crean las Patrullas de Control, en las que ingresan afiliados de todas las
organizaciones sindicales y políticas. Se encargó a las mismas el servicio de
policía de la ciudad, que estaba completamente desarticulado.
El trabajo de las Patrullas
de Control, su labor depuradora, fue digna de toda clase de respetos y elogios
por parte de los elementos que veían en el movimiento subversivo de España,
algo más hondo que una simple cuestión de carácter político o sindical, de
partido, que nos hubiera dejado en un terreno tan falso como el que se vivía
antes del movimiento.
Y gracias a estas Patrullas
de Control —tan criticadas después por elementos fascizantes y alguna fracción
política que pretendía convertir España en un coto cerrado, con arreglo a su
exclusivo pensamiento y sentir partidista— se pudieron hacer averiguaciones de
policía, interesantísimas. Se descubrió el paradero de hombres funestos para
el régimen republicano y también se pudieron hacer abortar verdaderas
conspiraciones contra la República. Y la labor de los Tribunales de Justicia,
pudo desarrollarse normalmente y con intensidad. Las Patrullas de Control,
vigilantes y atentas, entregaban a los que, a pesar de todo querían destrozar
la República.
Es de justicia hacerlo
constar. La labor de las Patrullas de Control, fue verdaderamente patriótica y
meritoria.
Otro problema que hubo de
abordarse rápidamente, fue el de los abastos. Y se tuvo un verdadero acierto en
su solución, pues aunque el pueblo —en algunos lugares de la ciudad y el
primer día del movimiento— se entregó al saqueo de las tiendas, esto se cortó
rápidamente y las comisiones reguladoras, dependientes del Comité de Milicias,
realizaron desde sus primeros tiempos de constitución, una labor tan grande en
la distribución del avituallamiento, que durante varios meses, sin
despilfarros ni repartos desordenados, la mayor parte de los ciudadanos de
Barcelona, así como los de los núcleos urbanos importantes de Cataluña,
pudieron ver sus necesidades satisfechas, con perfecta regularidad. Y, al propio
tiempo, la distribución de los víveres a los que luchaban en el frente, fue
siempre metódica y escrupulosamente cuidada.
En el transcurso de los
primeros tiempos, no todo fue normalidad y orden, ya que tanto en los partidos
republicanos como en las organizaciones obreras, existieron aprovechados y
arrivistas, esos elementos turbios, que surgen espontáneamente en todas las
convulsiones sociales, que suelen cometer actos impropios y negativos para la
misma obra que dicen defender.
Así, vemos el caso de las
autoridades de la Generalidad de Cataluña, que dieron toda clase de facilidades
a muchos elementos enemigos del régimen que, incluso, habían hecho armas con
los rebeldes y eran colaboradores en la organización del movimiento subversivo,
dejándoles sacar muchas de sus cosas, títulos. dinero, joyas, valores y sus
propios automóviles que, custodiados por agentes de la Autoridad, pasaban la
frontera sin ser molestados por nadie.
Desde luego, esto ocurrió
antes de funcionar normalmente el servicio de Patrullas de Control, el cual,
pudo evitar más tarde que los enemigos del régimen campasen por sus respetos,
los unos en sus pueblos y particularmente en Barcelona y que otros pudieran
ausentarse de España, cargados con verdaderas fortunas.
El Consejero de Gobernación
de la Generalidad de Cataluña, Sr. España, y sus agentes de confianza, podrían
hablar más elocuentemente que nosotros, de esta cuestión, ya que solo de ellos
son conocidos los "estraperlos" negociados en la Consejería, con los
enemigos del régimen, ya que es de suponer que no se dan facilidades a los
enemigos a cambio de nada.
Pasados los primeros días
de entusiasmo popular y serenados los espíritus se volvió a la comprensión
por parte de todos; el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, ordena el
día 25 de Julio de 1936, la vuelta al trabajo de todos los obreros que no
estuvieran desempeñando cargos oficiales en los organismos creados con motivo
de la sublevación.
En principio, el trabajo fue
solamente reanudado por parte del personal, pues las fábricas hacia más de
ocho días que no funcionaban y era preciso preparar las máquinas, ponerlas en
marcha, y conseguir su normalización. Esto, que parece un milagro, se consiguió
con solo determinarlo el Comité de Milicias, el cual, como hemos dicho, estaba
compuesto por representaciones de todos los partidos políticos y organizaciones
sindicales. Este hecho de la vuelta al trabajo con solo indicarlo, demuestra la
comprensión, el sentido de responsabilidad y la grandeza de alma de que estaba
poseída la casi totalidad del pueblo trabajador, ese mismo pueblo que días
antes, se había lanzado a la calle, resuelto a desafiar a la muerte y decidido
a estrangular a quienes pretendieran arrebatarles su libertad y su derecho a la
vida.
Se examinó detenidamente la
situación que planteaba la guerra en la parte referente a necesidades bélicas
de los que habían salido hacía el frente. Y las organizaciones obreras se
comprometen, cada una en su ramo especial, a aportar el máximo rendimiento, a
fin de conseguir que la lucha no se interrumpa y el triunfo definitivo se
consiga, en el plazo más breve posible.
Y así vemos como los
sindicatos obreros, los verdaderos artífices de esta magna obra de reconstrucción,
efectuan sus trabajos. Y con actividad febril, aumenta la producción de las fábricas.
Se buscan materias primas de todas partes, consiguiéndose que en el frente y en
la retaguardia, no falte lo más mínimo para que la lucha pueda continuar. Se
adapta maquinaria de trabajos industriales, a fin de que sea dedicada a la
fabricación de material de guerra. Esto se consigue después de titánicos
esfuerzos. Surgen los nuevos técnicos, obreros de los propios Sindicatos, que
trabajan noche y día y que después serán los técnicos mejores con que contará
España. Y la producción aumenta diariamente, hasta el extremo que se consigue
alimentar a otros frentes, con materias construidas en Cataluña.
La única cosa que no pudo
conseguirse, a pesar de los esfuerzos realizados, fue la construcción de
armamento en gran cantidad, por no existir maquinaria ni materias primas
suficientes. Si esto hubiera podido conseguirse, es seguro que la guerra habría
durado unos meses escasamente, pues la más grande desgracia que cayó sobre el
pueblo español, fue la falta de armas y municiones con que poder combatir y
vencer a sus enemigos.
La actuación, en conjunto,
del Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña fue excelente. Puede decirse
que dentro de su seno se rivalizó para ver cual de sus componentes cumplía
mejor el papel que le estaba asignado.
Por esto, cuando se determinó
su disolución, para constituir la Consejería de Defensa de la Generalidad de
Cataluña. sorprendió a todos grandemente esta medida. Y así, sin saber a
presiones de qué ni de quien, desapareció un organismo que tanta labor había
desarrollado: El Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña.
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