Un deber de franqueza, cordial me
aconseja, antes de dar el presente libro al público, al ponerme en contacto con
el amigo lector, a aclarar una serie de aspectos retrospectivos del mismo, sin
cuya aclaración podría surgir el confusionismo.
Este libro fue escrito hace más
de 30 años. En espera de dar a continuación los motivos, el por qué no fue
publicado antes, solo diremos, que no sería lógico ni leal, hacer
modificaciones y correcciones en el texto del mismo, que lejos de embellecerlo y
de afirmar su contenido primitivo, lo adulterarían, desfigurado su
originalidad.
Por haber sido escrito en España,
en contacto diario con los que luchaban en primera línea de fuego, este libro
no es un libro más, de los muchos que se han escrito sobre la guerra Civil Española.
Es la síntesis de uno de los
episodios, de los muchos episodios no descritos ni detalladamente relatados,
pues la mayor parte de los escritores que escribieron, sobre la guerra civil de
España, lo hicieron a su manera.
Los más lo hicieron, a través
del tiempo transcurrido, consultando archivos y bajo testimonios más o menos
dudosos. Otros lo hicieron de manera interesada, partidista, falsificando no
pocas veces la realidad y la verdad de los hechos.
Yo he leído más de una docena
de libros sobre la guerra Civil Española. Entre los libros que he leído, solo
algunos de ellos, reflejaron en parte, la realidad y sobre todo la verdad de lo
que yo conozco de la guerra por haberla vivido en el teatro de operaciones: en
primera línea de fuego.
Este libro es un diario de Campaña,
un episodio renovado un día y otro día frente al enemigo. Es lo que podríamos,
con toda propiedad, denominar "Las Novedades del Frente". Por eso lo damos
al público con toda pureza, sin ropajes literarios, desnudo, seguros de que el
amigo lector nos lo agradecerá con su asentamiento.
Los partes de guerra que se
insertan, los documentos gráficos que lo componen, son todo materiales de la época,
todo inédito que hemos guardado a través de tantas adversidades, de tantos
contratiempos, como oro en paño. Ello y muchas otras cosas que irán
apareciendo representan nuestros tesoro histórico. Tesoro que no logran borrar
a través de las nuevas generaciones, los que de manera confabulada,
pretendieron hechar un velo sobre la verdad, que les sirviera de sudario para
cubrir los crímenes por ellos perpetrados, cargándolos a cuenta de sus víctimas.
Por eso, después de 30 años,
nosotros no podemos renunciar a la publicación de este libro. Todo lo
contrario. A medida que transcurre el tiempo, los hechos que se suceden a través
de todos los pueblos del mundo, nos vienen a confirmar cada día más, la razón
que nos asistía en nuestra lucha contra el Fascismo español.
La guerra civil en España, no
fue una guerra simplista de clan político, del tipo que hoy se desarrollan en
algunas latitudes del mundo, entre mandarines y mercenarios.
La guerra nuestra, fue una guerra
Social, fue una guerra de clases. Una guerra sin cuartel, entre el feudalismo y
el proletariado en armas. De no ser así nuestra guerra no hubiera tenido razón
de ser, ni hubiera durado tanto tiempo con las consecuencian tan desastrosas
para todos los españoles, ya no solamente de las generaciones que intervinieron
en la contienda, sino también para las generaciones que la sucedieron.
Por experiencia sabernos que, en
nuestra guerra murió en la lucha, lo mejor que militaba en la avanzada social y
política de España. Y no fueron pocos los que murieron durante y después de
la guerra. Fueron centenares de miles de vidas inmoladas. Entre ellos no había
mercenarios, al menos españoles.
Esa concepción simplista
interesada, de los escritores al ser vicio del Capitalismo al describir los
episodios trasnochados y desfigurados de nuestra guerra Social, la niegan la pirámide
de muertos, en su inmensa mayoría voluntarios, que formaron las unidades
combatientes en todos los tiempos, durante el transcurso de toda la guerra.
Entre ellos los mejores, a nuestro lado, murieron como bravos idealistas.
Nuestro principal interés hoy,
consiste en rendir homenaje a nuestros sacrificados, en lucha por una Sociedad más
justa, más libre y más humana que la presente.
No se pueden calibrar los hechos
históricos de manera simplista y caprichosa. Nuestra guerra Social tuvo un
significado que sólo nosotros somos capaces de contrastar. Los demás, los que
solo vivieron el pálido reflejo de nuestra guerra distanciados moral y
materialmente, del teatro de los acontecimientos, al intentar historiarla, no
pudieron hacer otra cosa que confundirla o adulterarla.
Sin embargo, la catástrofe de
dimensión mundial, que sucedió a la nuestra, provocada por el Nazifascismo,
fue juzgada internacionalmente con más justeza y más objetividad que la
nuestra. Y el motivo de dicho fallo, no fue por la importancia y la amplitud
superior de los hechos, fue por los intereses encontrados en juego que los
propios historiadores no pudieron eludir, ante las toneladas de documentación y
comprobantes que se les fue suministrados.
Los hechos fueron paralelos,
sincronizados. Ni, el Fascismo español hubiera llegado posiblemente a
implantarse, sin la ayuda masiva del Nazifascismo, ni la cuadrilla de fanáticos
que siguieron a Hitler en la aventura, se hubieran lanzado a por el todo, sin el
experimento de sus armas en España y por fin, el triunfo en la península Ibérica.
Franco, más que un amigo de
Hitler, fue su seguro servidor. Y menos seguro, que su amo, de su triunfo, sobre
todo después de atacar a Rusia, esperó que la pelota cayera del tejado, para
decidir su futura actitud a tomar. Ni la División Azul, ni otras actitudes de
poca monta, comprometieron a Franco, hasta el extremo de que el propio Stalin
reconociera a Franco, como a uno de sus enemigos. La prueba, aún está latente.
Después de nuestra derrota, una
vez pasada la frontera francesa, en febrero del año 1939, corregido el
original, este libro debió publicarse en Francia en el curso del mismo año,
con el título "Porqué hemos perdido la guerra".
Ante la imposibilidad de hacer
personalmente ninguna gestión, por encontrarme como refugiado en el campo de
concentración, desde allí, intenté hacer lo posible en vistas a su publicación,
sin poderlo lograr.
En ese corto intervalo de tiempo
llegamos al mes de septiembre. Con el mes de septiembre llegó lo inevitable. Lo
que trataron de evitar, los que meses antes, haciendo la del avestruz, no
quisieron ver que en la guerra de España se ventilaba su propia seguridad e
integridad nacional. Y la guerra fue un hecho.
Para ellos la segunda guerra
mundial llegó demasiado pronto. Para nosotros, que la esperábamos y que la veíamos
llegar a pasos seguros, llegó demasiado tarde. Y llegó tarde, porque
seguramente de haber llegado antes, ello hubiera sido nuestra salvación.
El Gobierno del Frente Popular
francés, que había tratado como pariente pobre a la República Española
durante nuestra guerra, incapaz de hacer frente a los acontecimientos que les
planteaba la invasión de su territorio por los ejércitos enemigos, adoptó la
cómoda posición de dejar los destinos de la defensa de Francia en manos de los
traidores a su propia patria.
Contrariamente a la tradición
francesa de barrer el camino en todas las épocas y en todas las circunstancias
al invasor del suelo francés, en 1939 Francia fue entregada al enemigo de
siempre. Los colaboracionistas, los aventureros, los malos franceses, se
limitaron a abrir las fronteras de Francia a los ejércitos invasores alemanes,
con la sonrisa en el rostro y con el sombrer en la mano.
¡Pasen, señores alemanes: aquí
está vuestra casa!
Y no fue porque en Francia no
hubiera patriotas dispuestos a luchar contra el invasor. No fue por que
centenares de miles de extranjeros no estuvieran dispuestos a empuñar las armas
y morir por defender la democracia francesa. No fue por que no había los medios
apropiados, en armas y equipos, para defender el suelo francés.
Fue por decadencia, por cobardía,
por comodidad. Por una corriente de entrega, de renuncias despreciables, se
encargaron, de suministrar a los ejércitos prusianos, que jamás tuvieron el
menor respeto de nada y que se mostraron a través de todas las épocas, como
los enemigos de la democracia francesa.
Los campos, las cunetas de las
carreteras, los ríos, en fin, todo el suelo de las fronteras francesas, estaban
sembrados de material de guerra, tanques, cañones de todos los calibres,
camiones y material ligero de todas clases, todo nuevo sin estrenar. Sin un
tiro: sin un cañonazo.
Los primeros días, hubo algún núcleo
de resistencia, todo esporádico, sin orden ni concierto en el empleo de las
armas. Los alemanes se dieron pronto cuenta de aquel fenómeno, para ellos insólito.
Luego, descubierto el "enigma": decían los "boches" ¡Son los
republicanos españoles! Eran los refugiados españoles en Francia los que
continuaban haciendo frente a los alemanes, defendiendo el suelo francés, tal
como lo habían hecho en España durante cerca de tres años.
Los alemanes son unos brutos en
la vida civil, en los campos de batalla en Francia, fueron leales. con los
republicanos españoles, contra los cuales no ejercieron apenas represalias
inmediatas. Fue más tarde cuando se ensañaron con ellos. Cuando la guerra
empezó a declinar contra ellos, los republicanos que poblaban los campos de
exterminio, en territorios ocupados por los alemanes, fueron el blanco de sus
venganzas, después de los judios, fueron los republicanos españoles los más
sacrificados, docenas de miles de ellos fueron exterminados en los centros de
experimentación y en los hornos crematorios.
Cinco años de una guerra semi
total fue lo suficiente para aniquilar medio mundo. Docenas de millares de seres
humanos de todas las razas sacrificados. Campos devastados, ciudades destruidas
y en fin, la desolación por todas partes. Y todo ello ¿para qué? ¿Quienes
fueron los vencidos o los vencedores?
Indudablemente que no hubo
vencedores. A continuación del fin de la guerra en los campos de batalla, surgió
inmediatamente lo que se dio en llamar la guerra fría. La guerra fría entre
los aliados de ayer, la busca del aliado de hoy, en el enemigo de ayer.
Se diría que vivimos en un
inmenso conglomerado de irresponsables. Los gobernantes, todos, nos hablan hoy
de la guerra ideológica, de la defensa de la libertad, y no distinguen cual es
la idea que lleva cada uno en sí, ni hasta donde llega el concepto y el alcance
de su menguada libertad. Las ideas de los imperialistas y de los fascistas, la
libertad de los dominadores de hoy, es la antítesis de sus antagonistas. o sea,
de los antifascistas y de los defensores de la libertad, sin jaulas ni rejas.
La guerra de la libertad, hecha a
base de bombas y de metralla, saltando las fronteras y penetrando en terreno
vedado, no es la guerra por la libertad; es el genocidio.
Hubo un momento propicio para
poder publicar mi libro en Francia. Vuelto de la deportación de Africa del
Norte, después de terminada la guerra de 1946, donde pasé trés años. Una vez
de nuevo en Francia después de una breve pausa, producto de la euforia del fin
de la guerra, otra vez las cosas se complicaron entre los aliados de ayer. Y
estalló el conflicto. La llamada guerra fría ocupa el primer plano de la
actualidad. Los aliados capitalistas reprochaban a Rusia el hecho de implantar
el Comunismo en los países y territorios liberados por sus ejércitos. No
contaban en esa táctica tan capitalista ni tan militarista en tiempo de
perturbaciones o de guerra. La explotación del éxito.
La guerra fría era el choque y
el parachoque. Rusia, que, a base de un sacrificio titánico, había logrado
parar la gigantesca avalancha de los ejércitos alemanes en plena euforia de éxito
tras éxito, a través de todos los campos de batalla, que había sido
literalmente destruida en miles de kilómetros desde sus fronteras a las puertas
de Moscú, en el momento del contraataque victorioso y arrollador, llegó hasta
donde sus propias fuerzas se lo permitieron.
Nadie, ni mucho menos sus aliados
del momento, podían oponerse a su acción militar y política en el propio
campo de batalla. Fue por eso, que las cosas llegaron donde llegaron sin que
nadie ni nada pudiera evitarlo. Vencida Alemania en los campos de batalla.
Ocupados los territorios dominados por el enemigo, su tarea final consistía
solamente en consolidar sus posiciones recientemente conquistadas en el terreno
militar, y sobre todo, en el terreno político,
La guerra fría que se tradujo en
la concertada propaganda anti comunista, del Capitalismo y del Fascismo, se hizo
sólo en un hecho simbólico sin trascendencia. Sin trascendencia, desde luego,
contra el Comunismo.
El Capitalismo coincidente con el
Fascismo, hicieron mucho, muchísimo, en favor del Comunismo. Jamás pudieron soñar
los comunistas en una propaganda tan efectiva y tan económica, como a partir de
Franco desde España, le hicieron los llamados anticomunistas, a través de sus
órganos, de sus tribunas y de sus cajas de caudales.
Y ante la imposibilidad de llevar
de nuevo la guerra a los campos de batalla, entre aliados que cada uno por su
parte se mostraba vigilante en la última trinchera conquistada, el capitalismo,
aconsejado por los que escojen el mal menor en los momentos difíciles se
decidieron a abrir sin reservas sus cajas de caudales, buscando así, la
pervivencia de su sistema, frente a otro sistema el Comunismo, que avanzaba a
paso seguro y sin vacilaciones.
El Plan Marshall, fue el
parachoque que el Capitalismo puso frente al avance del Socialismo, como único
recurso del momento.
Había que neutralizar el
peligro, había que calmar los descontentos, a los que se acogían a todos los
extremos ante un mundo en ruinas, condenado al hambre y a la incertidumbre del
mañana.
El Plan Marshall que aplicado
democráticamente, y de manera racional, en aquellos momentos podía ser el
primer paso hacia una solución de recambio, en el cual descansara el futuro sin
defraudar las esperanzas, de los que no comulgaban con las ruedas de molino de
la "Dictadura del Proletariado", y que preferían la "Democracia
Capitalista" con libertad, por ser ante todo enemigos de todas las Dictaduras,
defraudó a la mayoría de los que creían que la Democracia Capitalista,
combatiendo al Comunismo, por miedo seguramente, no llegaría jamás a
confundirse con todas las dictaduras fascistas, tan perniciosas y más odiadas,
por los que por principio, no aceptaban la llamada "Dictadura del
Proletariado", siendo proletarios enemigos jurados del Fascismo,
El Plan Marshall fue una merienda
de negros. No fue una aportación económica a los países necesitados que
deseaban ser libres frente a todas las Dictaduras. Fue el reparto de un botín
mal adquirido, del cual participaron en una gran parte, todos los indeseables y
aventureros del Fascismo, desde Trujillo y Batista en la América Latina, Franco
en España, y todos los mandarines degenerados de los países asiáticos
martirizados.
En el plan político la cosa fue
aún peor. De torpeza en torpeza, los ricos, los poderosos del "nuevo
mundo", admitieron como bueno todo. Todo menos la hoz y el martillo. Hicieron
una línea divisoria conocida con el nombre de los dos bloques, anticomunistas o
comunistas. Y no se admitió nada más.
Para los llamados anticomunistas,
en los países capitalistas o fascistas, todo, todo sin mesura ni comprobaciones
de ninguna clase. Para los otros, fueran o no comunistas, todo lo peor, hasta lo
más brutal.
En ese mar enfurecido de la
propaganda de la llamada "guerra fría", se organizó un coro de lacayos al
servicio del "imperio del dolar". Su misión consistía en decir a todo que
sí, de lo que les ordenaban sus amos y señores: los americanos.
En aquellos momentos, yo hubiera
podido publicar mi libro al margen de toda concomitancia, con los amos de todos
los órganos de expresión, pero no lo hice. No quise salir a la calle con mi
libro, porque no quise ser confundido con los perros que defendían a su amo.
Por dar la circunstancia que yo
había escrito mi libro en unos momentos turbulentos de la vida española, dado
que el único aliado, salvo México, del pueblo republicano español, era Rusia,
era para mi entonces incomprensible, que, la Unión Soviética, no tuviera mejor
comprensión de lo que se ventilaba en la Guerra Civil española, subordinando
los intereses de la revolución social de España, a sus intereses de partido
dirigente.
Rusia, mejor dicho, Stalin, que
se había convertido en Dictador indiscutible del movimiento comunista
internacional, que aplicaba en su país la dictadura de sangre y deportación.
creyó que España en lucha era un pedazo más de tierra que le pertenecía.
Una nube de agentes, no de
combatientes rusos, invadió el suelo republicano español, y bajo las órdenes
directas de Moscú los españoles republicanos estaban obligados a cumplir
dichas órdenes, si no querían ser calificados de fascistas, y por tanto,
considerados como enemigos.
Si mi libro hubiera aparecido en
Francia, durante la guerra fría, los anticomunistas lo hubieran explotado de
manera espectacular en su favor sin más comentarios y, los comunistas, me
hubieran tratado de traidor, renegado, de fascista vendido al oro americano.
Debo añadir que, conociendo como yo conozco a los comunistas, o sea en su
manera de conducirse, ellos no hubieran tenido ninguna consideración, y habrían
publicado el libro tal como estaba redactado, de ser en su favor.
Yo no soy comunista por que no
concibo ningún régimen político sin la más completa libertad. En cuanto a la
dictadura, sea ésta del color que sea, es para mí la cosa más detestable.
Y no se trata de una cuestión de
interpretación. La Dictadura Comunista, para los hombres libres, no es menos
odiosa que la Dictadura Fascista. Stalin, haciendo uso y abuso de la llamada
dictadura del proletariado, eliminó sin contemplaciones, a una serie de los
mejores hombres del movimiento comunista internacional. Lo peor del caso fue que
esos hombres, fueron eliminados bajo el estigma infamante, de enemigos del
proleletariado, como contrarrevolucionarios.
El Fascismo es una manifestación
morbosa del feudalismo, del Capitalismo en estado de descomposición y de
transformación.
Capitalismo y Fascismo van
cogidos de la mano, y se dirigen juntos hacia el abismo, es decir hacia su
desaparición. Por eso, como el Capitalismo sabe que está condenado a muerte,
pone en manos del Fascismo todos los recursos económicos que este le solicita,
con el fin de alargar un poco más su existencia precaria. En esa carrera de
cara a la vida, o a la muerte, el Socialismo lleva la ventaja de la juventud y
de la robustez.
Con la muerte de Stalin y el
viraje hacía una renovación democrática, interior y exterior del Comunismo
ruso, se fue eliminando poco a poco la tensión de los beligerantes de la guerra
fría, para terminar en el abrazo. Este y Oeste, cuyo parto fue, el monte, de la
llamada "Coexistencia Pacífica".
En Europa, tanto el Fascismo,
como la burguesía reaccionaria, vieron con muy malos ojos el viraje del
Capitalismo americano hacia nuevas formas de salida de su comprometida situacion
de gendarme internacional, y a partir de entonces vino la desconfianza y poco
menos del sálvese quien pueda. Las alianzas y pactos se desmoronaron de hecho,
quedando de todo ello sólo las caricaturas.
Por eso hoy, sin haber perdido
definitivamente aún la última partida que los Estados Unidos tienen empeñada
en Asia, en Europa, tanto el Fascismo como la burguesía pobre, ya están
tomando posiciones hacia un próximo futuro de convivencia con la avanzada
social que será, o no, el Comunismo, pero que no se parecerá en nada al
Capitalismo sin entrañas.
El mismo Franco que fue en Europa
el "Campeón" del anticomunismo, después de haber adoptado todas las
posiciones para salvar y asegurar la continuidad de su odioso régimen, hoy
puesto a cambiar una vez más de postura, gira hacia Rusia, quizás con la
esperanza que si se produce el viraje hacia la izquierda, tal como deja de
entender toda previsión, y él aún está en vida, pueda continuar en el Poder
con el beneplácito de Rusia que jamás lo atacó, si ésta le ofrece la
Secretaría del Partido Comunista de España.
Al llegar a esta última etapa,
llamada de Coexistencia Pacífica, creí llegado el momento oportuno de publicar
este libro. Hice varias gestiones en Francia para lograrlo sin ningún
resultado. Nadie que hubiera podido contribuir a ello se interesó por mi libro.
Y no fue por el contenido del mismo, puesto que nadie examinó el original. El
solo hecho de estar escrito en idioma español fue lo suficiente para ser
rechazado.
Falto de recursos y trabajando
como peón, mis pretensiones de aficionado a escribir quedaban reducidas a la
nada.
Habiéndose constituído en México,
entre un núcleo de refugiados políticos una Editorial, La Editorial C.N.T., y
dada la circunstancia que su director, Progreso Alfarache, era un viejo amigo mío,
les escribí ofreciéndole mi original. La respuesta no se hizo esperar. El sabía
que yo era aficionado a escribir. Como corrector de pruebas fue precisamente él
quien corrigió mi primer libro publicado en España en 1933, titulado Muta de
Titanes".
Examinado mi original por
Progreso Alfarache, director de la Editorial C.N.T., éste me escribió y después
de acusarme recibo del mismo, pidiéndome algunas aclaraciones, me aseguraba que
el libro sería publicado oportunamente.
Excuso decir mi gran satisfacción.
Satisfacción que se tradujo en gran alegría cuando algún tiempo después, en
el último volumen aparecido por la Editorial C.N.T. de México, anunciaba la próxima
publicación de mi libro.
Cuando todo iba por el mejor de
los caminos para la publicación del libro, llegó la inesperada catástrofe. El
Director de la Editorial C.N.T., compañero y amigo mío Progreso Alfarache,
después de una operación, al parecer leve, y de una breve estancia, acababa de
morir en el Hospital.
Yo no podía conciliarme con la
penosa noticia. No ya por lo que representaba la contrariedad de la posible
suspensión de las actividades de la Editorial C.N.T., y por lo tanto de la
publicación del libro. Lo más grave para mi era la pérdida del compañero y
amigo Alfarache, la cual era irreparable.
Con la muerte de su Director, la
Editorial C.N.T. dejó de existir. Otra vez la publicación de mi libro quedó
en suspenso. Esta vez con la agravante de la posibilidad de recuperar mi orinal.
Yo había tratado las cosas del libro directa y personalmente con el amigo
Alfarache, por lo tanto a su muerte todo había quedado roto.
Hice varias gestiones encaminadas
a recuperar mi manuscrito, pero pasó el tiempo sin lograr conseguirlo. Así
quedaron las cosas en suspenso, en espera, por mi parte, de una ocasión
propicia para lograrlo.
Habiendo terminado al cumplir los
65 años, mi edad como trabajador activo, cogí el retiro como viejo trabajador.
Entonces comprendí lo difícil que resulta, a un obrero manual de edad
avanzada, después de ocho horas de trabajo diarias, dedicarse a otras
actividades que a las del descanso.
En mi nueva situación de obrero
retirado, no sabiendo en qué emplear mis horas libres, pensé escribir algunos
de los recuerdos que perduran en mi mente y que creo no deben extinguirse
conmigo.
Producto de mi actividad, de ese
ensayo de escribir algo, que yo consideraba interesante, resultó mi libro. Un
libro cuyo título fue "El Sindicalismo y la Política".
Terminado el libro, otra vez me
encontré con el eterno dilema: Encontrar la manera de publicarlo. Esta vez sólo
tenía una ventaja: las horas libres para hacer las gestiones oportunas al caso.
Escribí a varías Editoriales de
París exponiéndoles mi caso, y nadie me contestó. Pero yo que soy constante,
no me di por vencido.
Convencido de que en Francia no
encontraría una Editorial que se encargara de publicar mi libro sin una garantía
económica por mi parte, por tratarse de la edición en idioma español,
entonces decidí, como debía buscar esa garantía económica, de buscarla y
caso de encontrarla, publicar el libro por mi cuenta.
Así salió el libro a la calle.
Salió en unas condiciones muy precarias, mil quinientos ejemplares no es un número
excesivo, si se tiene en cuenta la cantidad de españoles que hay en Francia,
refugiados o no. Lo peor era encontrar la manera de organizar la venta del
mismo.
Afortunadamente yo tengo amigos
por todas partes. A cuantos compañeros les solicité su concurso para ayudarme
a vender el libro casi todos lo hicieron desinteresadamente. Hoy puedo
asengurar, que el libro ha sido un éxito por estar ya casi agotada su edición
y por tanto, por haber logrado cubrir los gastos, que es lo más interesante.
El presente libro "Los que
fuimos a Madrid", Columna Durruti, 26 División", es un libro más popular,
menos complicado que el anterior. Es un libro en el cual fueron actores docenas
de miles de jóvenes españoles, muchos de los cuales aún viven, y no olvidarán,
más que con la muerte, los episodios vividos en España, en la guerra de
liberación.
Aunque hoy los hombres viven casi
desinteresados de las cosas morales de la vida, este libro les ha de recordar
los miles y miles de compañeros suyos, muertos a su lado, que volverían de
nuevo, si ello fuera posible, a empuñar las armas, para ocupar el sitio que
dejaron con su muerte.
Ricardo SANZ,
Francia, Enero de 1969.
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